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ERUPCIÓN EN LA PALMA
Jaime Coello Director de la Fundación Telesforo Bravo

«Aprender sobre volcanes si vives en Canarias debe ser una obligación»

El director de la Fundación Telesforo Bravo, considera que hay que aprovechar la experiencia del volcán de La Palma para preparar a la población ante la próxima crisis volcánica

Jaime Coello, director de la Fundación Telesforo Bravo Andrés Gutiérrez

Habiendo dedicado toda su vida a ello, ¿cuáles son sus sensaciones al vivir un volcán tan de cerca?

Toda la vida escuché hablar de volcanes en casa. La erupción del Teneguía fue algo significativo en mi familia, porque tanto mi abuelo como mi padre estuvieron trabajando en esa erupción. De ahí surgió mi deseo de ver una erupción volcánica. Llegué a La Palma el mismo domingo que empezó la erupción por la noche, como un visitante más. Sin embargo, poco después surgió la oportunidad de empezar a colaborar desde la Fundación Telesforo Bravo con los investigadores de las universidades Complutense de Madrid y de la Rey Juan Carlos I para tomar muestras de las coladas y hacer su seguimiento y decidimos hacerlo. Los primeros días fueron verdaderamente intensos. Entramos en las coladas y estuvimos por calles como el Callejón de la Gata o el Camino Aniceto, a escasos metros del volcán. La sensación que teníamos era como la de estar viviendo una guerra. En la zona de exclusión se veía ropa tendida, menaje de hogar tirado en el suelo y casas abiertas... Se hacía raro el tener que entrar en terrenos y en jardines que, pocas horas antes, habían formado parte de la vida de otras personas. La presencia de la población aún estaba fresca. Se entremezclaban sentimientos de anormalidad, adrenalina y pena por ver todo aquello y las dimensiones que iba adquiriendo la crisis. Por ejemplo, vimos una colada empezando a tirar el muro de una casa o los postes de alta tensión partiéndose y chisporroteando; cayéndose como si fueran cerillas. Son emociones difíciles de integrar y, realmente, disiparon esa emoción y alegría de ver un volcán, que nunca ha llegado a ser plena. Solo podemos hablar de consternación. Ha sido una sensación muy agridulce. 

¿Cuál es su perspectiva ahora cuando trabaja en el terreno, 53 días después de aquello?

Ahora nos centramos un poco más en lo que es el fenómeno volcánico en sí. Observamos el volcán, los materiales que emite, por donde van las coladas...Y, sin embargo, todavía hay días en los que somos testigos de la desaparición de una casa y de la explosión de un vehículo o el gas de una casa, que nos hace recordar que los daños en las propiedades y en las personas se siguen produciendo. Es complicado, por eso siempre intentamos pensar en el futuro, a pesar de que estemos viviendo este presente. Estamos pensando en qué se puede hacer para que toda esta tragedia se pueda revertir en una oportunidad para la isla y para Canarias en general. 

«El personal de emergencias de todas las islas se está formando en el fenómeno volcánico»

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¿Esperaba una erupción como esta?

Prácticamente ninguna persona en Canarias se esperaba una erupción de estas dimensiones. El Teneguía (1971) nos daba la pauta de cómo podía ser este nuevo volcán. Nos habíamos olvidado de otras erupciones potentes en la Isla Bonita, como la del San Juan (1949) que fue bastante más aparatosa que el Teneguía. Cabe recordar que su columna eruptiva ascendió hasta los 4.500 metros, que es una altura semejante a la actual. Solo tenemos que ver el delta lávico que generó en Las Hoyas para entender sus proporciones. Sin embargo, toda la población tenía un Teneguía en el subconsciente y la esperanza de que esta nueva erupción fuera igual. Cuando se produce esa primera fractura en el terreno, y empieza a alcanzar esas dimensiones y a comportar de esa manera, nos sorprendió muchísimo. 

¿Desde la Fundación están buscando alguna forma de aprovechar todo lo que se está aprendiendo con el volcán?

