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Hallan indicios de presencia de magma bajo Jedey 9 meses antes de la erupción del volcán de La Palma

La evaluación del movimiento del terreno a través de satélite, realizada por la empresa Tre Altamira, muestra una pequeña deformación del terreno en enero de 2021

Volcán Tajogaite durante la erupción visto desde Tajuya. ÁNGEL MEDINA/EFE

Nueve meses antes de que Cumbre Vieja entrara en erupción, el 19 de septiembre de 2021, el satélite Sentinel-1 captó una tendencia anómala en la zona de Jedey y Costa Vieja, en La Palma. El terreno había empezado a abombarse de manera muy somera después de dos años de tranquilidad. El cambio en el terreno era una cuestión de milímetros, pero fue captado por los satélites y, posteriormente, procesado por la empresa Tre Altamira, dedicada a medir el desplazamiento del suelo a través de interferometría SAR. Estos datos revelan, a ojos de los científicos de esta empresa, que había indicios de que el magma entró en la zona nueve meses antes de la erupción.

Las conclusiones del procesado de miles de datos satelitales se han presentado en el simposio Living Planet de la Agencia Espacial Europea (ESA), en forma de póster. «Cuando empezó la erupción comenzamos a generar productos para ayudar a las instituciones», explica Isora Brito, coautora de este estudio y geóloga de la empresa Tre Altamira. El primer paso de esta contribución privada pasó por evaluar las imágenes de satélite –para generar un mapa interferométrico o de la deformación del terreno– desde el 14 hasta el 20 de septiembre de 2021. Es decir, unos días después de que empezara la crisis sísmica hasta el día después de que se abrieran las primeras bocas en la cuenca de Tajogaite. «En este procesado datos pudimos observar el levantamiento que se había producido en el área de las bocas eruptivas de hasta 30 centímetros», relata Brito.

Pero los investigadores querían ir más allá, en aras de encontrar algún dato que ayude a prevenir futuras erupciones de las Islas, decidieron escrutar las millones de imágenes de satélite de La Palma tomadas desde 2019 y hasta el 14 de septiembre de 2021. Lo que descubrieron fue un punto de inflexión en 2020, que lo cambió todo. «En 2019 comprobamos que la tendencia del terreno era subsidiaria, es decir, se estaba hundiendo», explica Brito. Este fenómeno forma parte de un patrón común de las islas volcánicas durante su fase de asentamiento. «Pero a partir de noviembre de 2020 todo cambia», relata la investigadora. En ese momento la deformación para súbitamente y las gráficas muestran una línea «plana». Y de repente, «se volvió a levantar».

En enero el terreno empezó a levantarse, pero de una forma tansomera que fue casi imperceptible. «Crecía con una velocidad mínima, a razón 15 milímetros al año», reseña la investigadora. Para la geóloga fue el ascenso del magma «a mucha profundidad» el que causó dicho pequeño y casi imperceptible movimiento de la tierra.

La científica hace alusión en el póster publicado a un trabajo previo firmado por el científico Claudio de Luca, del Insituto para la Detección Electromagnética del Medio Ambiente, del Consorcio Nacional de Investigación (CNR) de Italia, en el que, según ella, asume que dicha intrusión de magma pudo haber sido a unos 5 kilómetros de profundidad. En dicho artículo también se sugiere que el magma ascendió por una red de diques interconectados.

A ojos del los investigadores de la empresa privada, estos resultados «indican que hubo un rápido ascenso desde la zona más profunda y la acumulación en poco tiempo en los 5 kilómetros, hasta que finalmente emergió». No obstante, la investigadora admite que este estudio se limita a revelar el cambio superficial, pues con los datos no es posible saber «a qué profundidad se encontraba el magma» y por esta razón, se guían de «otros estudios».

Las técnicas de interferometría SAR (InSAR), utilizadas por esta empresa para llegar a estas conclusiones, son capaces de proporcionar cambios de posición de los puntos sobre la superficie terrestre haciendo uso de imágenes radar adquiridas en épocas distintas sobre las zonas de interés. En Canarias, el Instituto Geográfico Nacional (IGN), con fines de vigilancia volcánica, realiza un procesado InSAR sobre el Archipiélago Canario usando datos del satélite Sentinel 1 perteneciente al programa Copernicus. En este caso, la empresa Tre Altamira, quiso utilizar su propio software de procesado de datos, llamado Squee SAR, para proporcionar nueva información.

Debate científico

Sin embargo, los datos que se han presentado en este póster han suscitado algunas dudas entre sus colegas científicos, aunque no descartan que haya ocurrido tal y como narran los científicos de Tre Altamira. Según el IGN, los datos de deformación –o aceleración del terreno– no concuerdan con los que registraron sus GPS en la misma zona durante esa época. «Si hubiera sido así lo hubiéramos visto», resalta Elena González, investigadora experta en teledetección aplicada Volcanología del IGN.

Como explica, los GPS (que es el otro recurso que se suele utilizar para ver la deformación del terreno) tienen bastante más «precisión» que lo satélites al realizar este tipo de mediciones. Y además, la horquilla de cinco a diez milímetros por año está dentro de lo que se considera «margen de error». «Es un valor muy pequeño para una zona tan compleja para medir la velocidad», resalta González que insiste en que «si fuera una zona urbana», los datos serían más fiables. Y es que en La Palma –y Canarias en general– predominan muchos fenómenos naturales que pueden impactar en las mediciones y que son «difíciles de corregir», como es el caso del vapor de agua.

Los resultados, para González, en principio tampoco tienen «sentido geofísico». Aunque esta zona está en el «camino que siguió el magma» posteriormente (este lugar se encuentra cerca de la estación LP03, en la que se detectó mucha deformación durante la erupción), los datos recabados por esta institución sugieren que el origen del reservorio magmático estaba en otro lugar. La realidad es que un año después la ciencia sigue tratando de buscar respuestas a lo que sucede bajo tierra y, por lo pronto, el debate científico continúa candente.

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