eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ERUPCIÓN EN LA PALMA

Peluquera itinerante por obra del volcán de La Palma

Con su peluquería de Todoque arrasada en los primeros días de erupción, Omaira Pérez resurge como peluquera itinerante

Omaira Pérez baja de su Polo su nuevo lavacabezas portátil. E. D.

La casa de los padres y la peluquería de Omaira Pérez fueron uno de los primeros inmuebles en sucumbir bajo la lava del Cumbre Vieja, la misma que se llevaría por delante poco después la vivienda donde residía en El Paraíso. Junto al nuevo malpaís, Omaira resurge como peluquera itinerante.

Carmen Guerra se va a dar unas mechas. Mejor. A Carmen Guerra le vienen a dar una mechas, porque el volcán de La Palma le reventó a Omaira Pérez Sánchez, de 31 años, a unos dos mil metros de la casa de sus padres, en Todoque, donde atendía en una estancia revertida en peluquería a una amplia clientela de la banda oeste de La Palma.

Era aquella casa, como en la práctica todas las que ahora se encuentran en el subsuelo, un mucho en uno. Una suerte de complejo familiar arquetipo de medianías que se van constituyendo a medida que transcurren los siglos y las generaciones. De un cuarto antiguo de casi después de la conquista, reciben añadidos funcionales que con el tiempo se convierten en ecosistemas con vida propia. El papá de Pérez Sánchez, a modo de ejemplo, disponía de hasta su propio foso en el garaje, para autocambiar el aceite de su auto. Además se encontraba arropada de invernaderos con verduras, en régimen de arrendamiento, de huerta de aguacate, de la susodicha peluquería, de barbacoa de obra nueva, y hasta de un vallado perimetral con dos portadas.

Todo esto existe desde al menos el tatarabuelo del padre, cuando todo surgió de una cocina vieja, una pileta y poco más en el que se llama Camino del Pastelero.

Eran patrimonios en constante transformación, y tal es así que la propia Omaira había iniciado los trámites, incluso con recado al aparejador para que les hiciera un plano en tres dimensiones, para ubicar allí su futura vivienda a la vera de los padres, porque hasta el día de frangollo que lo arruinó todo, ella residía en un inmueble de sus suegros con su marido y su hija en el no muy distante El Paraíso, toponimia que hasta el 19 de septiembre le venía al pelo.

De entre las pocas cosas que pudo salvar está el material, en dos maletas, que ahora le da sustento

decoration

Ese día 19 Pérez Sánchez y familia se encontraban en la casa matriz. Primero fue un terremoto de 4,6. «Siento como tiembla el suelo y veo que en Los Campanarios se produce un desprendimiento. Pongo la tele y pregunto que por qué no hacemos una maletita. 40 minutos después veo en las imágenes que acaba de reventar el volcán. Me asomo y ¡estaba ahí mismo!, impactaba verlo».

Quedaron paralizados, y no pudieron en ese primer momento arrancar con nada. «Primero cayó la casa de mamá, aguantó unos cinco o seis días, hasta que sucumbió. Al siguiente día entró por la peluquería». En ese espacio de tiempo en el que la masa incandescente se iba acercando pudieron llegar con una camioneta para tratar de rescatar algo, «pero me quedaba paralizada por el miedo, y quise coger las fotos pero la gaveta se me quedó bloqueada».

Perdida la primera casa, el río de fuego cogía ahora rumbo a El Paraíso. Tras la primera experiencia ya fue a tiro hecho, y pudo recuperar un álbum de fotos, la tele que está aun pagando, el ordenador, la consola de la niña y algo de ropa. «Pero cuando creí que habíamos cogido todo lo importante me doy cuenta que había dejado los papeles, como el libro de familia o mis títulos de peluquería».

La peluquera Omaira Pérez atendiendo a Carmen Guerra, y a la derecha, la perra ‘Nala’ ajena a las mechas. | | E.D.

Es tanto el impacto de ver bajar el muro de magma, «que me olvidé del coche, y si no es por que me lo advierte mi suegra en el último momento, también se queda allí».

Con esa asombrosa entereza de la que hacen gala los miles de palmeros que han perdido todo aquello que los ataba con cimientos a la tierra, Pérez Sánchez relata el caso mientras sigue muy tranquila dando mechas, casi una incongruencia el desparpajo con el que lo cuenta si pone en perspectiva la dimensión del cataclismo.

La primera semana pudo quedarse con unos familiares, hasta que por medio de servicios sociales se enteran de que unos propietarios prestaban «una casita en Tazacorte, algo demasiado bonito para ser real, porque tenía hasta una finca para poder tener el perro y el gato. Pensé que tenía trampa porque al principio yo creía que ni la niña volvería nunca al colegio, o que yo no podría trabajar jamás», al fin y al cabo, el malpaís de El Paraíso, y el que hoy sepulta sus memorias de Todoque desde que llegó al mundo, es un reseteo de la consciencia y el adiós de una buena parte del quién eres.

Omaira también pudo rescatar dos maletines con material de peluquería. Es secador, cepillo, plancha para el pelo, tintes, polvos decolorantes, y desde hace unos días lleva para todos lados un lavacabezas portátil, con el que hace media hora se bajaba del Polo rojo ante la casa de Carmen Guerra, un artefacto algo aparatoso pero de lo más resuelto, con su manguera de achique y todo. «Me lo regaló el gerente de Rickiy's», subraya con todo el agradecimiento del mundo, un especialista en peluquería que le completó el lote con una capa de corte y que además le hará llegar una tijera para zurdos.

Con un lavacabezas portátil recorre buena parte del oeste de la isla atendiendo a sus antiguas clientas

decoration

Omaira se ha reinventado. Su Polo, el que rescató por la lucidez de su suegra antes de que la casa se desvaneciera, es algo así como la base de su peluquería itinerante. Despacha las citas por Whatsaap, llevando a lo virtual lo que hasta hace ocho semanas era una consolidada red que interactuaba con los residentes de Todoque, La Laguna, El Bombillo, Puerto Naos, o Las Manchas. Arregla donde haga falta, como cuando hace unos días se tuvo que ir a la otra banda de la isla por la mañana y no volvió hasta la noche tras atender a cuatro clientas.

Y precisamente de Las Manchas, un barrio que se encuentra en la zona de evacuación, es la propia Carmen Guerra, la que le pregunta a Omaira por su suerte como si ella lo hubiera vivido en otro planeta, cuando a su vez lleva con su pareja y sus hijas viviendo fuera tras salir a escape con lo puesto, pero sin dejar de hacer gala del suficiente humor para hacer reír a la concurrencia cada dos por tres y, sobre todo, regalarse unas mechas por si fuera poco el fuego de un volcán que está lo suficientemente cerca como para sentirlo en la piel bramando por el cráter.

Carmen le recuerda a Omaira cómo se conocieron, el día que llegó a aquella peluquería que se encontraba al final de una dramática cuesta. «Mira tú, que me dio por ir en bicicleta y en el momento que veo semejante rampa te llamo para preguntarle dónde estaba: ¡al final del todo! Cuando por fin llegué arriba tenía el pelo como un loro matado a escobazos, jajaja». Si la risa cura, con Guerra todos sanos.

Vigilancia de la Guardia Civil en la zona de exclusión del volcán de La Palma

Vigilancia de la Guardia Civil en la zona de exclusión del volcán de La Palma El Día

Compartir el artículo

stats