El Obispado guarda silencio. No hace valoraciones sobre el traslado de Rubén Gallego. Esta redacción lo intentó, pero no hubo manera. El sacerdote tampoco quiere más líos. Bastante tiene ya, debe pensar. Lo que se repiten son las muestras de cariño y no solo de feligreses anónimos, también de regidores municipales.

El alcalde de Garafía mandó ayer una carta a los medios: "Don Rubén, un hombre que incomoda a quien no ha querido conocerle, que tiene un sentido del humor peculiar, capaz de reírse de sí mismo y de sus fallos, que ha desatado envidias y, sobre todo, que le ha dado al Norte de La Palma más amor del que ha recibido. Un hombre que no se cree divino, aunque su función es dar a conocer la palabra de Dios. Detrás de su imagen de cura moderno está la de un sacerdote que se toma muy en serio su función eclesiástica, que cumple a rajatabla con los horarios de las misas.

Lo mandan a León. Su tierra. Desde el Obispado recuerdan que a veces vienen curas de otros territorios "para vivir nuevas experiencias o para reciclarse" y luego regresan a su Diócesis. Evitar dar mayor trascendencia al caso de Rubén. Lo toman, al menos de puertas para fuera, como cualquier otro traslado. Pero en realidad no lo es.

El alcalde de Tijarafe, Marcos Lorenzo, creyente y prácticamente, utiliza en Facebook fascículos de la Biblia para acompañar noticias sobre el destierro de Rubén. Frases como "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados" (Mateo 5:6); "Os digo que si éstos callan gritarán las piedras" (Lucas 19, 40), al referirse al impacto en las redes de su traslado... Va más allá y expresa que "le queda a uno el desasosiego de la fundada sospecha de que detrás de su destierro se esconda precisamente el castigo de sus superiores por ser como es: un sacerdote secular dado a participar de las mismas experiencias que viven día a día sus propios feligreses, en definitiva un cura que camina entre la gente y al que, por ello, la gente lo quiere".

Rubén se compró un descapotable en día que lo ordenaron sacerdote. Duro una sola mañana en uno de sus nombramientos, después de que una señora llamara al obispo muy enfadada. Ocurría en los Picos de Europa. Pero allí, también lo adoran. Al chico que nada con los jóvenes del lugar, que va al bar para ver jugar al fútbol, que mantiene un cuerpo atlético porque ama hacer deporte, el mismo que es capaz de ir a la casa de las personas mayores para la comunión, lo esperan en Valdeón.

Los feligreses se han enterrado de su traslado y piden que regrese a las parroquias del Valle de Valdeón. Allí tampoco era del agrado del obispo de León. Igual que en la Diócesis Nivariense, no estaban (ni están) acostumbrados a un cura que salga a la calle a llevar la palabra de Dios.

El diario de Valderreda cuenta que "vecinos del Valle de Valdeón no ocultan su ilusión de que pueda volver a Picos de Europa, ya que en esta parroquia realizó una gran función durante los años que permaneció allí". Lo esperan con los brazos abiertos.