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Erupción en La Palma | Afectados

Un vecino afectado por el volcán: «Jamás pensé que la lava del volcán llegara a La Laguna»

Decenas de vecinos de La Palma recuperan sus recuerdos y enseres ante la amenaza de la lava sobre sus casas

Vecinos desalojados observan su casa a punto de ser engullida

Vecinos desalojados observan su casa a punto de ser engullida Agencia ATLAS | Foto: EFE

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Vecinos desalojados observan su casa a punto de ser engullida Christian Afonso

Mucha gente de La Laguna sigue sin creerse lo que están viviendo los últimos días. Esos viajes exprés en los que se llevan sus recuerdos ante el avance imparable de la lava sobre el barrio.

Manuel Martín espera pacientemente en el interior de su todoterreno a que le asignen un recurso de emergencia para acompañarlo a su casa a rescatar algunos enseres y recuerdos que quedaron allí después de que tuviera que irse sin apenas tiempo para prepararse. En la madrugada de ayer, la lava rebasó la rotonda de acceso al barrio llanense de La Laguna, amenazando la estación de servicios y el colegio. «Jamás pensé que llegara hasta aquí», comentó apesadumbrado el hombre, que iba a realizar su tercer viaje relámpago para tratar de recuperar unas mangueras de su finca y más fotos que muestran una vida pasada en la que el volcán ni siquiera aparecía en sus pesadillas. Como él, decenas de personas que habitan en esta localidad de unos 1.600 vecinos tratan de recuperar algo que la colada no se lleve por delante, como ha hecho con las esperanzas de muchas de ellas.

Una incesante lluvia de cenizas arremetió ayer contra la superficie palmera, en una jornada inusitadamente dura en este sentido. Los efectivos de emergencias que se encontraban coordinando la entrada de las personas a sus hogares trataban de protegerse de múltiples maneras, mientras insistían en recomendar a la gente el uso de mascarillas FPP2 o superiores y gafas protectores para evitar males mayores. Muchas de ellas miraban absortas al frente, a la densa columna de humo que manaba del volcán, como si quisieran parar la erupción con el pensamiento. Esa que nunca imaginaron que llegara a amenazar sus vidas. Las conversaciones de cafetería, los corrillos de padres y madres, las charlas entre amistades de estos últimos días tenían la misma dirección: nadie se esperaba que la colada más al norte de las que tiene este Cumbre Vieja llegara hasta La Laguna. Ha sido otro golpe importante a la moral de los palmeros tras el símbolo de Todoque.

La mayoría de gente ve con sorpresa la llegada de la lava al barrio, ya que parecía muy lejana a las casas

Manuel Martín tiene su casa y una finca de plátanos en este barrio de Los Llanos de Aridane y, después de haber recogido recuerdos, tres motores que tenía en su plantación y diversos enseres, ayer regresó para recoger sus mangueras de riego y más objetos del interior de su vivienda. «Todo esto ha sido una sorpresa», insistió visiblemente afectado. También sus padres podrían perder su casa de toda la vida si la lava decide seguir su camino de destrucción por el cauce por el que se encuentra actualmente. «Solo quiero que acabe de una vez y podamos empezar de cero, si es que tenemos que hacerlo, pero no seguir con este desasosiego», expresó.

Durante toda la mañana, y antes que la coordinación de la emergencia decidiera cortar el acceso a la localidad por el peligro que entrañaba la colada acercándose a la gasolinera, el goteo de vecinos fue incesante. La mayoría de ellos se encontraban muy apesadumbrados, con fatiga en la mirada después de tantas jornadas de incertidumbre, miedo y desconsuelo. Sobre las 13.30 horas, las emisoras sonaron al unísono con una orden clara: todo el que estuviera ya en el pago tenía que salir de él y se prohibía la entrada de nuevas personas. Poco más tarde, una humareda de un color más grisáceo se erigió sobre los tejados de las viviendas a medida que la lava engullía la estación de servicios y avanzaba por la trasera de la asociación de vecinos.

Entre 250 y 300 vehículos entran a diario a La Laguna para recoger enseres, animales o recuerdos

Antes de esto, una pareja de ingleses afincados en La Palma desde hace dos años y medio consiguieron entrar a su casa, la cual compraron hace apenas cuatro meses. Con los ojos enrojecidos, y la sonrisa amarga propia de la impotencia, afirmaron que recogerían algunas de las cosas que tenían en la vivienda, ya que esperaban que la lava pudiera destruirla próximamente, al encontrarse en el camino que parece haber tomado. «Nos mudamos a la isla por el buen tiempo y la calidad de vida, pero nos hemos encontrado con la destrucción del volcán», indicó el hombre, para quien la Isla Bonita sigue siendo el lugar en el que quiere vivir pese a la erupción. «Nos quedaremos aquí, seguro», concluyó antes de marcharse al lugar en el que se encuentran hospedados.

