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Miguel Ángel Morcuende Director técnico del Pevolca

«Hay que mover la realidad del Valle de Aridane y para eso se necesitan buenas mentes pensantes»

«Una emergencia es como una gran partida de ajedrez, muy táctica y a veces estratégica», asegura el director técnico del Pevolca

Miguel Ángel Morcuende. E. D.

Tras convertirse en uno de los protagonistas del proceso eruptivo palmero, Miguel Ángel Morcuende afronta una nueva etapa en su vida al alcanzar la jubilación. 

¿Descansado después de todo el trajín que ha tenido?

Jubilado no estoy todavía. Me jubilaré definitivamente el 4 de abril, pero lo que teóricamente estoy ahora mismo es de vacaciones.

¿Lo de La Palma ha sido una «guerra»?

No sé cómo definirlo, no sé si la mejor palabra es una «guerra», pero lo que está claro es que ha sido un evento que nos ha trastornado y trastocado todo lo que es la vivencia tranquila y habitual en La Palma.

¿Imaginó un final así de su larga trayectoria?

No, en ningún momento pensaba en algo así. He tenido distintas emergencias y además alguna importante por lo grave a lo largo de mi vida profesional. Pero esto no lo imaginaba. Esto ha sido algo novedoso por el tipo de emergencias, pero además ha sido algo que nos ha abrumado durante muchos días y que nos ha obligado a estar permanentemente modificando cosas, moviendo personas tanto en los grupos operativos como de la ciudadanía en general, generando una situación grave y muy importante en cuanto a magnitud de situaciones y de resultados sobre el territorio que lo ha transformado todo y ha convertido un paisaje, como el que teníamos en el Valle de Aridane, en un paisaje negro que sepulta todo lo que ha cogido a su paso.

Domingo 19 de septiembre, 15:12 horas, ¿qué es lo primero que se le pasó por la cabeza?

Que tenía que asumir una responsabilidad importante y que no podía esperar. Tenía que mover el equipo y ponerlo en la mejor situación para poder responder. Y luego, evidentemente, lo primero era poner a salvo a toda la población. Ya habíamos evacuado por la mañana a las personas de movilidad reducida. La verdad es que nos costó bastante poder evacuar a estas personas, porque necesitan otros apoyos, ambulancias y la personas que los acompañan y no tenemos 17 ambulancias juntas para poder sacar a todo el mundo a la vez. Después fue todo más sencillo, con personas que no tenían problemas de movilidad y se hizo bastante rápido en los barrios en los que teníamos un riesgo cierto de que la lava los atacara, como así fue en los días posteriores.

¿Fue consciente desde el primer minuto de la virulencia de la erupción?

Sí. En principio sabíamos que esto podía tener un tamaño medio importante, quizá no esperábamos tanta lava. A lo largo de los días hemos tenido jornadas con una lava más espesa y una lava muy fluida, que nos estaba amenazando mucho de la población. Esas lavas que corrían mucho, que hasta que no se empapaban el material muy sólido a temperaturas frías, no ganaban espesor y por lo tanto nos amenazaba constantemente. Y eso ha sido una de las variables que nos ha tenido en vilo durante todo el periodo eruptivo.

¿Hay que tener una pasta especial para soportar las tensiones de esos momentos?

No sé si tiene uno que tener una pasta distinta. Lo que sí está claro, y lo teníamos muy claro tanto Julio Pérez, el director del Plan, como yo, es que teníamos que decirle la verdad a la gente de lo que estaba pasando, y tendríamos también que dar tranquilidad a la gente dentro de la que se puede tratar de transmitir en un evento como este. Creo que eso ha sido un deseo y algo que nos exigía el Pevolca. Hemos tratado de decir lo que pasaba a los ciudadanos de La Palma, evidentemente, tratando de insuflar esa serenidad más que otra cosa.

¿Es esta la emergencia más descomunal que ha dirigido?

Es la emergencia más complicada que he dirigido, sobre todo por el número de elementos afectados por el riesgo. Hablo de propiedades, pero también de personas que están en medio en una zona que el volcán ha machacado. Hay una gran exposición y por lo tanto es una emergencia muy dura y muy complicada también. Y para mí la emergencia más difícil de llevar, no solamente por el número de elementos afectados, sino también porque hemos tenido que mover un operativo importante de trabajadores al servicio de la emergencia.

Cuando pasen los años y le pregunten por cómo se vivió el volcán de La Palma, ¿qué dirá?

