Tras dos años en el mercado, Skoda ha realizado variaciones en la gama Scala, su coche compacto, para seguir siendo atractivo en uno de los segmentos más complicados del mercado, con rivales como el Seat León, el Volkswagen Golf o el Renault Mégane, y para adaptarse a la normativa de emisiones, introduciendo un nuevo motor TSI de 1.0 litro y 110 CV de potencia. 

En lo relativo a su diseño ha habido pocos cambios. Sigue siendo un vehículo muy reconocible por esos elementos típicos de la marca Skoda, como su parrilla o la firma lumínica de los grupos ópticos, delanteros y traseros, y por el diseño de su zaga, que sigue apostando por la fórmula bitono para dividirla en dos secciones bien diferenciadas. La unidad probada, con el acabado Sport, añade al exterior unas llantas de 18 pulgadas que le sientan genial. Se echan en falta más detalles que acentúen su deportividad.

El interior sigue las máximas que conformaron el primer Scala: amplitud, calidad y sencillez de uso. Todo se cumple. El nuevo volante es más agradable gracias al cuero perforado, los asientos deportivos del acabado Sport son cómodos y sujetan bastante bien y los materiales están bien seleccionados, con algún plástico duro por allí donde los pasajeros no miran. Todo muy bien rematado. La pantalla central es algo pequeña, de 6,3 pulgadas, y además no ofrece navegador, punto negativo, aunque sí Apple CarPlay inalámbrico. En lo relativo al espacio, la banqueta trasera puede alojar sin ningún problema a adultos altos y el maletero es de los más grandes del segmento con 467 litros de capacidad sin rueda de repuesto, aunque hay opción de montarla.

Menos potencia, misma efectividad

Además de eliminar el diésel de su oferta, el nuevo Scala introduce el motor TSI de tres cilindros110 CV, sustituyendo al de 115 CV para cumplir las normativas europeas. El cambio no implica nada negativo, ya que este motor responde muy bien. Acelera de 0 a 50 km/h muy rápido y pierde algo de fuelle por encima. Es capaz, además, de recuperar velocidades de crucero bastante bien. Tiene carácter. Su transmisión manual, puede ser automático, es cómoda y ofrece recorridos directos, aunque algo largos. Las suspensiones encuentran el equilibrio entre comodidad y estabilidad, pero en carreteras de curvas cerradas puede subvirar si se va rápido.

Quizá su punto más flojo sea la dirección, muy suave y poco transmisiva. La suerte es el selector de modos incluido en el acabado Sport, que no mejora las sensaciones, pero sí la endurece y la hace más directa, al tiempo que añade cierto empuje al motor para mejorar el dinamismo general. Es por eso que en la prueba recorrimos casi todos los kilómetros en este modo, con un consumo que osciló entre los 5.4 y los seis litros. Disponible desde 25.450 euros, cuenta con los sistemas de seguridad más habituales, aunque no apuesta por el control de crucero adaptativo que sí montan la mayoría de sus rivales.