Las primeras muestras de colada que se analizaron en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) las mandamos desde Tenerife. Con esta colaboración nos quedamos con la mitad de esas muestras como reserva por si se pierde alguna de las muestras en el camino a Madrid. En el caso de que no se pierdan y lleguen correctamente, estas muestras de roca volcánica pertenecerán a la colección de rocas o litoteca de la Fundación y las utilizaremos con fines educativos y divulgativos.  

Jaime Coello contemplando unas rocas basálticas del volcán de La Palma Andrés Gutiérrez

Tras casi dos meses de erupción, ¿qué diría que les ha enseñado el volcán?

A nosotros, que hacíamos charlas divulgativas sobre volcanes, nos está enseñando nuevos conocimientos que obligarán a redefinir lo que sabíamos hasta ahora, así como aspectos del vulcanismo que explicábamos pero no sabíamos muy bien cómo se formaban. Todo ese acervo y conocimiento que estamos ganando lo vamos a poder volcar en difundir y divulgar mejor el fenómeno volcánico en todos los estamentos de la sociedad de manera más precisa. 

El origen de la Fundación Telesforo Bravo se basa justamente en la divulgación del vulcanismo canario, ¿cómo ven a la sociedad con respecto a su conocimiento sobre volcanes? ¿Estamos los canarios bien formados en vulcanismo?

Antes de la erupción, íbamos a estrenar un documental sobre el 50 aniversario del Teneguía. Cuando estábamos rodándolo, detectamos que las personas que lo habían vivido todavía mantenían el recuerdo bastante fresco, pero las generaciones que venían detrás, aunque tenían ese conocimiento a través de familiares, iban perdiendo algunos detalles. Esto sucede porque, a pesar del esfuerzo de divulgación que han realizado algunas entidades, como Involcan, hay un déficit de conocimientos en la población. Aprender sobre volcanes viviendo en Canarias no debe ser una cuestión voluntaria, sino una obligación. 

«En una isla como Tenerife, hay que trabajar y planificar, así como recuperar los simulacros masivos»

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¿Cómo conseguimos que cale ese mensaje y conocimiento en la población canaria?

Un volcán es capaz de cambiarte la vida en poco tiempo. El fenómeno volcánico tiene cosas positivas – no hay que olvidar que vivimos en unas isla volcánicas formadas a partir de esos eventos–, pero también conlleva unos riesgos que pueden llegar a ser muy dañinos. Por esta razón, de alguna manera la población tiene que conocer el fenómeno volcánico y cómo actuar ante esos riesgos. Antes de que estallara la pandemia, habíamos organizado, junto a otras instituciones, un simulacro sobre riesgo volcánico en Tenerife. Pero llegó la pandemia y se suspendió. Entendemos que ahora, que parece que vamos recuperando el pulso, es un tema que hay que recuperar inmediatamente y de manera masiva. En una isla como Tenerife, que tiene una zona volcánicamente activa, hay que trabajar y planificar. Y no solo en centros educativos. Hay que recuperar lo que se hizo en la crisis sísmica de 2004 y 2005, para ver cómo se pueden preparar los centros sanitarios o los centros turísticos. Estas medidas, sin embargo, no se deben realizar desde el alarmismo, sino de la preparación y el conocimiento. De lo contrario, estamos perdiendo un tiempo precioso que se echa en falta cuando ocurren crisis volcánicas.

Y la erupción de La Palma, ¿cómo puede contribuir a esa preparación?

 Montar un Pevolca y un comité con experiencia en fenómeno volcánico no es un tema que se invente en dos días, ni se pueda improvisar. Afortunadamente había equipo trabajando en el terreno con ciertos indicios de que la erupción podría estar cerca. Sin embargo, hay una máquina entera que se debe engrasar y que va desde protección civil hasta el cuerpo de bomberos y las brigadas forestales. En todo caso, estoy satisfecho porque hay personal que se está formando de todas las islas en el fenómeno volcánico, lo que supone que, ante una eventual crisis, sabrán como comportarse. Esto para nosotros es oro porque significa que la máquina se está empezando a engrasar. Después habrá que sistematizarlo y programarlo para que todo el mundo participe de estos conocimientos. 

