Lo que los ojos no ven
Monasterio de San Juan Bautista (Convento de las Monjas Claras)

Convento de las Claras.
Domingo Medina
El primer convento de monjas que se estableció en Canarias fue el de la orden franciscana de Santa Clara, en La Laguna, consagrado a San Juan Bautista, fundado en el año 1547. Las primeras monjas llegaron al Puerto de Santa Cruz el 20 de febrero de ese mismo año y los gastos del viaje fueron costeados por el Cabildo de la Isla, comenzando su andadura gracias al legado de 2.000 doblas que había dejado en herencia el comendador Alonso Fernández de Lugo.
Por acuerdo entre el Cabildo y la orden franciscana, residente en La Laguna, firmado en 1546, las monjas ocuparon durante más de 30 años el monasterio de San Miguel de las Victorias, en la plaza del Cristo, propiedad de los frailes. Años más tarde se produce un pleito que se prolonga en el tiempo y finaliza con la sentencia de Pío V a favor de los religiosos, que obliga a las clarisas a restituir, en el plazo de 3 años, el convento de San Miguel a sus legítimos propietarios, que se encontraban instalados provisionalmente en el Hospital de San Sebastián (asilo de ancianos).
El Cabildo, ante la posibilidad de tener que volverse a la península las religiosas e integrarse en otros conventos de su orden, previa licencia real del 30 de julio de 1575, a cambio de nombrar dos monjas sin dote, señala para construir el monasterio «dos suertes de tierra, cada una de 8 fanegas de sembradura, de las que debía ser usufructuario por diez años». La escritura de fundación se otorgaría finalmente el 23 de febrero de 1579. Olaya Fonte del Castillo, viuda del doctor y regidor Juan Fiesco, natural de Niza, a cambio de admitir por monja a tres de sus hijas, y concederle a ella y a sus herederos un asiento junto al arco principal de la iglesia y una sepultura en la capilla mayor, se obliga a fabricarle el templo y casas de habitación, quedando resuelto el problema más inmediato.
En un pequeño callejón, situado próximo a la calle El Pino (Viana), comienza a construirse el futuro convento de Las Clarisas. Este espacio no se refleja como calle en el plano de Torriani de 1588. Para conectar el callejón con la cercana calle El Agua (Nava y Grimón) hubo que comprar y tirar unas viviendas y quitar una palmera, que dio el nombre primigenio a la calle: La Palma. Las obras dan comienzo en el tramo de la calle El Pino (hoy, Viana) y en su encuentro con la del Agua (hoy, Nava y Grimón) y Jardín, (hoy, Anchieta), realizándose en un corto espacio de tiempo, de tal modo que el día 21 de diciembre de 1577, las monjas pudieron trasladarse a su nuevo convento, procedente del franciscano de San Miguel de las Victorias, donde estuvieron de forma provisional desde el año 1547, cuando diez religiosas de esa Orden llegaron a la ciudad de La Laguna, procedentes de los monasterios Urbanistas de San Antonio de Baeza y Regina Coeli de San Lucas de Barrameda. Este nuevo edificio, que ocupó la totalidad de la manzana, tiene su entrada principal, a través de dos puertas, donde se encuentra la iglesia del monasterio, dando frente a esta calle. Actualmente el torno y las visitas se encuentran por Nava y Grimón.
En su construcción destaca, desde el año 1717, un torreón en la esquina del callejón con Viana, que se remata con un mirador o ajimez de estilo canario-andaluz. Este convento, consagrado a San Juan Bautista, de muros gruesos y altos tiene dos bellos patios ajardinados que se comunican con la iglesia. Desde su fundación la comunidad religiosa de Santa Clara tuvo un crecimiento muy importante, tanto en religiosas como en renta, de tal manera que en el siglo XVII llegó a tener en torno a 150 religiosas.
