Pablo Iglesias ha cumplido su objetivo y, seis años y cuatro convocatorias electorales después, ha sentado a Podemos en un Consejo de Ministrosdel que será vicepresidente tras un viaje que le ha llevado a guardar en un cajón la versión más revolucionaria de sí mismo y enfundarse su traje más institucional.

A sus 41 años, los mimos que la Constitución, Iglesias (Madrid, 1978) ha recorrido un camino lleno de curvas en el que se le ha visto cambiar de faceta para dirigirse siempre a un mismo destino: el Gobierno, adonde no ha llegado "por asalto" como pretendía en 2014 sino con el "tono educado" autoimpuesto y con la Carta Magna "del régimen del 78", que quería impugnar debajo del brazo.

Orgulloso, metódico y con la capacidad de aguantar la presión propia de un samurai, Iglesias no pudo contener las lágrimas tras conseguir entrar en el Gobierno de coalición con un partido en sus horas más bajas -35 diputados- y después de haberse resistido en julio a quienes dentro de su coalición le instaban a aceptar el pacto para él insuficiente con los socialistas.

Convencido de que podría exprimirle al PSOE y de que quien tenía algo que perder no era Podemos sino el presidente que se arriesgaba a no serlo, jugó a todo o nada el 10N.

Y ganó contra pronóstico un Ejecutivo en el que se sentará como ministra de Igualdad su pareja y madre de sus tres hijos, Irene Montero, con quien ha pasado de vivir en Vallecas a un chalé en la sierra madrileña, en Galapagar.

"Quien se pare a llorar, quien se lamenta contra la piedra hostil del desaliento, quien se pone otra cosa que no sea el combate, no será un vencedor, será un vencido lento", citaba de uno de sus poetas favoritos, Antonio Machado.

No desfalleció el ahora vicepresidente de Derechos Sociales y Agenda 2030 de España, en su meteórica carrera de fondo forjada en seis años.

Recorrido que le llevó del laboratorio sociológico de Podemos, el departamento de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense de Madrid, al 11M.

Y de allí a la televisión, a las tertulias y a fundar al albur de la indignación que dejó la crisis en España el partido que aspiraba a dar el sorpasso al PSOE y cargaba contra la "casta" y "la vieja política".

La irrupción de Podemos, que no se entendería sin el papel de Iglesias ni de otros que le acompañaron en ese viaje y ya no están y algunos que sí siguen a su lado, rompió el panorama político español y el bipartidismo.

Pero en el camino hacia el Gobierno, Iglesias ha dado muchas vueltas: le hemos visto lanzar a Pedro Sánchez en el Congreso, o ilustrar con aquella "sonrisa del destino" el agradecimiento que el líder del PSOE le tendría que profesar por llegar a presidente.

Nada de eso ayudó a construir la confianza necesaria para forjar una alianza, que ahora ha sido inevitable.

Quizá los abrazos recientes no puedan borrar del todo ese pasado, aunque en esa historia de desconfianzas sí destaca un paréntesis: el de la moción de censura de junio de 2018 cuando Iglesias fue clave para que Sánchez llegará a la Moncloa, donde ahora tendrán que convivir.

Iglesias dio sus primeros pasos en la política en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), en la que militó desde la adolescencia hasta los 21 años, y después trabajó como asesor en una IU a la que quiso transformar en las elecciones gallegas de la mano de su amiga Yolanda Díaz, que será la próxima ministra de Trabajo.

Podemos

Su mala experiencia con los que ahora son sus socios le llevó a fundar tres años después Podemos junto a Carolina Bescansa, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, pero de la foto de esos "cinco" solo él ha resistido a sí mismo, y todos sus críticos han ido cayendo entre reproches de autoritarismo.

Pese a todo, su liderazgo nunca sucumbió ni a las tensiones ni a las críticas, ni tan siquiera a los vaivenes de su partido en los resultados electorales, que han sido peores elección tras elección y que han llevado a Podemos a la actual insignificancia en autonomías y municipios.

Iglesias, imbatible, ha resistido a todo ello y su entrada en el Gobierno, la misión que se propuso desde el principio, le ayudará a seguir resistiendo porque le va a dar la capacidad de llevar la iniciativa política de los Derechos Sociales desde una vicepresidencia.

El multifacético líder morado combina su nuevo papel más institucional con el del "coletas" de lengua afilada que ha cambiado de blanco y lanza todas sus balas a la bancada de la derecha y en especial a un Vox al que pretende combatir con políticas que "mejoren la vida de la gente", una de sus máximas.

Iglesias, que de sí mismo ha reconocido entre sus defectos un exceso de arrogancia, dice que ser padre le ha hecho ser mejor persona.

Introspectivo, apasionado, estudioso y devorador de series televisivas, Pablo Iglesias es amante de 'Juego de tronos', la que le regaló a Felipe VI.

Recordará ahora seguro los consejos de Daenerys Targaryen, la reina de los dragones: "Sentarse en un trono es más difícil que ganar uno".