Suscríbete eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Erupción en La Palma | El día a día en la Isla

La rutina alterada de La Palma por el volcán Tajogaite

Los puestos del mercado de Los Llanos, restaurantes, exportadores de frutas

y muchos más negocios reducen sus

ventas y, sobre todo, temen «el después»

A la derecha, Ana, en su puesto del Mercado Municipal de Los Llanos de Aridane. Y unos clientes en Palmafrut S. L., en la carretera a Puerto Naos. | n.n.

El trajín alegre que bulle entre semana en el Mercado Municipal de Los Llanos de Aridane despacha estos días más pesares que legumbres y hortalizas. «La gente está muy retraída», apunta el vendedor Esteban Barreto mientras parte un fisco queso de la tierra a un cliente fugaz desde su puesto homónimo. «Es que esto es muy fuerte, esto no es fácil», añade.

La rutina alterada de La Palma

Unos metros a su izquierda, al otro lado del portón de rejas de la vieja recova, Ana, del puesto de frutas y verduras Osorio y Ana, viene de comprar la mercancía en otra parte, porque su huerto, en el barrio Las Manchas, permanece cerrado al paso como consecuencia de las coladas del volcán. «Ahí cultivo lechugas, rúcula, perejil... Pero ahora tengo que comprar toda la mercancía mientras aquello se me muere», explica Ana. «No me ha bajado la venta hasta la ruina, pero sí se nota mucho», añade.

Justo en ese instante se acerca una clienta al mostrador. «Y yo que venía a por las hierbitas de Ana para las infusiones, que buena falta nos hacen», exclama. «Bueno, nos quedamos sin las hierbas pero tu huertito va escapando», a lo que la vendedora responde: «De momento». «Hoy los rosales tienen rosas y mañana no se sabe». «Si al menos nos permitieran ir a limpiar y a regar, estaríamos más tranquilos», suspira. Y es que la hija de Ana fue una de las primeras evacuadas en Las Manchas de Abajo y sigue alojada en la casa de su suegra. «Al menos ha podido ir recogiendo sus pertenencias a través de Jedey», explica su madre, «ella salió con todo: los papeles de la empresa suya los metió en un pen drive y ni los perros se dejó atrás, pero ayer volvió a por la ropa de invierno». ¿Y hará falta? «Es que no se sabe».

«Corazones a tus pies / blanca reina de mi Valle / cómo flamean los cirios / y se deshojan los lirios / al entornarte la salve», rezan los versos a la Patrona estampados en la pared blanca de Benigno Carballo, en el centro de Los Llanos, donde la Repostería Matilde Arroyo, referencia dulce por antonomasia en la isla bonita por sus almendrados y príncipe albertos. Solo hay una mesa ocupada. «La gente está muy triste y no tiene ánimo para salir», explica Asunción, su camarera. «Además, en la calle no se habla de otra cosa. Sobre todo, preocupa mucho el después: lo que va a quedar».

En el quisco de la Plaza de España, corazón efervescente del casco llanense, los clientes clavan un ojo en las noticias de las pantallas que presiden la cubierta y emiten la última hora del volcán. Entre ellos, Jeremías, encargado de la terraza, asiente: «Esto es demasiado». «Tengo clientes que me vienen un día y me dicen que su casa escapó por poco. Luego vienen al día siguiente con su casa metida en dos bolsas», lamenta.

En el municipio vecino, El Paso, planea la sombra alargada de columnas de humo, tremores y rugidos que emanan desde Cumbre Vieja. Las escobas barren arena negra sobre la memoria de las plantas y murales calcinados por el incendio del pasado agosto. El restaurante Carmen, radicado en la urbanización Celta, acoge un par de mesas junto a un amplio jardín arrasado por el fuego y tamizado de cenizas. «Ya el mes pasado tuvimos que cerrar, porque el incendio nos quemó árboles, contenedores y carteles. Nos pasamos tres días de limpieza sin parar», cuenta Yadami, camarera del Carmen. «Y desde que empezó esto del volcán, esto solo ha ido pa’ atrás, porque nadie quiere comer con este ruido de explosiones de fondo», añade. «Ves a gente sentada a la orilla de la carretera con un bocadillo y un refresco, vigilando el volcán, pero los restaurantes estamos casi vacíos».

La rutina alterada de La Palma

Unos kilómetros al sur, en la carretera a Puerto Naos, la empresa Palmafrut S. L., emplazada en una nave industrial a pie de carretera y dedicada a la exportación y distribución de frutas, verduras y hortalizas en la isla, con ventas también en Tenerife y Gran Canaria, atesora el grueso de su clientela local en este tramo a caballo entre Los Llanos y El Paso, que engloba las poblaciones de La Laguna, El Pedregal, Todoque, Tajuya, Tacande o Las Manchas, sobre las que se cierne la gran nube negra. «Todos son clientes míos y muchos lo han perdido todo», apunta Ángel Rodríguez, encargado de Palmafrut.

«Hoy los rosales tienen rosas y mañana no se sabe», dice Ana, vendedora en el Mercado

Sus campos de cultivo, situados en el municipio de Puntallana, al noreste de La Palma, amanecen cubiertos de cenizas que dañan puerros y lechugas, y cuyas pérdidas se superponen a las que provocó la ola de calor y viento del pasado verano, que se tradujo en la pérdida del 80% del cultivo de aguacates en la isla. «Ahora se pierde todavía más mercancía y las ventas se resienten muchísimo», explica. «En general, la venta local puede haberse reducido ya a un tercio de lo que era antes».

Sin embargo, el empresario coincide en que el mayor problema para la isla de La Palma radica en el después, una vez que el volcán se apague y todo sea cenizas. Sobre todo, porque más del 50% de la población depende directa o indirectamente del plátano, toda vez que el turismo se ha ido consolidando como un sector cada vez más estratégico en la isla. El volcán de Cumbre Vieja ha impactado contra ambos pilares, ya que la lava entró ayer en las plataneras devorando a su paso invernaderos, fertilizantes y sistemas de riego, así como aislando a cientos de plantaciones en uno de los mayores pulmones económicos de la isla. «La conexión del agua es un problema muy importante porque, si no se riegan las plataneras en un mes, se pierden», apunta Rodríguez. «Estamos hablando de que la isla produce unos 20 millones de kilos de plátanos al año».

«Sobre todo preocupa mucho el después: lo que va a quedar», explican en Matilde Arroyo

Si la lengua de lava sigue su camino desde Cabeza de Vaca a través de Todoque y desemboca en Playa Nueva, lo hará derribando uno de los campos de plataneras capitales de la isla, que se extiende desde Tazacorte hasta El Remo y conforma en torno al 10% de la producción agrícola de la isla. Ese terreno quedaría inservible durante décadas. En paralelo, la localidad costera de Puerto Naos se erige en uno de los principales puntos de atracción turística de La Palma, que quedaría aislada por un terreno rocoso no edificable ni cultivable. «El gran problema de La Palma ahora es el futuro», concluye Rodríguez. «Todo esto es una mordida mortal a la economía de la isla y las ayudas van a ser fundamentales, porque se va a pasar muy mal en los próximos años».

Este es el sentimiento general de una isla sobrecogida en el ahora y, sobre todo, ante el después, y que solo clama contra el olvido: que el mundo permanezca después, al otro lado de la nube negra, como la canción de Sabina, al otro lado de los apagones, al otro lado de la luna en quiebra.

Compartir el artículo

stats