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Erupción en La Palma | Los rescatadores de animales

Las dos tragedias de César Bravo por el volcán de La Palma

El coordinador del operativo de veterinarios se desvive por atender a los animales afectados pese a haber perdido su casa por la lava

César Bravo, coordinador de los veterinarios, rescata unas ovejas. eldia.es

«Vivimos a base de pastillas para controlar la ansiedad», confiesa César Bravo. «Ese rugido constante del volcán puede volver loco a cualquiera... Pero hay que cuidar a los animales». Y de eso, él sabe mucho. Por su cargo de vocal del Colegio de Veterinarios de La Palma, César Bravo se ha convertido en coordinador del operativo desplegado por estos profesionales tras la erupción en Cumbre Vieja del 19 de septiembre, hizo ayer tres semanas. El flujo de trabajo es tan constante como la lava. Aparecen animales perdidos por todos lados, desde cabras, ovejas y vacas hasta perros, gatos, palomas, gallinas o animales exóticos. El volcán se está cebando con núcleos rurales, donde hay animales en cantidad. Hace unos días recogieron de una casa a dos serpientes de casi 60 kilos, 15 tortugas de tierra y dos caimanes. Claro que también hay algún momento distendido para recordar anécdotas, como cuando después de rescatar a varios perros, los veterinarios acompañaron al dueño para alimentar a sus gallinas y, de paso, se llevaron unos huevos.

Hasta la extenuación

Todo está siendo especialmente duro para César Bravo. Pero a pesar de su drama personal, batalla hasta la extenuación día a día para salvar a la mayor cantidad de animales. Parece imposible pero los veterinarios que trabajan bajo su supervisión lo corroboran. «No ha parado». La fatídica tarde del domingo 19 de septiembre, César Bravo pasaba un día tranquilo en familia en su casa con terreno de Camino Pastelero, un pequeño paraíso desde el que de día veía todo el Valle de Aridane y de noche, todo el cielo de La Palma. Su clínica veterinaria está en el mismo municipio de Los Llanos. «Cuando se oyó la explosión cogimos lo que ya nos habían dicho que tuviéramos preparado: un cambio de ropa y poco más. Mi mujer cogió a nuestro hijo, lo metió en el coche y salimos corriendo». César se quedó hasta las 18:30, más de tres horas después de la erupción, regando el jardín para que no se estropeara. «Puede parecer una reacción ilógica pero estábamos bajo una ansiedad extrema porque veíamos que la lava tomaba dirección hacia nuestra casa».

César Bravo solo pudo volver al hogar que tanto le había costado levantar un par de veces, apenas unos minutos, para recoger algunas cosas imprescindibles. «Pudimos acceder a la zona a través de un camino real, pero ya no podía llegar a mi casa en el coche. Allí quedó todo: mis libros, los electrodomésticos, mi hogar… La lava lo engulló todo. Ya no está». La clínica está a salvo, mientras César, su mujer y uno de sus dos hijos –el otro estudia fuera de la isla– han pasado a un piso que les han cedido de forma indefinida unos amigos. Y mientras se intenta armar de paciencia para iniciar las gestiones sobre sus posesiones perdidas, se mantiene al pie del cañón dirigiendo a los veterinarios regulares y voluntarios en una parcela decisiva del amplio y complejo operativo de seguridad de la erupción. Son muchos los animales afectados.

Las dos tragedias de César Bravo

Alabanzas de los compañeros

Lo corrobora Pascual Calabuig, veterinario del Centro de Recuperación de Especies del Cabildo de Gran Canaria, que no se lo pensó dos veces y se fue a La Palma a ayudar. «César tiene experiencia en emergencias. Sabe cuáles son los protocolos de actuación con el resto de las unidades de emergencia y sabe manejar la cerbatana porque había animales que no se dejaban coger o mordían, con lo que teníamos que sedarlos a distancia. Juntos hemos recorrido con la Guardia Civil, los bomberos o la UME todos los lugares en los que había animales que debíamos recoger o alimentar, dependiendo de las zonas y las situaciones». Calabuig recuerda el día que vieron caer y desaparecer la casa de César: «Nos pusimos a rescatar animales hasta caer exhaustos para que él no pensara en lo que acaba de ver. Fue terrible».

«Son unos máquinas. Los días que he estado con ellos han sido difíciles e intensos. Se dejan la piel», cuenta Calabuig sobre los veterinarios palmeros y la decena de voluntarios que se han ido sumando al despliegue, como él mismo. A los cuatro días de la erupción ya tenían organizada la asistencia en los centros de recogida para los diferentes tipos de animales y sus variadas situaciones. Un día después, cuando ya contaban con la acreditación para entrar en las zonas evacuadas –siempre con bomberos, UME, Guardia Civil o Policía–, el flujo de información para recoger animales era constante pero el punto de recogida en el recinto ferial de El Paso no reunía las condiciones necesarias. Hubo que adecuarlo para el ganado, al tiempo que Cruz Roja cedía una carpa en el instituto Eusebio Barreto, en el que prácticamente se ha montado un consultorio de campaña para los animales de compañía.

