"Me costó convencer a mi madre de que teníamos que abandonar nuestra casa". Enma e Irma son madre e hija de 85 y 60. Fueron dos de las 300 personas que durante la primera noche del fuego, entre el viernes y ayer sábado, que se inició en el pago de Catela, en Garafía, tuvieron que abandonar su casa. Vecinas de Las Tricias, las Fuerzas de Seguridad las alertaron a las 4:00 de la madrugada de que debían abandonar su vivienda por la cercanía de las llamas y el peligro de que la afectara. Con lo puesto y la compañía de su perro las llevaron al Polideportivo de Puntagorda, donde junto con otros muchos vecinos de los barrios de Los Lomitos, Cueva de Agua, Briesta, El Castillo, Hoya Grande, Llano Negro y La Mata fueron posteriormente reubicadas.

"Nos dieron el aviso de que teníamos que salir de casa", asegura Inma, la hija de Enma, que, aunque reconoce que "estaba pendiente" de lo que pudiera suceder, le costó mucho más primero despertar a su madre y después convencerla de que tenían que abandonar su morada. Enma no pierde la serenidad. En su mirada se nota la experiencia de una vida en la que incendios como el que sigue afectando el norte de La Palma se producían "casi todos los años", nos dice. Ella pudo esperar dormida hasta el último momento, hasta cuando suena tu puerta y tienes que abandonar la casa sin saber en qué condiciones la encontrarás cuando regreses a ella. "Está acostumbrada", la defiende su hija. "Ella no quería salir. Mira que me costó", asevera, aunque reconocen que desde septiembre de 2005 no habían vivido un episodio como este.

A pesar de ello reconocen que quieren volver a su hogar. "Queremos pasar esta noche en casa", enfatizó. Durante la jornada pudieron ir viendo como paulatinamente todos sus vecinos abandonaron el polideportivo y regresaron a sus casas con la mejora de las condiciones del fuego, pero sin tener en cuenta los posibles peligros que pueden suponer para ellas un cambio en las condiciones del avance del fuego.

Les acompaña su mascota, un pequeño perrito que "bastante bien que se está portado", interrumpe Enma. No las abandona, acurrucado bajo sus piernas. Las dos mujeres sienten la compañía de este animal en una cancha deportiva totalmente a su disposición y en la que voluntariado y personal del Ayuntamiento de Puntagorda y de otros municipios de la Isla se afanan en la preparación de bocadillos y bolsas de picnic para quienes están trabajando en el frente del fuego. Allí también hay colchonetas y mantas esperando ser ocupadas por quienes tengan que abandonar sus casas y puedan, al menos, pasar estar jornadas de incertidumbre y lucha contra el fuego bajo un techo y, en muchos casos, compartiendo las experiencias de vida, vinculadas a este incendio o no, con quien quiera sentarse a acompañarlas.

Puntagorda, el municipio vecino, es el que se está encargando de todas esas labores de coordinación de las personas desplazadas. Allí vivieron toda la noche mirando al monte vecino. La oscuridad hace que el fuego sea más llamativo y espectacular, y el temor de que las llamas desbordaran el perímetro de los efectivos contraincendios creaba la incertidumbre que la llegada de las primeras luces del alba, la ausencia de viento y la actuación de los efectivos terrestres consiguió tranquilizar.

La localidad está volcada con las personas desplazadas de su hogar, acogiendo en el Albergue de Cuatro Caminos al mayor número de garafianos, vecinos casi todos de El Castillo y Las Tricias. Niños, familias y sobre todo mayores que con el temor e incertidumbre por los posibles daños en sus propiedades, granjas y explotaciones agrícolas, siguen sin poder regresar a sus hogares. Muchos consiguieron con sus propios medios desplazar a sus animales a zonas fuera de peligro, pero otros viven estas jornadas con la incertidumbre de lo que pueda haberle pasado a los animales, que también les dan un sustento.

La solidaridad de los otros 13 municipios palmeros para con sus paisanos de Garafía también está siendo palpable. No sólo a través del apoyo mostrado a través de diferentes medios, también con la presencia de equipos materiales y humanos para ayudar en las labores de suministros y logística. Entre las personas desalojadas y reubicadas también llama la atención una treintena de caravanas y sus ocupantes, así como otra decena de turistas que acampaban en San Antonio del Monte, y que también fueron movilizados en la madrugada para que abandonaran la zona.

Gabriel Pérez, vecino de Puntagorda, asegura que "es triste y doloroso ver que se está quemando tu monte y sobre todo la viña, que estamos en época de vendimia". "Supone no solo una pérdida medioambiental y paisajística enorme, sino también económica para muchas familias que tienen en la agricultura su sustento", concluye.