Fiestas Lustrales

Las 42 piezas de la Virgen de las Nieves de La Palma

Las Fiestas Lustrales de La Palma vivirán este domingo uno de sus pilares fundacionales y más singulares con la Bajada del Trono de la Virgen. No es una romería al uso de las que se estilan en Canarias.

Imagen de la Bajada del Trono de 2015.

Imagen de la Bajada del Trono de 2015. / E. D.

El Día

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Santa Cruz de Tenerife

La Bajada del Trono de la Virgen de las Nieves marca el inicio de las Fiestas Lustrales, un acto en el que el protagonismo es para las 42 piezas que conforman el altar mariano. Es el acto que simboliza la preparación de la llegada de la Patrona a la capital.

A diferencia de lo que muchos podrían esperar, la Virgen sigue en su santuario, y las 42 piezas del altar-trono de plata que la albergarán durante su estancia en la Parroquia Matriz de El Salvador son las que completan el recorrido. El trono, de forma piramidal escalonada y con influencia lusitana, se empezó a fabricar en 1672, con las primeras donaciones de plata. En 1733, la grada y los remates laterales ya estaban concluidos. La obra incluye un sagrario datado en 1713, un frontal donado en 1714 por el presbítero Juan Vicente de Torres Ayala y Santa Cruz, y las andas de baldaquino de plata repujada que, aunque iniciadas por Pedro Leonardo Santa Cruz, fueron terminadas en Tenerife. Hay que destacar que buena parte de esta plata fue labrada en América y en talleres palmeros, con una importante donación del indiano cubano Juan Vicente de Torres Ayala en 1719, quien puso como condición que el trono sólo fuera usado cuando la Virgen saliera de su santuario.

El altar-trono, una vez desglosado, es transportado a hombros por grupos de romeros que recorren el camino festivo desde el Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves hasta la Parroquia Matriz de El Salvador. Este traslado, complementado con la música y danzas del folclore regional y la indumentaria tradicional palmera en sus variantes de traje de labra, gala o manto y saya, se ha convertido, según expertos, en el acto de regocijo popular más antiguo conservado en el programa de la Bajada.

Crónicas de principios del siglo XIX ya documentan la expectación y los preparativos del pueblo, que adecentaba el barranco y La Alameda, donde había «concurso de gente» con bailes, cantos e incluso la Danza de Mascarones. Registros de 1815 describen la llegada del «rancho de trono», con andas, sagrario, barandas, tambores y ramos, confirmando que la música ancestral de tambores, castañuelas y flautas ya acompañaba estos eventos. El Premio Canarias de Investigación, José Pérez Vidal, corroboró en 1980 que «nunca faltaba algún campesino... que animase la romería con el monótono y ancestral canto de un romance».

El desfile avanza por la carretera general, se adentra en el Camino Real de la Dehesa de La Encarnación, pasando por puntos emblemáticos como el Llano de la Cruz y El Pinito, hasta llegar a la ermita de Nuestra Señora de La Encarnación. La ruta culmina en la plaza de La Alameda, donde los romeros inician la última etapa urbana hasta la Plaza de España y la Parroquia Matriz de El Salvado. Allí las piezas del trono se depositan para su recomposición y a la espera de que llegue el 13 de julio la virgen.

Izado de la bandera

La mañana del domingo se celebrará otro acto tradicional que permite la apertura del programa festivo, el pistoletazo de salida a la septuagésima edición de esta celebración quinquenal. A las 13:00 horas, el histórico Castillo de la Virgen de Las Nieves, testigo de siglos de historia, se convertirá en el epicentro de la ilusión. No es una bandera cualquiera, se trata de una enseña blanca de grandes dimensiones, con el anagrama de María bordado en su centro, un estandarte de fe y tradición que ondea cada lustro como símbolo de la unión de un pueblo en torno a su Patrona.

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