patrimonio histórico | Una prisión en mitad del Ayuntamiento lagunero

Los secretos de la antigua cárcel

Una investigación pone de relieve el valor patrimonial del inmueble, probablemente el más antiguo en pie de la ciudad y que podría esconder un calabozo en su subsuelo

Imagen de la antigua cárcel lagunera.

Imagen de la antigua cárcel lagunera. / E. D.

Fue cárcel, centralita telefónica, trastero y quedó en el olvido. Permaneció cerrada, testigo mudo del paso del tiempo y con secretos guardados, quizá incluso en su subsuelo. Así, a grandes rasgos, se podría resumir la historia de la antigua prisión de La Laguna. Está ubicada en un patio de las casas consistoriales y se cree que es el edificio en pie con más años de la ciudad. Su techo abovedado, el suelo de losa chasnera (aunque en realidad procedente de las canteras de Tegueste), unos muros de 1,3 metros de grosor y mensajes de los presos en sus paredes son algunos de los atributos de un inmueble que ha adquirido actualidad esta semana con la presentación de los resultados de la primera fase de una intervención arqueológica.

Los secretos de la antigua cárcel

Interior de la antigua cárcel. / E. D.

Un convenio entre la Concejalía lagunera de Patrimonio Histórico y la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias ha hecho posible ese primer paso para ir saliendo del limbo en el que vivía. Tras un informe preliminar del catedrático en Arqueología Antonio Tejera Gaspar, comenzaron unas actuaciones que han estado dirigidas por el arqueólogo Sergio Pou y el antropólogo Enrique Javier Fernández, socios en la empresa Serventía Gestión Patrimonial, una de las principales del sector en las Islas. Estos trabajos han permitido la investigación histórica, devolver el espacio a su estado primigenio y abrir la puerta a próximas investigaciones. Una destaca sobre el resto: ¿hay un calabozo bajo el suelo? Algunos indicios invitan a mirar en esa dirección.

Los secretos de la antigua cárcel

Interior de la antigua cárcel. / E. D.

Sergio Pou detalla que la antigua cárcel se encuentra en torno a un patio en forma de L y que está «encapsulada» por otras construcciones. «Es un edificio que está en pie, pero le ha crecido el Ayuntamiento por un lateral e, incluso, por arriba», comienza a explicar sobre un recinto que llegó a dar nombre a la hoy llamada calle Consistorio. No en vano, la placa de esa vía del casco lagunero recoge en su parte inferior: «Antigua calle de La Cárcel». Según las indagaciones, hubo allí presos hasta finales de los años 60 o principios de los 70 del siglo pasado.

Los secretos de la antigua cárcel

Creación de la picota realizada por David Rodríguez, de Omnívoro S. L. / E. D.

Posteriormente albergó –en el interior de un habitáculo creado al efecto– la centralita de teléfonos del Ayuntamiento, hasta que en las década de los 90 esta pasó a otra ubicación. «Ahí quedó como un desván», señala Pou. En el marco de este proyecto se procedió al vaciado de enseres (restos de oficina, teléfonos, impresoras obsoletas…) y a la supresión de ese módulo moderno que se había creado. «Fueron unos trabajos supervisados para que se dañara lo menos posible el patrimonio de la antigua cárcel», manifiesta.

Entre cinco y seis contenedores de escombros después, el presidio había vuelto a su estado original. Un espacio diáfano de nueve por cinco metros y con multitud de grafitis de los últimos encarcelados. Entre estos últimos se puede encontrar de todo: desde el dibujo de un barco, frases de presos que rechazan haber cometido el delito que los había llevado hasta allí o un curioso listado de ingresos en prisión en el que se utilizan alusiones como «el que le pegó al guardia», «un fulano de Santa Cruz», «un matrimonio», «al que atropelló el coche»… y otras denominaciones menos elegantes.

