Las modificaciones del paisaje en tiempo real debido al volcán sigue generando estructuras que, hasta ahora, algunas personas no eran capaces de relacionar, a simple vista, con los emblemáticos paisajes canarios. Los ríos de lava líquida que emanan del volcán de Cumbre Vieja ahora discurren por un pasadizo subterráneo, un tubo que se ha formado dentro de la colada principal y que está encauzando la «lava nueva» desde al menos la mitad de la colada hasta casi su desembocadura en el mar. 

Estos tubos se forman cuando la lava más exterior de la colada se solidifica en contacto con el aire y la que sale del volcán es tan líquida que empieza a erosionar la colada ya semisolidificada. Como tiene un peso considerable –de unos 2.600 kilos por metro cúbico–, la gran masa lávica se aprovecha de la pendiente –y, por tanto, de la gravedad– para ejercer presión sobre la roca semisólida. «El techo frío se convierte en sólido y hace el papel de tejado, formando un túnel», explica Vicente Soler, vulcanólogo del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC). Esto supone que la lava empieza a discurrir por su interior a gran velocidad tal y como lo hace «el agua cuando fluye por una una manguera». 

Esta estructura sólida protege a la lava de la pérdida de calor y de la desgasificación

Bajo esta nueva estructura geológica, la lava está mucho más protegida. Los ríos de productos volcánicos mantienen mejor el calor al salir del cono principal –es decir, unos 1.000 grados centígrados– y, gracias a este recubrimiento, también quedan protegidos de la desgasificación. Esto no significa, sin embargo, que estén exentos de sufrir este proceso químico. 

«Hay pequeñas roturas en el techo, por puntos discretos, que generan que las lavas pierdan gases», señala Soler. Este fenómeno es perceptible a simple vista, incluso estando a varios kilómetros del volcán. Mientras en los primeros días tras la erupción se podía ver cómo de la práctica totalidad de la colada de lava emanaba una nube de compuestos tóxicos, en los últimos días esas nubes están mucho más dispersas e, incluso, han llegado a desaparecer. 

En Canarias, estos «huecos» que se producen el techo del tubo volcánico se conocen como «jameos». «Por ahí se produce una fuerte desgasificación», insiste el investigador, quien recalca que, pese a la mayor conservación de la lava –en lo que se refiere a propiedades químicas y físicas–, al llegar al mar las consecuencias serán las mismas. «El efecto será estrictamente el que se produzca con el choque de una masa a temperaturas muy elevadas con el mar». 

La lava podrá seguir fluyendo por estos tubos hasta que cese la erupción o sean sepultados

La lava podrá seguir fluyendo por estos nuevos tubos hasta que cese la erupción o hasta que sean sepultados por otra colada. Todo depende cómo evolucione la actividad volcánica. «Si la fuente varía, los tubos pueden llegar a quedar inutilizados», explica Soler. Esto podría ocurrir si, por ejemplo, la emanación de lava principal se desplazara hacia otra boca o si el cono de piroclastos se desploma de nuevo. En ese caso, la lava discurriría por encima de la colada principal y taparía el tubo. De hecho, aunque estos nuevos tubos volcánicos se formaron hace tan solo unos días, han ido variando en su forma estructural. 

La erupción actual ha estado cerca de sepultar otra estructura histórica de este tipo: el tubo que nació de la colada de lava del volcán de San Juan (1949). Sin embargo, la estructura se ha logrado salvar de este destino gracias a que la colada de lava actual discurre a unos 400 metros de distancia de él. El tubo se seguirá moldeando hasta que la erupción cese y, para entonces, si se vacía, dejará una nueva cueva para la isla. 

El tubo se seguirá moldeando hasta que la erupción cese y, para entonces, si se vacía, dejará una nueva cueva para la isla.

Pese a lo cautivante que puede llegar a resultar el vivir tan de cerca esta transformación del terreno, la creación de tubos volcánicos es un fenómeno bastante común. En Canarias hay varios lugares emblemáticos que tienen el mismo origen. El Túnel de La Corona que desemboca en los Jameos del Agua (Lanzarote), la Cueva del Viento (Tenerife) e incluso los Caños de Fuego (La Palma) son ejemplos de estas estructuras se formaron en las erupciones históricas que ha sufrido el Archipiélago. Este tipo de estructuras son habituales en los lugares volcánicamente activos de La Tierra, pero también se han llegado a documentar fuera de nuestro planeta, en La Luna, Martes y Venus. 

 Las cuevas volcánicas son solo una de las muchas formas y estructuras que se pueden relacionar con los procesos eruptivos –en La Palma también se ha formado un cono, una colada y una fajana–, sin embargo, estas tienen un especial interés científico. Además de ser una ventana para conocer el pasado geológico de las islas y su valor, constituyen un hábitat para singular para la fauna autóctona. 

Por ejemplo, en el caso de la cueva del Viento de Tenerife, que es uno de los tubos volcánicos los más largos del mundo –mide 18 kilómetros solo en la zona explorada– alberga un total de 190 especies conocidas, la mayoría invertebrados. De entre los animales adaptados al medio subterráneo, que solo pueden vivir en la oscuridad, se han hallado hasta 15 especies nuevas para la biología. Los tubos volcánicos cuentan también el pasado y, de hecho, en muchos de ellos se han hallado fósiles de animales vertebrados extinguidos, e incluso de pobladores de que habitaron las islas y que no pudieron escapar al volcán.