A 1.079 kilómetros al sur de Barcelona, el 1-O es una fecha sin remarque político, ni manifestaciones ni cámaras de televisión, y sin embargo también inoculada de nerviosismo, solo que este discurre allí por rincones y escondites, y no por las grandes avenidas del norte.

En el puerto de Melilla, que dista 1.079 kilómetros de carretera y ferry de la estatua de Colón de Barcelona, cada 1 de octubre se pone en marcha un contador hacia atrás, cada vez más apremiante. Es el calendario de los días que quedan de buena mar. Para los pescadores; para los mercantes; para las patrulleras; y para las pateras.

Hablamos del Mediterráneo, por lo común menos bravo que muchos otros mares, pero para cualquier navegante un territorio del que conviene no fiarse, por ser menos manso de lo que se le supone. Cuando llega noviembre, cruzar el Alborán en una embarcación pequeña es una aventura. En diciembre será aún peor. Y, tras las gélidas calmas de enero, llegarán los levantes de febrero y marzo a poner a prueba a los marinos; y a los que no lo son.

El calendario arrincona a los inmigrantes ilegales que pululan por la ciudad, en notable proporción esos niños sin tutoría ni parientes que las siglas de la tecnocracia llaman menas. No suelen saber mucho de mar, pero sí les han dicho que cruzar a Europa es cada vez más difícil cuanto más hace que acabó el verano.

Por eso el muchacho magrebí que protagoniza el vídeo que encabeza esta información se lanzó -como intentan otros- a pillar una lancha en el puerto deportivo de la ciudad autónoma. Fue el pasado jueves 27. Tras conseguir arrancar la embarcación, y tras embestir a babor y a estribor lo que hallaba, logró salir del puerto. Y lo cogieron poco más allá de la bocana.

Si llega a escapar, y hubiese tenido combustible suficiente, le hubieran esperado 14 horas de olas hasta Roquetas (Almería) "siempre que hubiese podido mantener una media de ocho nudos", calcula un veterano del cruce en barcos de pasajeros entre la península y la ciudad española del norte de África. "A 35 millas, junto al islote de Alborán, el viento bufa como si cruzaras por un embudo. Para una embarcación pequeña es muy difícil", añade.

Carreras en el puerto...

El 1-O pone en marcha otra cuenta atrás desesperada para los menas: en los ferrys que llevan a Europa se acaban los grandes pasajes de viajeros del verano y de septiembre, y es más difícil colarse en los atraques. Ya a contrarreloj, algunos MENAs intentan hacerse polizones aunque sea a la luz del día.

La escena es de la misma jornada del 27. Fuentes policiales melillenses dicen que el vídeo representa bien lo que pasa cada día en los alrededores de los muelles de atraque de buques de carga y ferrys de línea.

Al joven le pillaron deambulando en lo que a ojos de la policía portuaria era demasiado cerca de las bocas de carga de los barcos. Tras esas fintas de gato, e incluso tras encararse, el menor obtuvo con agilidad una nueva oportunidad. O vuelve a las fogatas de Mariuari, o se esconde en los acantilados de la ciudad vieja... a la espera de intentarlo otra vez. El otoño y el hambre apremian.

... y carreras en el monte

Intento de llegar a la valla de Melilla

Intento de llegar a la valla de Melilla

Ambas escenas de menas se vieron precedidas en 24 horas de otra igualmente desesperada, que ha corrido más por las redes sociales, en parte con escarnio de seguidores de la ultraderecha. Del móvil de un policía marroquí pasó al de un colega español, y de ahí a civiles de diversos puntos del país, y de sus móviles, a cuentas de Facebook y Twitter entre un corolario de comentarios xenófobos, otros pretendidamente chistosos y pocos de empatía.

Parece una estampida en una sabana, pero quienes corren y son silbados como ganado son seres humanos. Se trata de subsaharianos que llevan meses en sus campamentos del monte Gurugú, a la espera de saltar el último obstáculo que les queda antes de pisar territorio de un país de la Unión Europea.

El calendario también corre para ellos. Mejor dejar el monte antes de las lluvias de otoño y de que las noches se vuelvan frías. En esta ocasión se organizaron para bajar hacia el mar, recorrer 40 kilómetros de distancia hasta la espalda norte de Melilla y atrincherarse de noche en el pinar de Trifa, cerca de la localidad marroquí de Farhana, para intentar el salto de la valla al amanecer.

Con las primeras luces del 26 de septiembre se dividieron, a cientos, en dos grupos de corredores hacia el tramo de valla melillense de Rostrogordo. La policía marroquí, como otras muchas veces, no les dejó llegar.