El rabo de gato sobrevive al incendio y resurge una semana después.

El incendio de la pasada semana en zonas de huertas y solares abandonados permite descubrir la resistencia que tiene al fuego una de las principales plantas invasoras que ocupaba estos espacios, no sólo provocando su expansión, sino también resurgiendo pocos días después de que fuera extinguido.

Y es que apenas una semana después del incendio que afectó a los municipios de El Paso y Los Llanos de Aridane, el rabo de gato está rebrotando, mostrando la gran resistencia que también tiene al fuego, pudiendo crecer ahora sin plantas competidoras del espacio, y con la posibilidad de hacerse con todo el terreno, si no se actúa para evitarlo, tras la “colaboración” del fuego y el viento esparciendo sus semillas.

También fue un agente propagador de las llamas, ya que uno de los motivos por el que el incendio agrícola-urbano arrasó 300 hectáreas del Valle de Aridane fue el abandono de parcelas, en donde el invasor rabo de gato se ha convertido en la vegetación predominante, y siendo un perfecto combustible para alimentar este tipo de fuegos.

Pero no son solo terrenos particulares, ya que los márgenes de las carreteras, en donde se extiende el rabo de gato desde hace años, también son parte del entramado urbano que debe ser gestionado por las administraciones, en cuanto a mantenimiento y limpieza.

Contribuyó sin duda a la expansión de un fuego que aprovechó todo el combustible que encontró a su paso entre viviendas, de las que más de medio centenar sufrieron algún tipo de daño.

Incluso los responsables de la extinción y los medios que actuaron para intentar controlar el avance de las llamas también se encargaron de llamar la atención sobre esta situación, en la que además de las altas temperaturas y el viento, el rabo de gato se convirtió en el «combustible ideal» en el que, al caer las pavesas encendidas, rápidamente originaba otro foco e impedía a los equipos de extinción controlar su avance.

Así ocurrió en muchos márgenes de carreteras y espacios entre fincas particulares, muchas abandonadas y sin limpiar, con terrenos apoderados por esta planta invasora y otras, que no han sido retiradas pese a las advertencias constantes de las autoridades locales, incluso con bandos municipales en los que se habla de posibles sanciones.

Pero la administración también tiene responsabilidad, y admitiendo el poco éxito de las campañas de erradicación de esta plaga, que como ha demostrado resurge no solo después de haber sido arrancada de raíz, también cuando es arrasada por el fuego.