A mediados del siglo XX, el desfile de la Pandorga y los Caballitos de Fuego se perdió. La tradición quedó en un limbo del que le costó salir. La reactivación fue posible en 1996 gracias al esfuerzo del Scout Aguere 70 y, tras algunos avatares, la costumbre se volvió a consolidar, hasta que en las ediciones de 2020 y 2021 de las Fiestas del Cristo se encontró con un nuevo escollo: las restricciones derivadas de la pandemia. Sin embargo, ayer se pudo comprobar que ese nuevo parón no ha hecho mella: la Pandorga y los Caballitos de Fuego regresaron con la misma fuerza y colorido de siempre. O más.

El presidente de la Asociación de Vecinos Casco Histórico, Pablo Reyes, indicaba poco antes del comienzo del desfile que se habían confeccionado entre 20 y 30 caballitos, a los que hay que sumar una cifra similar de faroles para que fuesen portados por los niños. Entusiastas del costumbrismo local, en general, y de este acto, en particular, Reyes y su colectivo colaboran en la organización de esta iniciativa festiva con el Scout Aguere 70, «que son los auténticos protagonistas». En la misma línea, el dirigente vecinal destacó el esfuerzo realizado por parte de los menores de la referida entidad para mantener esta cita.

«Es bonito que podamos celebrar esto otra vez, y el acto me parece muy bonito, divertido…». La opinión es de Santiago Rodríguez, uno de los centenares de asistentes que ayer participaron en este número de la víspera del día del Cristo. Vecino de Geneto, presenciaba el comienzo del desfile junto a sus nietos. «Yo esto ya lo había visto hace años y hoy vine para entretener a los niños», dijo coincidiendo con el momento en el que la banda de tambores y cornetas comenzaba a tocar.

En concreto, la comitiva partió de la plaza Doctor Olivera, para dirigirse después a la de La Concepción y tomar las calles de La Carrera y Viana hasta la plaza del Cristo. Gigantes, cabezudos, fanfarrias y el grupo Scout Aguere 70, así como menores que quisieron sumarse portando farolillos o caballitos, volvieron a dar vida a esta tradicional cita después de la interrupción de 2020 y 2021.

Una fanfarria se encargaba también de animar el desfile. Los caballitos se movían al ritmo que esa formación musical iba marcando, mientras que otros niños (y no tan niños) que portaban elementos diversos confeccionados por ellos mismos también bailaban al compás de la música. «Veo muchísima gente. Yo creo que todos tenemos ganas de participar en las fiestas a las que siempre íbamos y de las que la covid nos privó temporalmente», manifestó Ana González. «Estaba haciendo unas compras y ni me acordaba de esto, pero desde que escuché a la banda vine a echar un vistazo», expresó esta otra espectadora del desfile.

En el entorno de La Concepción y en la calle de La Carrera, coincidiendo con el comienzo del acto, había un elevado número de asistentes, en su mayoría con menores que disfrutaban de los movimientos de los caballitos y de los diseños creativos de los gigantes y cabezudos que completaban esta particular mezcla escénica.

Los caballitos están fabricados de caña y papel y detrás de ellos hay bastante historia. Constituyeron a través de los tiempos una comitiva ritual que tuvo peso en las Fiestas del Cristo. En 2016, coincidiendo con una conferencia impartida en la Casa Ossuna, el músico Benito Cabrera explicó que se trata de una celebración que presenta paralelismos con otros «desfiles singulares» y que mantiene vínculos con costumbres del Corpus. Sobre su antigüedad, las primeras referencias que se tienen, apuntó, son de la viajera y pintora Elizabeth Murray, en su libro Recuerdos de Tenerife.