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ERUPCIÓN EN LA PALMA

El miedo a “lo que no se ve” del volcán de La Palma

La población de Los Llanos vivió ayer una nueva jornada de incertidumbre reforzada por la falta de visibilidad en Cumbre Vieja

Estado de la colada del volcán de La Palma

Estado de la colada del volcán de La Palma

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Estado de la colada del volcán de La Palma Nora Navarro

Los malos pronósticos sobre el fin de la erupción del volcán en Cumbre Vieja desinflan los ánimos entre la población de Los Llanos de Aridane, que sortea la incertidumbre ante la mala calidad del aire, las cadenas de temblores y el temor a futuros caudales de lava, que hoy forman parte de «lo que no se ve».

A los pies de las palmeras que jalonan la arteria principal desde El Paso hasta Los Llanos de Aridane se amontonan picos de cenizas y hojas secas como una alegoría del desánimo y el acopio de los días. Pero al mirar hacia el foco del volcán de Cumbre Vieja apenas se distingue desde la calle un resplandor naranja envuelto en la brumasera, «que si lo miras pareciera que está ahora más pa’ dentro, pero si lo escuchas, en el fondo, está más enrabiscao», indica Antonio Martínez, encargado de la frutería Orymar, situada a las puertas del centro de Los Llanos, casi en el nudo entre la vertiente evacuada y el corazón urbano que sigue barriendo el temple y la paciencia contra el desaliento.

Y es que «el volcán de ayer no es el mismo que el de hoy», señala una clienta asidua de Triana, quien explica que la noche anterior «me fui a acostar con el volcán en la ventana y hoy [por ayer] si lo busco, no lo encuentro». El aborrascamiento de la atmósfera y del espíritu impelía ayer a tratar de descifrar la trayectoria de las coladas varadas en las faldas de la montaña de La Laguna, difuminadas tras el humo espeso, pero también el potencial destructivo de ese desconocido mundo de magma que tiembla bajo la tierra y zarandea las madrugadas.

«Si lo miras pareciera que está ahora más pa’dentro pero si lo escuchas, en el fondo, está más enrabiscao»

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«Yo estoy mucho más asustada ahora que antes», admite Pilar, unos metros más arriba, en la cafetería de la Plaza, mientras sirve cortados naturales. «Lo peor es lo que no se ve, lo que no se sabe, y que quizás, si supiéramos, nos haría querer saltar del barco como las ratas». «Estamos muy cansados, porque queremos información real y datos exactos sobre las coladas de lava y los seísmos», añade la camarera.

El pesar se advierte en el aire como el azufre y la cadena de temblores estremece menos que las historias que se repiten con crudeza en la desnudez de la Plaza. A la mesa, Justa, de casi 70 años, regentaba su propio local de ocio nocturno en Puerto Naos, uno de los más conocidos de la zona, y justo empezaba a remontar del paréntesis de las restricciones de la pandemia cuando la lava cercó su pequeño imperio. «Hace unas semanas, lo di por perdido», declara. «Ahora es peor, porque ya lo doy por perdido para siempre».

Precisamente, en vísperas de los 40 días de erupción ininterrumpida, las emisiones de dióxido de azufre que emanan de Cumbre Vieja vaticinan, según la dirección del Plan de Prevención Volcánica de Canarias (Pevolca), que el fin de la erupción sigue «lejos». «Yo le echo, por lo menos, otros dos meses», pronostica Pilar, que añade, casi en un susurro, que «los palmeros somos mucho de un ponerse en lo peor, pero lo peor no parece atrás sino por venir».

«Los palmeros somos mucho de un ponerse en lo peor, pero lo peor no parece atrás sino por venir»

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Al otro lado de la Plaza, Martínez surte su frutería de verduras y hortalizas del norte de la isla, «donde tengo que limpiarlas de cenizas». El grueso de su clientela proviene de la costa oeste de Cumbre Vieja, «como los boniatos, maracuyás, papas y calabacines que ya no me llegan». «Yo les pregunto a todos qué es lo que quieren y les doy lo mejor que traje de Puntallana, porque, preguntarles ya cómo están, ni me sale de la pena», suspira. Aun así, como Pilar, se despide con una promesa como una lección de ida y vuelta: «Para cualquier cosa, aquí estaré».

Esa clase de grandeza que, en medio de la pesadilla, recuerda aquellos versos de Lo que no es sueño, del poeta Claudio Rodríguez: «Pero tú oye, déjame decirte que, a pesar / de tanta vida deplorable, sí /a pesar y aún ahora / que estamos en derrota, nunca en doma (...) Irremediablemente».

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