Incendio en el monasterio
La noche del 2 de junio de 1697, «víspera de la Santísima Trinidad, las religiosas despertaron envueltas en las llamas de un horroroso incendio que en pocos minutos se apoderó de la iglesia y casa, reduciéndolo casi todo a cenizas», según Rodríguez Moure. El incendio destruyó gran parte del convento. Las religiosas clarisas fueron acogidas provisionalmente en el cercano monasterio de Santa Catalina.
En el pasado siglo XX, la comunidad religiosa lagunera se mantuvo con cierta estabilidad incluso durante la guerra civil, gracias al apoyo de la población lagunera. Sin embargo, a comienzo del último cuarto de ese siglo las condiciones climáticas, enfermedades de alguna de las monjas y la falta de medios económicos, llevó al convento a un estado casi ruinoso.
El entonces obispo de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna, Damián Iguacén Borau, se dirige a la madre presidenta de la Federación Bética de la Orden Franciscana, el convento empezó a recibir ayuda temporal de varias comunidades peninsulares. La respuesta generosa de las religiosas palentinas de Santa Clara resultó fundamental para comenzar el largo camino de restauración que contó con la ayuda de las administraciones públicas tinerfeñas. Hoy la comunidad cuenta con catorce monjas que, junto a su labor espiritual, realizan la fabricación de las formas que posteriormente son consagradas en la totalidad de las misas que se celebran en la Isla. También atienden el Museo de Santa Clara de Arte Sacro abierto al público.
Museo de arte sacro
Según el blog del profesor Melchor Padilla, Lo que las piedras cuentan, siguiendo a la licenciada en Historia y responsable del archivo de este monasterio, el museo se divide en varias dependencias. La Sala I Regina Coeli destaca el tema mariano en pintura y escultura. También se pueden apreciar piezas de orfebrería y textiles. Sala II Sala Seráfica, donde se relaciona a los fundadores de la orden de San Francisco de Asís y Santa Clara. Sobresale una piedad atribuida al pintor tinerfeño Cristóbal Hernández de Quintana (1651-1725), entre otras. Sala III Sala de la Redención, donde se pueden observar pinturas, esculturas y otros materiales litúrgicos como cuatro atriles y una cruz relicario. En este espacio cultural está la capilla de Nuestra Señora de la Piedad, rematada con una calcografía de la Dolorosa. Sala IV Quién como Dios, con cuatro capillas, dos doseles y un baldaquino. Sala V Corpus Christi, dedicada totalmente a la liturgia. En el Claustro Bajo se conservan las viejas campanas del siglo XVII.
También se conserva en este museo la primitiva cruz de madera que el Santísimo Cristo portaba en el momento de su llegada a La Laguna en los primeros años del siglo XV.
Tradición desde la Edad Media
En este convento de las clarisas laguneras también se cumple la tradición que se remonta a la Edad Media, que consiste en llevar una docena de huevos al convento que la familia de la novia debe pedir a sus vecinos, para que no llueva el día de la boda. En algunas ocasiones se comenta la broma, de que si llueve ese día es porque no han llevado a las monjas los huevos suficientes.
El monasterio ocupa la totalidad del lado izquierdo de la calle, rotulada actualmente con el nombre de Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, donde se encuentran las dos entradas a la iglesia. En el lado derecho, haciendo esquina con la calle Viana, el corsario Amaro Pargo tuvo una casa (Fuente: Archivo Municipal de la Laguna). En un principio este callejón era de tierra, más tarde se empedró y, finalmente durante la primera corporación democrática del Ayuntamiento lagunero (1979-1983), se pavimentó con los adoquines procedentes de las céntricas calles del casco, que estaba enterrados bajo el asfalto y se empezaron a instalar en las distintas plazas, callejones…
Un rayo cayó en la mañana del miércoles 11 de diciembre de 2013 sobre este convento lagunero, generando desperfectos en la cubierta y en la instalación eléctrica del inmueble. Afortunadamente no causó ningún daño personal. Desde la espadaña del convento siguen sonando las campanas a la hora del Ángelus y al comienzo de las misas. n
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