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ERUPCIÓN EN LA PALMA

El fuego del volcán que funde los vinos de La Palma

Vega Norte inaugura su vinoteca en plena crisis en la que acoge a todas las bodegas isleñas

Imagen de los cultivos heroicos que prosperan sobre el mar de nubes de la vertiente noroeste de La Palma. E. D.

El pasado 20 de noviembre la cooperativa Bodegas Vega Norte, que agrupa a 250 socios, sorprendió a los palmeros al inaugurar una vinoteca en la que acoge a todos los cultivadores 

José Antonio Barreto es de Tijarafe, tiene 29 años y es técnico superior en Vitivinicultura y sommelier. Es uno de los cada vez más escasos jóvenes que perpetúan las genealogías de los pueblos chicos y algo remotos.

Para llegar donde Barreto, que se encuentra al pie de unos enormes 'envases' de acero inoxidable de hasta 64.000 litros de capacidad, hay que darle la espalda al volcán, dejarlo atrás por la empinada cuesta del Time, desde la que se le observa presidiendo el Valle de Aridane rugiendo como un dragón encochinado.

Pasado el mirador, uno de los mejores lugares de la isla para entender el vulcanismo de hoy mismo y el que le ha dado forma a Canarias desde su primera fisura, se entra en zona libre de estruendos, en limbo de paz geológica, y si no es por la ceniza que sigue recordando su erre que erre y los esporádicos temblores de la tierra, que allí se sienten de mucha menor intensidad, se diría otro mundo en una isla sola.

Es el noroeste, cuna de los vinos que han dado a la isla etiqueta en el planeta. Son vides plantadas por encima del mar de nubes, en una orografía igual de dramática que ha sido diseñada durante miles de años por otros tantos miles de volcanes, y en la que se practica desde principios del siglo XVI la viticultura heroica. La heroica es aquella en la que por altitud, desniveles de alta montaña de hasta el 30 por ciento y el carácter definitivamente cocúo del que la practica permite la quimera de convertir los riscales en vino.

Es este noroeste un lugar muy peculiar para el sabor y el cuerpo de sus producciones, que en gran parte están unificadas en una cooperativa de 250 socios bajo la que se comercializa desde 1999 la marca Bodegas Vega Norte. Echar un ojo a su ristra de premios a lo largo de estos más de 20 años, desde Europa a Asia, es perder por el camino un par de dioptrías.

Y conocer la historia de sus últimos años, es concluir que los viticultores del noroeste son doblemente heroicos, porque según explica Barreto, arrastran desde hace siete años un periodo de sequía que en los últimos tres años califica de «horrible, todo ello salpimentado por las tragedias de todos conocidas, como la pandemia, un golpe de calor que dio macho a incendios cumbreros o el del pasado agosto en Aridane, para culminar a lo bestia, cuando ese 19 de septiembre se abrió por la canal la Cumbre Vieja.

Envases de 64.000 litros

Para dar cuenta aritmética de este remedo isleño de las siete plagas bíblicas hay que situar el muy feliz primer año de producción, cuando se decide mancomunar. La nonata bodega calculaba iniciar la actividad con 100.000 kilos de uva. Pero cuando los agricultores se presentaron allí en el minuto uno arrojaron un peso de 168.000 kilos. A pulso.

Tal era el ritmo, que a medida que pasaban los años cosecha a cosecha, la mejora de la técnica, el aliciente de las nuevas instalaciones y el cada vez mayor geito de los propios cultivadores iban colapsando su capacidad al punto que «íbamos colocando, al mismo tiempo que entraban las uvas, nuevas cubas de 20.000 litros para poder dar cobertura a la producción», explica el enólogo y gerente de Bodegas Vega Norte Serafín Rodríguez.

