El pasado miércoles fue encontrado el cuerpo sin vida de Javier Díaz Hernández, desaparecido en la zona del Roque de Los Muchachos desde el pasado 2 de febrero. Díaz, de 49 años y natural de El Paso, dejó la vida en Garafía, pero es también donde queda gran parte de su legado. Una vida plagada de inquietudes sobre la historia, la arqueología y la etnografía de la Isla, y que queda reflejada en los miles de fotografías que adornan su vida. En su colegio creó un museo etnográfico del municipio, recogiendo utensilios de la vida ancestral que configuran un lugar maravilloso de experiencias y aprendizaje.

Javier Díaz subió al monte garafiano el pasado martes 2 de febrero como había hecho en centenares de ocasiones a lo largo de su vida. Esa fue la última vez que lo hizo. Allí, la nieve dificultó que no fuera hasta este miércoles cuando se encontró su cuerpo sin vida.

La cumbre de La Palma fue uno de sus rincones favoritos, donde mirar al horizonte y apreciar la grandiosidad de su Isla, a la que eligió para regresar y recorrerla de punta a punta conociendo su naturaleza, su patrimonio y su cultura.

Como muchos jóvenes palmeros, cuando le llegó la hora de partir para continuar sus estudios eligió Tenerife, en este caso apoyado en una posibilidad deportiva de otro de sus amores, el baloncesto. Pudo compaginar allí sus estudios de magisterio con el deporte de la canasta.

Después de impartir docencia en las islas de El Hierro y La Gomera, por fin le llegó la oportunidad de regresar a La Palma, y tuvo que ser el CEIP Santo Domingo, en las antípodas del urbanismo, donde lo rural prima, ofreciéndoles a los más pequeños tener una visión de la tierra más cercana a la que el propio Javier, su maestro, tenía.

En Garafía dejó la vida, pero es también donde queda gran parte de su legado. Una vida plagada de inquietudes sobre la historia, la arqueología y la etnografía de La Palma, y que quedará para siempre reflejada en los miles de fotografías que adornan su recorrido vital.

Allí, no fue difícil encontrar la colaboración de todos sus alumnos, sus padres y abuelos para generar un legado que seguirán disfrutando otras generaciones. En su colegio creó un museo etnográfico del municipio, recogiendo distintos utensilios de la vida ancestral que configuran un lugar mágico de experiencias y aprendizaje de un pasado no tan lejano.

Y esa es una de las labores principales que desarrolló desde su desempeño docente, propiciando mantener la cultura popular entre quienes tuvieron la oportunidad de escuchar sus enseñanzas, y que hace que hoy sus propios amigos quieran definirlo como un enamorado de las tradiciones y la etnografía.

También lo exportó, a través de la etiqueta que él mismo se permitió crear: #planetaGarafía. Esa fue la manera de mostrar el mundo a través de las redes sociales su vínculo y la forma de entender lo que lo rodeaba, de divulgar el legado de los antiguos pobladores de La Palma y descubrir la grandiosidad del paisaje de ese pedazo de territorio al norte de la Isla.

El desenlace se conoció el pasado miércoles cuando, después de ocho días sin saber su paradero, se localizó a Javier sepultado entre la nieve. Solo él sabe lo que le ocurrió, pero seguro que no le importa que sucediera en su Garafía, en un paisaje del que de alguna manera ya forma parte.