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Crisis sísmica | La evolución de los terremotos en La Palma

Vigilantes del subsuelo

Las estaciones sísmicas del Instituto Geográfico Nacional registran

pequeños terremotos cada minuto en la corteza terrestre de La Palma

Uno de los ingenieros del IGN comprueba cómo una de las estaciones sísmicas de Cumbre Vieja notifica una serie de seísmos continuos.

Los datos a tiempo real están posibilitando que toda la población de la Isla y de todo el planeta esté siguiendo cada uno de los pequeños movimientos sísmicos que, por centenares, siguen haciendo vibrar la corteza terrestre bajo La Palma. Para registrarlo, nueve estaciones sísmicas del Instituto Geográfico Nacional (IGN) triangulan toda la información que transmiten a los centros de esta institución. 

Llegar a las estaciones sísmicas ubicadas en La Palma, y que se han convertido en unos importantes elementos de vigilancia en estos días, no es fácil. Ubicados a lo largo de la cordillera de Cumbre Vieja, es necesario recorrer varios kilómetros de pistas forestales y, en algunos casos, seguir a pie hasta llegar a estos puntos donde cualquier anomalía terrestre queda registrada.

Acompañamos a dos de los vulcanólogos del Instituto Geográfico Nacional (IGN) desplazados a la Isla en estos días, Stavros Meletlidis y Rubén López, quienes puntualizan la necesidad de instalar estas estaciones lejos de la actividad humana, pera que no influya en los datos que registra.

También se tiene en cuenta que esté localizada en función de la geometría de la Isla, ya que es importante que puedan conectarse unas con otras para asegurar registrar la sismicidad.

Y es que «justo debajo de nosotros está ocurriendo algo», se refiere Rubén López, aludiendo a la estación sísmica que estamos visitando, y en la que incluso podemos comprobar a través de sus sistemas como registra, prácticamente cada minuto, un pequeño terremoto.

Estos elementos tecnológicos están compuestos por un panel solar para aprovechar la energía, al que acompaña una batería encargada de suministrar a los equipos con los que cuenta. En el interior del pequeño habitáculo de cemento, un digitalizador de sistemas y los sensores, además de un router que por tecnología 4G transmite los datos en tiempo real. Esta estación, en el entorno del área recreativa de El Pilar y el volcán Birigoyo, será sustituida próximamente por otra, «más robusta», en la que también se incluirá un gravímetro, un GPS o un inclinómetro, aprovechando con una sola conexión el envío cuatro señales y contar con más información.

Las estaciones sísmicas cuentan con paneles solares y un routers con tecnología 4G

Esos datos son después analizados por los técnicos especialistas de distintas disciplinas, como Stavros Meletlidis, que es doctor en Geología, o Rubén López, ingeniero. Ellos ven como estos días son muchos los ojos que miran hacia su trabajo. Pero afrontan su labor como «un reto apasionante desde la perspectiva científica». Hay que tener en cuenta que todo sus estudios y trabajos están realizados con la previsión de que se produzca un incidente de este tipo, considerándose afortunados por haber vivido ya el volcán submarino de El Hierro, y poder estar presente en lo que pueda ocurrir en La Palma.

«Porque no se sabe que va a ocurrir, pero algo está ocurriendo», sonríe Meletlidis, para quien en La Palma «todo va mucho más rápido que en El Hierro», aunque destaca que «hay diferencias entre magnitudes, de migración de la sismicidad, puede que el resultado sea parecido y muchas veces habrá que estudiar una isla para entender la otra, pero la naturaleza sorprende».

Pero a pesar de su labor, y de cierta ansia por lo que pueda llegar a ocurrir, tanto Stavros Meletlidis como Rubén López se empeñan en querer lanzar un mensaje tranquilizador. «Este es un proceso que puede acabar en nada, o que puede ser prolongado», señala López, por lo que considera que hay que tener la tranquilidad de que la Isla está monitorizada «ahora y antes», señalan, ya que en La Palma hay «más de 50 puntos de control que están visualizando al instante, durante 24 horas al día, en los centros de Madrid y Santa Cruz de Tenerife».

Para estos vulcanólogos del Instituto Geográfico Nacional también es importante que una situación de estas características se esté produciendo en una isla que cuenta con «cultura vulcanológica», ya que no en vano las erupciones de San Juan en 1949 y del Teneguía en 1971 hicieron que la sociedad palmera «conviviera con ellas» y, sobre todo, «cuando no existía la tecnología que hay ahora».

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