Un dron sobrevuela las coladas del volcán de La Palma

Un dron sobrevuela las coladas del volcán de La Palma El Día

Son éstas unas cubas cilíndricas de tres pisos de altura de acero pulido, una de los cuales, el envase dios a de 64.000 litros, prácticamente no cabía por la carretera del Time, al punto que luce dos abolladuras de sendos roces con el acantilado. Su casi milimétrica distribución dentro de las instalaciones es un aliciente para la visita en sí mismo.

El trasiego creció con una media de más de 350.000 kilos al año, con puntas cercanas al medio millón de kilos, mientras implementaban proyectos de I+D+I punteros en el mundo, como los remontados por nitrógeno, que la han convertido en un referente de tecnología que también ayuda a aplicar en otras bodegas, exportando conocimiento.

Hasta que, gota a gota, la producción se fue reduciendo por la falta de agua y excesos de temperatura hasta menguar a los 85.000 kilos de 2020. Este año han ido recuperando, y lo mejor, han caído unas borrascas que prometen frenar la caída en seco, pero la acumulación de anomalías mantenía a socios y gestores en franco pesimismo. En vísperas del volcán «ya se hablaba en las juntas de reducir contratos o de aplicar Ertes, pero cogimos esa negatividad y decidimos darle la vuelta».

Cambio de chip

La Bodega Vega Norte está situada en ese lugar único que mira al Atlántico en dirección al Nuevo Mundo. Y a una altura que permite ver el mar como un espejo, abierto desde la costa al pinar que desaparece entre las nubes. Su sede es una nave pero que tampoco lo es, traspantojada en una suerte de casona, y con una amplia franja alquitranada que hace de mirador. «Así que decidimos hacer una vinoteca para promocionar nuestras producciones». Y en vez de despedir, contratar a otras tres personas a jornada completa.

Así es como contactan con la empresa palmera Creaprint, especializada en sistemas de impresión digital y rotulación de locales, pero que en esta ocasión se hace cargo de todo el interiorismo, con el que se han doctorado logrando un espacio diáfano, lleno de luz y que invita a algo más que pasar una simple cata.

Porque aparte de saborear sus galardonados Vïnos de Tea, Acertijo Dulce, Albillo Criollo, Blanco Afrutado, Listán Prieto, Vega Norte Rosado, Vijariego Negro y sus distintos tintos, hasta llegar así a una docena de referencias, desde la renacida bodega se ofrecen a través de la vinoteca tanto catas comentadas como la visualizacion de un vídeo con los trajines anuales de cultivo y recolección, además de la posibilidad de reservar una visita guiada a los viñedos ubicados sobre el mar de nubes para dar fe de la magia de crear la sustancia en un territorio que a simple vista da pie a pensar en lo imposible.

En todo ese nuevo programa de futuro andaban cuando revientan las fisuras por encima de Todoque y Las Manchas, a la sazón zona de vinos, con bodegas como Tamanca que hoy permanecen desde entonces condenadas hasta las trancas por la ceniza y la exclusión.

«Se nos cambió el chip», resume Rodríguez. «El proyecto era para promocionar nuestros vinos», detalla, «pero nos dijimos que ahora éramos un todo, y que si lo hacíamos bien saldría hacia adelante la marca de La Palma. Y así lo decidimos, aunar las bodegas insulares en la vinoteca para colaborar con las demás empresas», todo ello sin formalismos ni notarías.

Así llega el día de la inauguración, el pasado 20 de noviembre. La cita fue un acontecimiento en una isla desgastada por el desánimo. En el local y en el diáfano zaguán que hoy hace de aparcamiento se reunieron 380 personas, -«los tenemos contados porque cada una tenia su copa»- provenientes del noroeste, pero también del resto de la geografía insular. Cuando bodegueros, clientes, vecinos y demás familia observaron los expositores y detallaron sobre los nombre de las distintas bodegas serigrafiados en los estantes, algunas de ellas sepultadas, hubo emoción a barricas y conatos de añusgamiento, especialmente cuando en el discurso de apertura se declaró a la flamante vinoteca como «la casa de todos».

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