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Volcán de La Palma

Tres kilómetros de colapso ecológico por el volcán de La Palma

Un estudio pionero del CSIC sitúa al pinar, la garbancera canaria y los lagartos, entre las especies más afectadas por la erupción

Río de lava procedente de la colada sur del volcán de La Palma

Río de lava procedente de la colada sur del volcán de La Palma

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Río de lava procedente de la colada sur del volcán de La Palma María Jesús Hernández

Los tres kilómetros de superficie más cercanos al cráter del volcán de La Palma sufren un colapso ecológico derivado de la erupción. La lava, la temperatura y las cenizas dañan el ecosistema y tiñen de gris y negro el pinar, afectando principalmente a especies como la garbancera canaria, los lagartos o los pinzones vulgares, prácticamente desaparecidos de la zona. Así lo recoge el estudio que desarrolla un equipo de biólogos en plena crisis volcánica en Cumbre Vieja, coordinado por Manuel Nogales, delegado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Canarias. Junto con Félix Medina, biólogo de Medio Ambiente del Cabildo de La Palma, han ido 200 metros por delante de la lava, inventariando la biodiversidad de la zona, una riqueza ecológica «que ya es historia», dado que, de las 32 estaciones establecidas para el estudio, «prácticamente el 90% ha sido ya cubierta por las coladas».

El investigador Manuel Nogales, trabajando a la vera del volcán en Cumbre Vieja. María Jesús Hernández

«Cuando empezó la erupción intentamos ver cómo están afectando las coladas volcánicas a toda la biodiversidad del espacio que está siendo ocupado por el magma. Lo que hemos hecho es ir delante de la lava, en la banda que ocupa los primeros 200 metros desde el frente, para inventariar desde el punto de vista de los animales y las plantas, todo lo que ahí había. La información que tenemos ya es historia, pero podemos llegar a plasmarla en un documento científico y estudiarla», indicó Nogales.

Una vez que la lava llegó al mar, los investigadores han seguido sacando toda la información posible en los 200 metros de los flancos laterales de la colada; y a nivel del cráter, donde no se puede trabajar a dicha distancia por los peligros que entraña la explosividad de la erupción, realizan los estudios a un kilómetro, el límite marcado por el Pevolca.

Teniendo en cuenta que el cráter ha surgido a 900 metros a nivel del mar, coincidiendo con el área ecológica del pinar canario, ese es el hábitat más dañado de todos, según explica el investigador del CSIC. «Cuando entras en el pinar da la sensación de que vuelves a un mundo gris y negro, como el de las antiguas televisiones, es un paisaje fantasmagórico, como si se hubiera producido una explosión nuclear. No ha quedado prácticamente nada, los árboles están perdiendo acículas, las hojas se vuelven amarillentas y se caen. Hay un ecosistema muy afectado a tres kilómetros en la distancia del cráter a esa altitud de 900 metros, pero cuando te alejas del cráter, las partes de las coladas están en mejor estado», informa el experto.

Campos de viñas cubiertos por un gran espesor de cenizas del volcán. Foto del CSIC

Los biólogos no sólo hacen inventario de la flora y la fauna, también intentan ver el comportamiento de los animales, en función de la disponibilidad del alimento que queda tras la destrucción del volcán. «La biodiversidad se ha visto bastante afectada, sobre todo en las últimas dos semanas, porque la explosión de ceniza fina ha sido tremendamente dañina, las plantas se han secado, han perdido muchas hojas, y eso va a causar que los animales herbívoros -insectos, mamíferos y aves-, lo tengan mucho peor para sobrevivir». El coordinador del CSIC en Canarias apunta que, si los primeros consumidores de plantas se van del área o mueren, como ocurre con los lagartos, «los depredadores que se alimentan de ellos tampoco obtienen alimentos, y hay una especie de colapso ecológico importante, en las áreas más cerca del cráter».

La zona sur es la más afectada desde el punto de vista de la biodiversidad por las cenizas que expulsa el volcán, debido a que los vientos alisios, que llegan desde el noreste, las mueve hacia el suroeste. «Las toneladas y toneladas de cenizas volcánicas que expulsa la erupción son igual de perniciosas que la lava y el calor que desprende. Eso afecta mucho en el sur por los vientos alisios, ahí la biodiversidad está sufriendo diferencialmente, no es lo mismo vivir en el norte que en el sur. Afortunadamente los Llanos de Aridane están al norte y bastante a salvo de los gases del volcán, la mayor parte de los días».

Terreno pobre

A este respecto, Manuel Nogales señala que la mayor afección del volcán desde el punto de vista ecológico, se produce en un área pobre en biodiversidad, por ser una zona de la isla donde las erupciones han sido históricamente frecuentes. «Desde el siglo XV hasta la actualidad se han descrito muchos volcanes en Cumbre Vieja, la zona está sometida a un vulcanismo intenso, y la biodiversidad tarda en asentarse muchos años y en desarrollarse. Por lo tanto, no han habido grandes problemas, porque hablamos de un terreno más bien pobre en cuanto al ecosistema, tal y como marca su naturaleza volcánica».

De las especies vegetales en peligro, la que más preocupa es la garbancera canaria -Cicer canariensis-, un endemismo de La Palma y Tenerife, que figura en el Catálogo Canario de Especies Protegidas, en la categoría de especie de interés para los ecosistemas canarios. Los biólogos se han encontramos con una población bastante cargada de cenizas, por lo que se duda sobre su supervivencia. No obstante, esa es la población más al sur que se conoce, porque es una planta endémica que también vive en la parte norte y central de La Palma y en Tenerife. «Esa es la planta que nos preocupa más, el resto son comunes -vinagreras, tabaibas, cardones…-. El pino canario también está afectado, pero yo confío en esta planta que es durísima, está bien adaptada al fuego y a los volcanes, y seguramente saldrán adelante, vamos a recuperar muchas hectáreas de pinar».

Garbancera canaria, muy afectada por las cenizas. Imagen de Aurelio Acevedo.

También preocupa la suerte de una especie que no ha sido descrita aún para la ciencia, una mostaza del género parolinia, que se va a llamar Parolinia aridanae, y que va a ser descrita por el botánico Arnoldo Santos. Se trata de una planta con poco más de 300 ejemplares que, de momento «está a bastante distancia del cono volcánico, por lo que en principio pensamos que está bastante a salvo».

Respecto a la fauna, llama la atención la desaparición en el pinar de los pinzones vulgares, un pájaro más pequeño que el pinzón azul de Gran Canaria. «Quiero pensar que se han desplazado porque no hemos encontrado animales muertos, estarán en otras zonas». Y a nivel del matorral termófilo, que está más abajo que el pinar, se observa una densidad alta de cernícalos. «A medida que ha ido pasando el tiempo y que los lagartos han ido desapareciendo porque es el grupo que más ha sufrido en esa zona, los cernícalos se han ido readaptando a intentar capturar aves de pequeño tamaño». También se teme que algunas colonias de pardelas en la costa hayan desparecido sepultadas por la lava. «Las coladas además, cayeron en un momento en que a las crías de pardelas les faltarían unos 15 o 20 días para salir de sus nidos e irse a volar al océano, y probablemente hubieron animales que debieron de morir debajo de las coladas», concluyó el investigador Manuel Nogales.

Biodiversidad en blanco y negro: cuervos y volcán. Foto de M. Nogales (SIC).

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