La Laguna despide a Antonio Díaz, uno de sus cofrades más conocidos

La Laguna despide este martes a Antonio Díaz Herrera, uno de los miembros más destacados de las hermandades. Tenía 67 años y durante varias décadas se encargó altruistamente de los preparativos de la Semana Santa y otras celebraciones en la parroquia matriz de Nuestra Señora de La Concepción. Su sepelio tendrá lugar a las 13:30 horas desde el velatorio de los Betlemitas a La Concepción.

Díaz realizaba con mimo el montaje de diferentes pasos, el monumento del Jueves Santo, los arreglos florales y lo necesario para que todo estuviese a punto. «Aquí hemos intentando mantener siempre las costumbres de la parroquia», explicaba en 2016 en un reportaje en este periódico. «Lo más importante es para quién se hace», añadía en aquella ocasión sobre el fondo de fe que lo movía.

Labor convencida

Dirigía un equipo compuesto por familiares, amigos y otros miembros de la comunidad parroquial para las tareas que requerían de un mayor esfuerzo, mientras que las más ordinarias las asumía casi en solitario y cualquier día del año. Fue la suya una labor abnegada, rehuyendo los focos y tan convencida y entregada que ni los momentos menos agradables lo apartaron de ella.

El presidente de la Junta de Hermandades y Cofradías de San Cristóbal de La Laguna, Juan Antonio Pérez, lo recordó este lunes con sincero aprecio: «Fiel servidor de la parroquia de La Concepción y de la Iglesia, entregó su vida con humildad y generosidad y una fe profunda, haciendo siempre el bien sin esperar nada a cambio». Y añadió: «Se desvivía por la Inmaculada, mimaba con ternura a la Predilecta y cuidaba con devoción a la Piedad. Cada Semana Santa se entregaba con alma y corazón en la elaboración del monumento para el Santísimo Sacramento». 

Responsable de los tronos

También participó, junto a otros miembros de su familia, en el ámbito de la música religiosa con el Coro Epifanía. Anecdótico a la vez que reseñable es el particular magisterio que tenía con los pasos que salen en las procesiones, hasta conocer al milímetro cada una de sus maniobras. No había giro ni puerta que se le resistieran. La imagen suya en la esquina de uno de esos tronos o ultimando detalles en la iglesia de La Concepción quedan ahora para la memoria de la ciudad.