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Primer aniversario de la erupción del Tajogaite | La experiencia de los evacuados

Un año sin hogar

De las más de 7.000 personas que tuvieron que abandonar sus viviendas el 19 de septiembre de 2021, aún son muchas las que no han podido volver a ocuparlas

Michel Thomas, en el hotel de Fuencaliente en el que vive desde hace casi un año. | | Andrés Gutiérrez

Son 365 días alejados de la que llamaban su casa. En algunos casos sobreviviendo de alquiler, otros repartidos y separados de los suyos en habitaciones prestadas y también, quizás los que podrían considerarse con más suerte, en una habitación de un hotel de cuatro estrellas del que, a pesar de las máximas comodidades que tienen a su disposición, también han llegado a cansarse.

Un año de historias muy diversas. Un año de muchas sensaciones, incluso algunas buenas. Pero 365 días en los que muchas familias perdieron la ilusión edificada durante toda una vida y tuvieron que abandonar el que un día fue su sueño construido con mucho esfuerzo para alojarse en la que se atreven a considerar una «cárcel con barrotes de oro».

Michel Thomas es un ciudadano francés que llegó el 3 de octubre de 1997 a La Palma junto a su esposa, ya fallecida. Cocinero de profesión, estaba en su casa, ubicada en el barrio costero de Puerto Naos, a las 15:12 horas del 19 de septiembre de 2021. Allí, «todo temblaba» en aquella jornada. Ya había terminado de almorzar cuando, de pronto, los movimientos sísmicos se volvieron mucho más fuertes. En ese momento le llamó por teléfono una amiga desde el barrio de Las Manchas, junto al punto donde se había abierto la tierra. «Me dijo que me marchara, que ya había explotado», recuerda Michel.

Desde la ventana de la cocina pudo ver en la calle al primer policía que se estaba encargando de avisar a los vecinos de la necesidad de evacuar toda esta zona de costa. «Le pregunté si ya teníamos que salir, para lo que me dio 10 minutos». Esa fue la última vez que estuvo en su vivienda, que aún sigue en pie, aunque no ha podido regresar a ella.

De su casa ha podido ver alguna foto, y agradece la colaboración de alguna cuadrilla formada por vecinos que sí regresaron a la zona y le han limpiado los alrededores, aunque reconoce que puede apreciarse cómo la estructura está un poco dañada.

Gregorio Cordovez lleva separado un año de su familia por la dificultad de encontrar un lugar en el que convivir juntos y el de María Hernández es un caso extremo

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El día de la erupción tenía ya una mochila preparada, «pensaba que en un par de días podía volver, y ya hace un año», recuerda sonriente, a pesar de notarse una nostalgia de su vida en el que sigue siendo su hogar. De allí «salí con lo puesto», destaca.

Aquel día, sin vehículo propio y a indicaciones de la Guardia Civil, se subió en una guagua ocupada por turistas del hotel de Puerto Naos, «todos alemanes con un francés», sonríe. Primero al Acuartelamiento de El Fuerte, en Breña Baja, para después dirigirse al Pabellón de Deportes de Santa Cruz de La Palma; después de nuevo al cuartel y finalmente al hotel de Fuencaliente, donde sigue un año después, un periodo que le ha servido «para pensar y para que pasen muchas cosas».

«Ya está bien de los políticos... están escondiendo algo y hay gato encerrado en todo esto», afirma Michel sobre el hecho de no poder volver a la zona de costa del Valle de Aridane como consecuencia de los gases. «Me siento engañado y no soy el único; a todos los vecinos de Puerto Naos y La Bombilla nos hablan de los gases y de que no se puede entrar, que van a declarar la zona catastrófica, pero eso es para poder apoderarse de todo y nosotros nos quedaremos sin nada», asegura.

Momento de la evacuación de una vivienda afectada. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

Hace hincapié en que lo peor es no saber qué va a pasar en un corto plazo de tiempo y en que «ahora hay una reacción que tenemos que provocar nosotros en los políticos y es un momento en el que hacer ruido, apoyados en informes científicos que avalan que nos están contando un cuento», en referencia al problema de los gases en su zona. «Todo se solucionaría limpiando las tuberías de agua y los pozos negros», señala, ya que hace un año que no circula el agua por esas instalaciones, lo que hace que sea «normal que se concentren los gases».

Familia separada

Un caso más extremo es el de Gregorio Cordovez y su familia. Procedentes del barrio de La Laguna, Goyo, su mujer y su hijo llevan un año separados ante la imposibilidad de encontrar un lugar en el que poder permanecer juntos. Aquel 19 de septiembre de hace un año habían salido a comer fuera, como cualquier otro domingo. Con ellos, también convivían su hijo David y la pareja de este.