No tengo claro en este momento que es lo que podré contar, pero sí sé que para mí fue un reto el aceptar la dirección técnica. Que me encontré con una ciudadanía absolutamente cívica durante estos meses de emergencia. Lo único que he recibido a los requerimientos que hemos hecho como dirección técnica es el asentimiento de la ciudadanía, facilitando todos los asuntos relacionados con la misma y que dependían de mí. También he tenido un equipo detrás que son los responsables de este éxito, personal que está acostumbrado a trabajar en emergencias y que me han facilitado mucho las cosas.

¿Y cómo ha sido dirigir un equipo tan grande?

En esto teníamos un entrenamiento, porque en otras emergencias también nos unimos todos los grupos ya engrasados. Pero claro, es una emergencia muy especial en la que éramos todos novatos. Pero lo que cuenta es que la población siguió las instrucciones y después un grupo operativo con un montón de profesionales y de voluntarios que hacen una labor encomiable.

Tomando ya distancia de la emergencia, ¿con qué sensaciones se queda?

Quizá con la sensación de aquellas personas que lo han perdido todo. Como anécdota puedo recordar que en diciembre solicité a la Dirección del Plan un par de días de descanso porque ciertamente me encontraba agotado. Yo soy aficionado al ajedrez y uno de esos dos o tres días que solicité de descanso era sábado y se jugaba un torneo en la Villa de Mazo. A mí lo que más me ayuda a evadirme es el ajedrez y en el descanso del torneo una persona me pidió que si podía jugar con él a una partida rápida. Mientras estábamos jugando habló de lo que le había pasado, que había perdido todo lo que tenía. Es empresario y había perdido un restaurante, dos fanegas de plátanos, su casa y una nave en la que tenía herramientas. Había perdido unos dos millones de euros y estaba queriendo jugar conmigo. Y yo estaba allí sentado con una persona que de pronto, pese a que había perdido todo lo que había ganado a lo largo de su vida, lo que quería era jugar una partida de ajedrez. La verdad es que para mí fue una lección de humildad total. Si ya hay gente a la que yo tengo que admirar es a alguien como él, que han perdido todo y sin embargo son capaces de sentarse, de hablar con naturalidad de lo que ha pasado.

¿La gestión de la emergencia ha sido como una partida de ajedrez?

Todas las emergencias al final son como una partida de ajedrez. Son a veces muy tácticas y a veces muy estratégicas. Esta partida ha sido fundamentalmente estratégica, pero hubo que utilizar táctica también en determinados momentos de evacuación y de confinamiento. El resto es estrategia y por lo tanto se puede asimilar a una partida de ajedrez.

¿Hay un mensaje de esperanza para todos estos afectados?

Fundamentalmente creo que a los palmeros hay que darles un mensaje de esperanza, pero hay que mojarse también y pensar en el futuro. Hay que tener buenas cabezas pensantes para el futuro y es algo que no entra dentro de la emergencia. Alguien que realmente sepa lo que necesita ahora mismo el pueblo de La Palma y en particular del Valle de Aridane. Estamos ante una situación que tiene connotaciones urbanísticas importantes y hay que estudiarlo, hacerlo de manera rápida y sin errores, lo cual no es fácil. Pero hay que darle viabilidad a que haya personas que puedan recuperar su vida.

¿Podrá ser igual que antes?

No va a ser igual que antes, no habrá las mismas posibilidades que antes en cuanto a construcción sobre el territorio. Hay que tener claro que tenemos zonas con un espesor de lava enorme y nada va a poder ser igual, pero hay que mover la realidad del Valle y para ello hay que tener mentes pensantes, gente que entienda claramente lo que es la ordenación del territorio y conjugar los deseos de la ciudadanía con esa ordenación del territorio, para tratar de volver a encontrar un cauce que nos permita arribar al punto que sea parecido o que permita que la gente se gane la vida en el Valle de Aridane. Esto es fácil de decir y difícil de hacer.

¿Hay dudas en ese proceso?

Ahora mismo no creo que la claridad de ideas sea lo que domine, porque todavía estamos bajo el influjo de un golpe muy duro para los ciudadanos que hasta ahora ha estado inmerso en el propio ruido del volcán. Pero ahora ya ha aterrizado el ciudadano y es consciente del daño que le ha infligido la naturaleza. Ahora tienen que entrar a jugar en esta partida esa gente que sean brillantes y que permitan poner en marcha esa construcción real, que no tiene que ser reconstrucción sobre el propio territorio.

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