También pudo entrar al barrio un veterano vecino que aseguró haber vivido las tres erupciones del último siglo en La Palma: la de 1949, la de 1971 y esta de Cumbre Vieja. Pese a su dilatada experiencia, lamentó que esta estaba siendo la más dura, no solo porque en esta ocasión su vida sí se ha visto directamente afectada, sino porque también ha sido la más devastadora y duradera de las tres. «Si tiene algo en lo que creer, récele porque esto termine de una vez y podamos seguir con nuestras vidas», comentó. Su casa de toda la vida, esa en la que construyó su vida y la de sus hijos, se ve ahora amenazada, por lo que no hay consuelo para este hombre ni para el resto de su familia. De hecho, su mujer no le acompañó porque no se vio capaz de soportar la idea de no volver a ver su casa nunca más.

Las coladas arrasan con la gasolinera de La Laguna

Las coladas arrasan con la gasolinera de La Laguna

Otro hombre que llegó casi a las dos de la tarde se vio obligado a esperar a ver si le dejaban entrar al barrio, junto con otra docena de vehículos que aguardaban en la carretera LP-213, poco más al sur de la rotonda de la LP-21 que circunvala Los Llanos. «Quiero entrar a buscar unos gallos que dejé en mi casa porque no intuía que tuviera que pudiera no volver a ella nunca más», lamentó. Igual que el resto de sus vecinos, no podía concebir que la colada llegara al barrio. «Después de Todoque, La Laguna es otro de los barrios importantes de Los Llanos y verlo caer será muy doloroso para todos, pero tenemos que levantarnos porque al menos nos queda la vida», arguyó.

Transporte desde Gran Canaria

El servicio de acompañamiento en la emergencia, del que forman parte los miembros de los distintos cuerpos de seguridad y protección que trabajan sobre el terreno en La Palma, se encarga de entrar con los vecinos a los barrios para que puedan recuperar sus cosas con la mayor garantía posible de seguridad. En las últimas jornadas, con la colada amenazando el núcleo de La Laguna, una media de entre 250 y 300 vehículos diarios han acudido al barrio para recuperar enseres, animales y recuerdos que no pudieron coger al marcharse en medio de la evacuación de la zona. Además, no solo se encargan de asegurar la protección de quienes entren en la zona de exclusión, sino que también les dotan de atención psicológica si lo requieren y varios camiones y furgonetas están a disposición de quienes no tengan espacio suficiente en sus coches para cargar con ciertos enseres de mayor volumen.

Dos personas de Las Palmas están en La Palma estos días para brindar ayuda de transporte

Además de los propios vehículos de emergencias, vecinos de otras partes de La Palma y del Archipiélago también han puesto a disposición sus propios furgones, y a sí mismos como conductores, para ayudar en la medida de lo posible a estas personas a recuperar parte de su mobiliario. Una de esas personas solidarias vino hace unos días desde Las Palmas de Gran Canaria con su pequeña furgoneta, con la que ha acompañado a muchas personas a recoger parte de su vida. Ayer mismo, lo hizo con dos mujeres que iban en un utilitario que no les era suficientemente grande para llevarse algunos electrodomésticos de mayor tamaño. Ambas con lágrimas en los ojos, también fueron acompañadas a su hogar por una trabajadora social de Cruz Roja, que les brindó apoyo emocional ante la desgracia que estaban viviendo. Y es que toda ayuda es poca en estos momentos.

Este hombre y un familiar, naturales de la capital grancanaria, decidieron aprovechar unos días libres en el trabajo para acercarse a La Palma y «estar ahí donde se nos necesite». El lunes, por ejemplo, se encargaron de organizar comida y donaciones solidarias de la gente en una gran nave industrial en El Paso. En ese sentido, aseguró que falta «mucha ayuda, esto es un auténtico desastre». Y ya no solo monetaria, sino también psicológica. «Fuimos el otro día a ayudar a un chico a sacar las cosas de su vivienda, pero se bloqueó y no quiso recoger nada, dijo que no hacía falta porque la colada no le iba a atacar su casa, así que terminamos yéndonos sin nada», relató. Una situación que bien demuestra el nivel de estrés por el que están pasando los vecinos afectados por Cumbre Vieja.

Entre 250 y 300 vehículos entran a diario a La Laguna para recoger enseres, animales o recuerdos

La ceniza seguía cayendo a primera hora de la tarde, cada vez con mayor intensidad, mientras se iba extendiendo la oscuridad por el barrio de La Laguna. Mientras la lava devoraba la gasolinera, muchos seguían esperando para poder pasar a salvar algo de sus recuerdos, sin saber que quizás no los iban a volver a ver. Es el drama que a diario golpea La Palma.

Tazacorte continúa en vilo

Desde hace varios días, con la inminente llegada de la lava de una de las coladas del norte al mar ( aunque cada vez avance más lenta), los vecinos del casco de Tazacorte se encuentran en vilo. Desde la coordinación de la emergencia, indicaron el martes por la tarde la posibilidad de confinar el núcleo por la emisión de gases nocivos del contacto del magma con el agua del océano. Ayer, la vida seguía transcurriendo con la normalidad propia de este mes de erupción en sus calles, pero todos hablaban de lo mismo. Con esta colada casi parada, apenas se ha movido en las últimas 24 horas, muchos están animados con no tener que confinarse en casa. «Sería algo catastrófico, volver a la peor época del Covid», lamentó un camarero mientras limpiaba la ceniza de las mesas de su terraza, «otra dificultad más para este año».

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