Su suerte es que siguen juntos, viéndose todas las mañanas en la concurrida Plaza de España del centro del municipio, alrededor de una mesa, compartiendo un café o simplemente manteniendo una habitual charla familiar.

La lava llegó a su casa después de muchos días de incertidumbre, en los que incluso algunos de los edificios próximos se pudieron salvar. «La mía fue la última que se llevó», recuerda Goyo, quien también destaca que «primero la lava la rodeó y después la tapó el 19 de octubre», justo un mes después de comenzar la erupción.

Esos fueron unos días «muy fastidiados», en los que seguían la evolución de las coladas del Tajogaite «para ver qué pasaba». Ahora, después de haber tenido que salir de su casa y perder 33 años de trabajo en su construcción, Goyo se lamenta de la falta de información que han tenido durante todo este proceso, ya que «en principio nos dijeron que no teníamos derecho a una vivienda y a una de estas licencias de construcción en suelo rústico, ya que habíamos cobrado el seguro de la casa», reconoce.

La cuantía del seguro, en este caso hipotecario, les permitió saldar la deuda con el banco, pero se lamenta de que de los 60.000 euros prometidos por el Gobierno de España, «solo nos han dado 49.000».

De las ayudas designadas por el Gobierno de Canarias, «los 30.000 euros comprometidos hace meses, no los ha cobrado nadie, y de enseres tampoco he cobrado nada». Solo «nos han llegado un poco de las donaciones que la gente ingresó en las cuentas del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane y del Cabildo», confirma el afectado.

No obstante, en las últimas semanas una nueva ilusión ayuda a seguir adelante a esta familia pues se encuentran entre los afectados que han cumplimentado todos los requisitos legales para poder volver a construir su casa, a unos 300 metros de su antigua morada, en un solar cedido por familiares.

Este proyecto se convierte ahora en su nuevo sueño, en un nuevo reto que les aporta alegría y les reconforta «un poquito» ante esa sensación de pérdida de toda una vida en su anterior vivienda.

Un ciudadano observa la evolución del fenómeno volcánico. | | E.D.

«Tiramos para adelante, pedimos permisos y sí, ahora cuando ya empiezas con los cimientos y a levantar bloques, obviamente te vas ilusionando día a día», apunta Goyo, que no olvida lo que ha tenido que experimentar este último año: «lo peor está siendo la separación de la familia y las promesas incumplidas, ya que si perdimos la casa no podemos hacer nada, porque es la naturaleza y te tocó, pero que te prometan y después le den la vuelta a la tortilla para no darte lo que te prometen» es una situación muy distinta, que califica de «chunga».

365 y un día

El de María Hernández es probablemente uno de los casos más extremos de los afectados por el Tajogaite. Esta joven, que apenas supera los 20 años, tuvo que salir de su casa un día antes del resto de los más de 7.000 vecinos del Valle de Aridane evacuados durante el 19 de septiembre de 2021. Lo hizo acompañada de su hijo, un menor que no llegaba en aquel entonces al año de edad.

Un problema familiar hizo que tuviera que dejar el que hasta entonces era su hogar, que quedó sepultado bajo la lava en las primeras horas de la erupción. De allí a casas de amigos, hasta que pocos días después se organizara a estos vecinos en distintos hoteles de La Palma. Primero estuvo en Fuencaliente, hasta que un proceso de acercamiento a la comarca oeste de la Isla la reubicara en un hotel de Los Cancajos, en Breña Baja.

Michel Thomas es un ciudadano francés que llegó en 1997 a la Isla junto a su esposa. Vecino de Puerto Naos, pensó que en un par de días podría volver a su casa. «Me siento engañado y no soy el único», asegura

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Desde allí reconoce haber recibido mucha ayuda de particulares y desde los Servicios Sociales de su municipio, El Paso, pero reclama la necesidad de poder comenzar de nuevo una vida acompañada de su niño.

Su caso la coloca en un limbo jurídico, ya que legalmente no es propietaria de ninguna vivienda destruida ni afectada, por lo que aún no ha tenido derecho a acceder a ninguna de las soluciones habitacionales disponibles, por lo que continúa en una habitación de hotel convertida en su casa y lugar de juegos para su hijo. Para el más pequeñito «todo esto es algo distinto», pero realmente «la poca consciencia que aún tiene hace que se acostumbre a esta situación y la vea como normal», señala María.

Durante este tiempo ha tenido la oportunidad de trabajar de forma temporal, para lo que agradece la predisposición de la guardería municipal de El Paso para acoger a su hijo en todos esos días. Ahora, apoyada por su madre, intenta reconstruir su vida desde la habitación de ese hotel.

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