«Debemos analizar el comportamiento de las entidades en La Palma con vistas a mejorar en el futuro»

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Pero las erupciones en Canarias se producen cada tantos años y, aunque ahora los recursos estén preparada, puede que esto no nos sirva para la próxima emergencia. 

No nos sirve porque la gente que trabaja en emergencias te habla de automatismos para que, cuando ocurra una crisis, estén bien entrenados. En Japón y otros países con vulcanismo activo se hacen frecuentes simulacros y nosotros deberíamos hacer algo similar. Deberíamos prepararnos porque cuando ocurre una erupción volcánica es importante conocer cuál es la cadena de mando, a quién se debe a llamar, a dónde tienen que acudir los núcleos poblacionales en caso de erupción...y todas esas cosas tienen que estar engrasadas. Es verdad que existe un Pevolca y un Plan de Riesgo Volcánico, pero si están metidos en una gaveta y no se practican ni se conocen, es como si no existieran. Esto tiene relación también con que existen determinados sectores con miedo a que el fenómeno volcánico espante o pueda generar un daño en el sector turístico, pero yo creo es que todo lo contrario. Hay zonas volcánicas en todo el mundo que son turísticas y en las que la población aprende a convivir con los volcanes. Por eso, cuanto más preparados estemos mejor, porque damos una imagen de seguridad. De lo contrario estamos improvisando, e improvisar en estas situaciones, es peligroso.

En La Palma se criticó mucho que el Comité Director del Pevolca no cambiara el semáforo a naranja unas horas antes de la erupción. 

Las deliberaciones del Pevolca están grabadas y cuando pase la crisis habrá que evaluar todo lo que se hizo desde el primer momento. Pero yo creo que más que utilizarlo para buscar responsables, debemos acudir a estos documentos para aprender. Lo importante es analizar los comportamientos de todas las entidades y ver en qué no se actuó de la mejor manera y en qué se puede mejorar para el futuro. En La Palma, si bien más o menos se acotó la zona donde se iba a producir la erupción, el volcán no salió exactamente donde se pensaba, pero el hecho de que no viviera tanta población ahí dio tiempo para que se produjera la evacuación. Si esta erupción sucede en una isla mucho más poblada como puede ser en cualquier comarca de Tenerife, igual no estamos hablando de un escenario tan benévolo. Por eso tenemos que planificarlo, pensarlo y prepararlo. 

«Existe un Pevolca y un Plan de Riesgo, pero si se quedan en una gaveta es como si no existieran»

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Parece que el volcán está dando, en los últimos días, signos de «agotamiento», ¿usted qué opina? 

Si algo nos ha enseñado el volcán es que tenemos que interpretar y seguir los parámetros día a día. Aunque el tremor y la deformación bajen poco a poco, hay jornadas, por ejemplo, en las que parece que el dióxido de azufre (SO2) desciende y a los pocos días vuelve a subir. Por esta razón hay que quedarse con las tendencias. Imaginemos que ahora el volcán está atravesando una meseta de actividad, que está tirando a descendente. De ser así, esta situación puede prolongarse un tiempo más y tampoco es posible sacar conclusiones acerca de su duración. Entiendo que la gente de La Palma tiene una tremenda ansiedad porque esta circunstancia termine. Es un sinvivir tener que pasar 53 días con esa parafernalia de ruidos, temblores de tierra y cenizas provocados por el volcán. Pero cualquier cosa que se comunique ahora por parte de la comunidad científica puede generar falsas expectativas en relación a la finalización de la erupción, lo que no solo es tirar piedra sobre su propio tejado, sino también perjudicar la expectativa de la gente. Eso a mí me preocupa porque prefiero que la gente esté preparada para no saber cuánto va a durar la erupción y vivir en el día a día. Así, si al final termina pronto, mucho mejor, pero si no, se puede seguir adelante.

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