Lo que los ojos no ven
Instituto de Canarias
El actual Cabrera Pinto tuvo como alumnos a Benito Pérez Galdós, Blas Pérez o Tomás Morales

Patio interior del Cabrera Pinto de La Laguna. | | MARI CRUZ DEL CASTILLO REMIRO
Domingo Medina
La historia de la enseñanza media en Canarias no se puede entender, desde mi punto de vista, sin conocer previamente la de la enseñanza superior en nuestra ciudad, y reconociendo el papel determinante que jugaron las órdenes religiosas que se implantaron en La Laguna, como agustinos, franciscanos y dominicos que acompañaron al Adelantado en la conquista de Tenerife. Años más tarde se incorporaron a estas tareas los jesuitas. El convento de los agustinos, uno de los más antiguos de La Laguna, fue construido por los frailes Pedro de Cea y Andrés de Goles. Aunque no se conoce exactamente el año de la fundación, según el historiador Alejandro Cioranescu «el convento empezó a existir a partir de 1504 y a edificarse desde 1506». Siendo prior Pedro Grimón, hijo de Jorge Grimón, entre 1530 y 1560 casi sin interrupción se levantaron el claustro, los dormitorios y las celdas con la aportación del dinero de su familia.

Fachada principal del Institito Cabrero Pinto de La Laguna. | | MARI CRUZ DEL CASTILLO REMIRO
En esa época ya había 9 frailes en el convento, dando un empuje importante a las actividades docentes de los agustinos, a pesar de la oposición de la otra orden instalada en La Laguna de los dominicos, que también impartían enseñanza superior en su monasterio. Tal competencia fue resuelta por una Real Cédula de Felipe V, en 1742, que se complementa con otra del año siguiente. Por bula de Benedicto XIV se transforma el colegio agustino, de la calle de Santo Espíritu (San Agustín), en una verdadera universidad, aunque el pleito con los dominicos continuó hasta que intervino el Cabildo creando una cátedra de gramática que, por sentencia de la Real Audiencia de 18 de mayo de 1767, admitía que pertenecía de derecho al convento de los agustinos.
Poco se sabe de los estudios que impartieron los frailes franciscanos del convento de San Miguel de Las Victorias (Real Santuario del Santísimo Cristo de La Laguna). El que fuera arzobispo de Heraclea, el lagunero Cristóbal Bencomo, que nació en la calle del Agua, muy próxima al convento franciscano, se cree que inició sus estudios bajo la tutela de esta orden religiosa, dado que su familia no pertenecía a la burguesía decidió estudiar la carrera eclesiástica, destacando en los estudios de Filosofía y Teología. Además tenía amplio conocimiento de lengua y literatura latina.
Los jesuitas empiezan a construir su sede en la calle de San Agustín en 1733, con la aportación del padre Gómez, tras vender dos viviendas de su propiedad que poseía en la calle Cuna (hoy, Juan de Vera) y la donación del solar en 1732 por Juan Miguel Botino. El 23 de abril de 1767 fueron expulsados de su casa, la cual se la incautó el Estado, quedando esta sin destino durante varios años.
La creación, en 1792
El 11 de marzo de 1792, por Real Decreto de Carlos IV, se crea en San Cristóbal de La Laguna, capital de Tenerife, la Universidad Literaria de San Fernando. Sin embargo, la poca diligencia del obispo Tavira para establecer el plan de estudios y la disputas entre las autoridades de La Laguna y Las Palmas (Rumeu de Armas) impidieron su efectivo establecimiento, hasta que el Rey Fernando VII dictó en 1816 un nuevo Real Decreto «por el que resolvió definitivamente establecer en La Laguna una universidad con los mismos privilegios, exenciones y prerrogativas que gozan las demás de estos reinos, y que dicha universidad se denomine y llame Universidad de San Fernando».
