La Junta Electoral Central pretendía soliviantar a Esquerra inhabilitando a Torra y Junqueras. El error de la voluntariosa JEC consistió en olvidar que al titular de la Generalitat lo odian más los catalanes que los (restantes) españoles, por lo que la acreditada vocación de martirio de los independentistas ricos se detiene ante la hipótesis de inmolarse en favor del lugarterniente de Puigdemont y president legítimo de Cataluña.

La estampida de ERC coreada por algaradas callejeras no solo hubiera dinamitado la legislatura, también hubiera acabado con la carrera de Sánchez, amén de reforzar a la Derechísima Trinidad.

Nadie atribuiría intenciones políticas a la Junta, pero el fracaso de su burda maniobra ha coincidido con el inesperado premio del viraje de Ana Oramas al voto negativo, contra la decisión de Coalición Canaria. La importancia matemática del transfuguismo investidor de la diputada fue relegado a un segundo plano por las altas y bajas pasiones del debate. Sin embargo, obliga a concluir que se extingue la mayoría que precisa el PSOE para lograr la investidura el martes.

Al comenzar la sesión, Sánchez contaba con 167 votos a favor por 164 en contra. Un margen de vértigo, pero los analistas políticos trabajan al margen de los números. Tras la espantada de Oramas, la segunda votación debe acabar 167 a 165, más 18 abstenciones. Si uno solo de los diputados comprometidos con Sánchez efectúa la misma maniobra de la diputada canaria, empate a 166 y el PSOE se queda sin investidura. En una película de suspense, bastaría con retener el martes a dos congresistas favorables al candidato, para forjar otro empate a 165 desolador para el aspirante.

Hay un plan B tranquilizador, pero requiere la colaboración del partido castigado con oportunismo por la Junta Electoral. En efecto, se trata de negociar en un clima de emergencia el paso de algunas de las abstenciones a votos afirmativos. Este método implica que el PSOE se dirija suplicante a Esquerra para que no solo se autoinflija la herida de la abstención, sino que se decida por un apoyo en firme que puede ser letal para los independentistas. La animosa JEC debe alegrarse de su contribución a obstruir esta posibilidad.

Sánchez puede haberse mostrado más presidencial que nunca en su discurso inicial y réplicas, para ver cómo su exigua ventaja se derretía a dos días de la votación definitiva. El margen 167 a 165 se estrecha más incluso que la votación por siete a seis de la Junta Electoral. La moción de censura contra Rajoy parecía inalcanzable, pero se selló por un apretado 180 a 169 que hoy parece oceánico. Si el traspié con Orama se agrava a batacazo el martes, Sánchez pagará en diferido su negativa a un pacto tras las elecciones de abril. Es dudoso que un solo partido se beneficie de una hipotética investidura fallida, incluidos los integrantes de la Derechísima Trinidad.