La tarea es titánica. Hay que buscar la forma de sacar a los animales, encontrar lugares en los que puedan estar, ayudar a las protectoras... «El Colegio de Veterinarios nos envió rápidamente un botiquín de urgencia para que tuviéramos todo lo necesario y han sido nuestro gran apoyo porque carecíamos de experiencia en una emergencia como esta», asegura César Bravo. En el instituto Eusebio Bravo había ayer 20 animales, sobre todo perros, gatos y gallinas. Por allí han pasado más de 150 pero los dueños han ido a recuperar a la mayoría de ellos. El resto serán dados en adopción. «Los animales que nos hemos ido encontrando están sobre todo asustados. No nos hemos encontrado heridas graves ni hemos tenido que hacer grandes intervenciones. Los recogemos, lo cual muchas veces no es sencillo, les damos agua y alimentos y los llevamos a un lugar seguro, mientras intentamos localizar a los dueños».

Junto a César Bravo trabajan Ruth Torres, Anabella García, Elena Tarife, Evaristo de la Rosa, Christian Verlazza, Francisco Manuel Macías, Amanda Pérez, Héctor Gutiérrez, Rubén Quintana… Otros voluntarios van y vienen, mientras estos profesionales cuentan con el apoyo de las siete clínicas veterinarias de la isla y alguien a quien todos están muy agradecidos en La Palma: Manuel Ángel, empleado del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, que con su remolque entra en los lugares más inaccesibles para sacar a los animales. Luego está la ola de solidaridad que llega no solo de Canarias y el resto de comunidades españolas, sino de todo el mundo, y que también se ha acordado, y mucho, de los animales. Sin olvidar la plena colaboración de las protectoras palmeras, como Benawara, y de particulares que han cedido terrenos de su propiedad para la atención y acogida.

Las dos tragedias de César Bravo

Bajo tratamiento médico

Algunos de estos profesionales están bajo tratamiento médico para combatir la ansiedad. «Hace una semana no podía ni hablar», recuerda César Bravo, que espera que su clínica siga funcionando una vez deje de rugir el volcán para poder mantener a su familia y a sus trabajadores. No tiene tantas esperanzas con las indemnizaciones a los damnificados que, como él, tienen que enfrentarse ahora a otra ardua labor: resolver los farragosos trámites burocráticos para al menos recuperar parte de la pérdida económica. Las pérdidas sentimentales van a ser irreparables, eso lo sabe bien. No hay seguros para cubrir tanta magua. Su primera visita a la oficina de atención a los afectados en Llano Argual, en Los Llanos, ha sido «decepcionante». «Me temo que esto va para largo. Ni siquiera me han aclarado bien qué documentos debo recopilar y qué tipo de ayudas va a haber. Pero hay que agilizar este proceso porque estamos hablando de una emergencia», subraya.

Un largo camino por delante

Estrés, cansancio, preocupación, incertidumbre, pastillas para combatir la ansiedad… Los veterinarios regulares y voluntarios saben que tienen un largo camino por delante mientras sigan fluyendo las coladas de lava hacia el mar y destruyéndolo todo a su paso. Pero cada día vuelven a recorrer las calles cubiertas de ceniza, los caminos vacíos, las fincas abandonadas por las órdenes de evacuación. Y lo hacen en busca de esos animales de los que han informado los propietarios, los cuerpos de emergencia o se han encontrado de casualidad.

Volverán a estar en las mismas faldas del volcán o mirando de frente a una colada de lava y regresarán a la carpa a atender a los que ya han sido rescatados. O vivirán historias como la de aquel señor alemán de avanzada edad en cuya casa tenía 4 ovejitas de las que está enamorado. Fueron a sacarlas pero él no quería. Quería que le dejaran ir a alimentarlas. La casa estaba en la zona de evacuación y había que actuar. Al final cedió y los veterinarios pudieron ponerlas a salvo mientras tranquilizaban al señor, que tenía una dolencia cardíaca. Otras veces son los animales los que dan pequeñas alegrías, como el podenco al que sólo se pudo coger con un somnífero lanzado con cerbatana. Fue en la zona de la iglesia de Todoque, precisamente el mismo día que esta cayó. Al día siguiente, el podenco premió su rescate con unos buenos lametones a los veterinarios.

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