La cruz sigue uniendo a familias. O, al menos, a las mismas personas de siempre. Su confección, al menos las obras de arte que salpican La Palma, precisan de semanas previas de confección y busqueda de materiales. Esas semanas son las que llenan de contenido esta fiesta. Luego, llega el 3 de mayo, como ayer, y es simplemente mostrar lo realizado entre todos.

Las Breñas, también algunas de Santa Cruz de La Palma, apuestan por modelos preciosistas. Por representaciones de la vida cotidiana, de un rincón, de una infraestructura... Es llegar a La Pavona y disfrutar con las cruces del Medio, Chica, Manchón, La Sociedad o La Piedad. Al otro lado, cuando pasas a Breña Baja, se asoma la cruz del Barranco y la del Monte.

No es menos cierto que los cruceros necesitan que las nuevas generaciones se implique. Aquellas personas que luchan por mantener la tradición, que se tapan con una manta al pie de una cruz para pasar la noche, se hacen mayores. Como todos, cumplen años. El tiempo vuela. "Tranquilo, los jóvenes ahora están pendientes de otras cosas, pero cuando van cumpliendo años se van acercando a las tradiciones. No es cuestión de creencias es una razón de madurez", apunta una mujer de unos 70 años que desprende serenidad en una de las cruces que marca un camino.

En la capital se compite por ser la mejor cruz. En otros municipios se ve de otra forma. La cruz de la ermita de Nuestra Señora de La Luz y San Telmo, en la categoría tradicional, y la de la Asociación de Vecinos Quisisana, en la categoría libre, ganaron este año.