El equipo de científicos, técnicos y tripulación a bordo del buque oceanográfico Ángeles Alvariño del Instituto Español de Oceanografía (IEO) abandonó el pasado día 21 de octubre sus trabajos de investigación en el mar de La Palma para asistir al buque cisterna que está trabajando para abastecer de agua a las plataneras de Puerto Naos. Este último había perdido el anclaje y el trabajo realizado por el Ángeles Alvariño ha permitido su localización y recuperación para que el buque cisterna pueda así transportar y desalar desde mar abierto 7.500 litros de agua en cada viaje.
La operación comenzó el pasado jueves 21, cuando la empresa encargada de la instalación del sistema de abastecimiento de agua solicitó la intervención urgente del buque para localizar el elemento extraviado. Para estas labores se empleó el vehículo submarino ROV Liropus, que se encargó de inspeccionar la zona en la que se perdió el anclaje. Después de seis horas de rastreo, el barco del IEO determinó que el anclaje cayó por un cañón submarino y tras un trabajo de cartografía, el equipo de geología marina acotó las zonas en las que podría estar el instrumento extraviado.
De los tres posibles puntos en los que podría encontrarse el anclaje y tras iniciar la búsqueda, se localizó la estructura y se procedió a su recuperación. Los dos buques participantes destacan la complejidad de esta operación puesto que el anclaje cayó a una profundidad de más de 130 metros. De este modo, el Ángeles Alvariño no solo participó en la localización sino que, gracias al vehículo submarino, participó junto al buque cisterna en la recuperación guiando la maniobra para pasar el enorme cabo alrededor de la pieza extraviada para sacarla del agua.
Vuelta a la rutina
Después de dos días de trabajo, el equipo científico ha podido retomar sus labores frente al delta de lava para la caracterización físico-química y biológica de la columna de agua y el cartografiado diario del avance de la lava en profundidad. El buque Ángeles Alvariño llegó a La Palma el día 17 para continuar con el trabajo realizado en una campaña previa por el Ramón Margalef en el marco de la erupción volcánica. Un equipo de oceanógrafos, geólogos y microbiólogos estudia desde entonces cómo puede resultar afectado el ecosistema marino ante la llegada de lava al océano, tanto en el hábitat ligado al fondo, como en el que se encuentra ligado a la columna de agua. Para ello, realizan nuevas cartografías del avance del delta lávico en el océano.