Valores arquitectónicos

Desprovisto el espacio de los añadidos, pudo ser mejor analizado por el equipo de Serventía Gestión Patrimonial. «La bóveda fue un muy buen trabajo arquitectónico en su día. No tiene signos de deterioro importantes», resalta Sergio Pou, que también se detiene en que en el suelo, en la esquina suroeste, falta una loseta y que en un extremo hay hollín. «Por informantes de los años 60, en un lado estaba la letrina y, en el otro, la cocina», detalla.

El trabajo documental ha proporcionado datos de interés. Pou indica que ya se habían realizado «estudios bastante buenos», mientras que él y Enrique Fernández se han movido ahora en torno a los acuerdos del Cabildo de Tenerife, los protocolos notariales y las antiguas ordenanzas, entre otras fuentes. «Tenemos un documento de 1512 que dice que la cárcel ya se había empezado a construir», indica, antes de añadir que es posible que realmente los trabajos arrancasen en 1510, «que es cuando llega una gran cantidad de dinero, unos 50.000 maravedíes, por parte de la monarquía española para la construcción de la audiencia, la cárcel y las casas consistoriales».

Mientras que un incendio en 1526 obligó a reconstruir la cárcel, resistió a otro que se produjo en 1538 y que devastó la ciudad. El arqueólogo expone que un texto de los acuerdos del Cabildo de 1538 plantea que las casas consistoriales y la audiencia habían quedado en ruinas, pero la cárcel no. Así, se cree que el inmueble probablemente sea de 1535 o 1536. Eso lleva a pensar que, «con mucha probabilidad», la cárcel sea el «edificio exento entero más antiguo de La Laguna», expresa Pou.

Las remodelaciones, los propietarios, los alcaides, los verdugos y hasta los albañiles, canteros o carpinteros que trabajaron en el edificio son otros de los datos obtenidos. También dieron con un inventario de instrumentos de tortura empleados, entre los que hay sistemas pasivos (esposas, grilletes y cepos) y activos, como la «escalera del tormento», el «jarro de alambre» o el «calvado del calabozo». La tortura, comenta Sergio Pou, era habitual en aquella época y se utilizaba más en busca de la confesión que de la verdad. «Enfrente de la cárcel estaba la picota, el lugar de castigo de los reos», amplía sobre otro de los aspectos llamativos en torno al inmueble.

La parte documental de los trabajos se prolongó de enero a agosto de 2022, mientras que de septiembre a noviembre del mismo año estuvieron realizando labores sobre el terreno, con el seguimiento del desmonte del módulo moderno, la fotogrametría (una técnica que permite documentar con mucho detalle el estado de la construcción) y una prospección geofísica, más popularmente conocida como georradar.

El subsuelo de la cárcel

Un ligero abultamiento que presenta el suelo en el centro pudiera ser, según el criterio del equipo de Serventía Gestión Patrimonial, «indicador de algo». Aunque Sergio Pou llama a la cautela y sitúa en el terreno de la posibilidad que pueda haber debajo un calabozo, confirma que el georradar les ha permitido detectar un «cambio radical» en los materiales a partir de los dos metros de profundidad. Matiza «puede ser agua, aire u otro elemento geológico distinto», pero admite en paralelo que en los resultados detectan una «forma abovedada». Y añade: «Puede ser indicador de una cámara subterránea, pero por ahora solo se trata de una posibilidad, una posibilidad interesante»-

«Lo importante es no darle carpetazo», expone el experto sobre un inmueble al que califica de «joya» y que, a su juicio, tiene «mucho potencial». En concreto, se refiere a la posibilidad de profundizar en la memoria histórica, la arquitectura, los grafitis y, sobre todo, determinar con otras técnicas si hay un calabozo. El miércoles, en la rueda de prensa en la que se presentaron los resultados de la investigación, la concejala de Patrimonio Histórico, Elvira Jorge, mostró su voluntad de que las indagaciones continúen, para lo que apuntó que se va a valorar «a nivel técnico».

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