El arzobispo Cristóbal Bencomo
El arzobispo lagunero Cristóbal Bencomo, fue, junto a Alonso de Nava y Grimón, el impulsor de la creación de la Universidad de San Fernando, persona de confianza del entonces Rey Carlos IV, el cual lo nombró Maestro de Filosofía y Política de sus caballeros pajes, y posteriormente profesor de la latinidad del príncipe de Asturias (Fernando VII).
En 1845 se suprimió definitivamente la Universidad Literaria de San Fernando, en aplicación del Plan General de Estudios, que en su artículo 67 reducía a 10 las universidades españolas y las de Canarias, Huesca y Toledo se convertían en institutos de segunda enseñanza. Miguel de Unamuno, en su libro Por tierras de Portugal y España, dejó escrito lo siguiente: «Hoy tiene la Ciudad de La Laguna, como resto de su antiguo esplendor, el Instituto de Segunda Enseñanza de estas mismas islas. Ocupa el local de un antiguo convento y en donde estuvo algún tiempo la Universidad Canaria. Es un rincón de singular sosiego, un remanso de quietud que solicita al estudio. El patio es un encanto».
Por Real Orden de 21 de agosto de 1846 se establece el Instituto de Segunda Enseñanza de Canarias, en el edificio que fue sede del convento de San Agustín y que hasta 1845 albergó la Universidad Literaria de San Fernando. La supresión de esta dio lugar a la creación del Instituto Provincial, heredando también los fondos y la biblioteca. Hubo competencia entre La Laguna, fundada en sus derechos tradicionales, y Santa Cruz, que argumentó su capitalidad. Durante algún tiempo el Instituto tuvo también Colegio de Alumnos Internos, inaugurado el 21 de mayo de 1866, cuyo hospedaje se estableció en la Casa de Torres, hoy Hotel Aguere.
Cambio de denominación
A finales del siglo XX se cambia el nombre del instituto en homenaje a quien fue su director desde 1901 hasta 1925, Adolfo Cabrera Pinto. Querido profesor y reconocido defensor de la enseñanza en Tenerife, defendió y pidió al Rey Alfonso XIII, con motivo de la visita Real a este instituto, el 27 de marzo de 1906, junto al rector de la Universidad de Sevilla, por estar este en su demarcación, el restablecimiento de la Universidad Literaria de San Fernando.
Este instituto, único existente hasta 1916, tuvo como alumnos a personalidades como Benito Pérez Galdós, Tomás Morales, Benito Pérez Armas, Fernando de León y Castillo, Ramón Gil Roldán, Blas Pérez, Juan Cabrera Felipe, María Rosa Alonso y un largo etcétera.
El edificio posee dos claustros, el principal es un magnífico ejemplo de la arquitectura del siglo XVI. La galería superior tiene columnas pétreas, con capiteles de variadas formas que soportan la cubierta que a una sola agua cae hacia el jardín, donde se encuentra la primera estación meteorológica que se instala en La Laguna. Este primer claustro, el principal, se le conocía como patio de los naranjos, y el segundo, patio de los cipreses.
Teléfono modelo Bell
En 1879, el instituto disponía de un aparato de teléfono modelo Bell, el mismo año que la prensa recogía un proyecto para unir telefónicamente a Santa Cruz con La Laguna. El salón de actos alberga once de las obras pertenecientes al Museo del Prado, proyecto denominado El Prado Disperso, entre cuyas obras más importantes estaba Las aceituneras de Julio Romero de Torres, que rescató el Museo para llevarlo al Reina Sofía de Madrid. Permanecen El Bodegón de flores (Benito Espino), Una victoria más (Serafín Martín del Rincón) y Playa (Antonio de la Torre López), entre otras.
Durante la restauración del antiguo convento agustino, en octubre de 1993, se descubrió la entrada a una cripta que estaba oculta. Los obreros penetraron en su interior y descubrieron dos ataúdes y restos de huesos humanos. Tras los estudios oportunos se comprobó que pertenecían a la familia Salazar de Frías.
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