Pedro Álvarez habla del comienzo. De cuando no había obras ni cúpula o espejo. No había nada. O casi. Tan solo, que no es poco, un terreno en un lugar privilegiado. Fue director del Gran Telescopio Canarias (GTC) desde que arrancó el proyecto en 1998 hasta su jubilación. Ahora admite, en una entrevista a la agencia Efe, que al principio las rodillas "flaqueaban" ante un reto que se ha convertido en un éxito. Álvarez admite que al principio se trataba "de una aventura en la que, si bien sabíamos lo que había que hacer, te echabas las manos a la cabeza y decías ¡dios mío, dónde nos hemos metido!".

Pedro Álvarez explicó que en esa peripecia, él fue el ejecutor de las ideas del fundador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), Francisco Sánchez, que fue quien "luchó contra quienes dudaban, ponían todo tipo de dificultades o no creían en el proyecto". "Era un visionario", que actuaba de "paraguas" y que consiguió los fondos en una experiencia en la que hubo todo tipo de dificultades.

Pedro Álvarez admite que "siempre" hubo poca seguridad externa acerca de la capacidad de España para construir casi sin experiencia el mayor telescopio óptico-infrarrojo del mundo, con un diámetro de 10,4 metros. Eso sí, no esconde que la incredulidad internacional no preocupaba en exceso, pero la nacional era "más dura".

Las cosas, sin embargo, han cambiado de forma radical y Pedro Álvarez sabe que 10 años después, no hay voces en contra. El primer director de Grantecan, la empresa creada para el desarrollo del GTC, evita que se le señale como el único responsable de plasmar una maravillosa idea. Al contrario, apunta que tenía con él un equipo "magnífico", e hizo hincapié en que no se trata solo del telescopio más grande construido por España sino que también fue la primera vez que Europa construyó un instrumento de observación de diez metros de diámetro con espejos segmentados. Era un logro enorme. Un paso al frente.

El proyecto arrancó en los 90 y desde el principio se impuso a sus promotores conseguir socios internacionales, como son México y la Universidad de Florida, que se unieron al proyecto en 2000, en el primer caso con el 5 por ciento del presupuesto y en el segundo con el 2,5. El resto del dinero, en torno a 130 millones de euros, lo aportaron los gobiernos español y canario, si bien gran parte eran fondos europeos del programa Feder. El primer político convencido fue Manuel Hermoso y luego, Adán Martín, que, añadió, "empujaron" para que el ejecutivo central también "tirara del carro", dice Álvarez.