El Jueves Santo lagunero va más allá de la fe y sigue envolviendo al casco histórico en un ambiente peculiar. Así se pudo comprobar de nuevo tras los años de restricciones por la pandemia. Los denominados monumentos, que se confeccionan en tributo a Dios, se exponen desde ayer y también podrán ser visitados en la mañana de hoy. A su vez, varias procesiones recorrieron la ciudad durante la tarde-noche.

Esa La Laguna castiza que vive pegada a la tradición, las procesiones y la historia, la misma que a menudo se ha denominado La Laguna profunda, tuvo ayer uno de sus días grandes del calendario anual, quizá el principal. El Jueves Santo en Aguere está marcado por los llamados monumentos y por las procesiones, pero también por un ambiente que trasciende lo religioso, peculiar, con boato ya no solo en los templos sino incluso en la calle, laguneros que desempolvan trajes y abrigos hasta las rodillas para ir visitando las iglesias, familias que se reúnen, amigos que se reencuentran. Si hoy, Viernes Santo (con la Madrugada, la Magna y el Silencio como procesiones más destacadas), y el 14 de septiembre, día del Cristo de La Laguna, son citas más multitudinarias y con un acento más global, la tarde del Jueves Santo tiene un carácter genuino. Y, según se pudo comprobar este año, la pandemia no lo ha cambiado.

A partir de las 18:00 horas, las calles se fueron llenando de gente que visitaba los templos y esperaba por las procesiones. En la Catedral y en La Concepción, las dos principales iglesias de la ciudad, celebraban entonces la llamada Eucaristía en la Cena del Señor. La primera tuvo lugar a las 18:00 y la segunda dio comienzo a las 18:30. Un cordón y varios miembros de Protección Civil impedían el paso a la Catedral lagunera. A esas horas de la tarde, quienes querían visitar los monumentos se tenían que conformar con otras opciones, como el de la iglesia de Las Claras, que olía a incienso y era un ir y venir de feligreses.

Los monumentos son unas composiciones que se realizan en cada templo en tributo a Dios y que también se pueden visitar en la mañana de hoy. No son exclusivos de La Laguna y ni siquiera de Canarias, pero sí es cierto que en el Archipiélago cuentan con una especial implantación. Se suelen emplear en ellos las mejores piezas de orfebrería de las que dispone cada iglesia, incorporan arreglos florales y sus responsables acostumbran a introducirles innovaciones entre un año y otro en un intento de superarse. Incluso lugares religiosos pequeños, como la capilla del Asilo de Ancianos, preparan un monumento. Sin embargo, los principales son los confeccionados en la Catedral y La Concepción.

Días de trabajo previo

Todos, en general, y esos últimos, en particular, requieren de días de trabajo previo. Lo confirman desde La Concepción, donde Antonio Díaz lleva varias décadas encargándose de su elaboración junto con familiares y otros miembros de la comunidad parroquial. Este es de los más visitados no solo por encontrarse en uno de los espacios más conocidos, sino por su respeto al estilo local, sin aditamentos extraños y con una estética fácilmente identificable. La pandemia llevó a que no se realizase en 2020 y a que en 2021 se empezara a recuperar con una obra algo más sencilla de lo habitual. Este año es, por tanto, el del regreso. «Se ha trasladado a la capilla de San Juan Evangelista, el lugar que ocupaba el monumento en años anteriores a la pandemia», explica Díaz.

Él y su equipo se encontraban en la mañana del Miércoles Santo en plena faena. En la sacristía sonaba música sacra por la megafonía y sobre una mesa de madera oscura descansaban algunos de los elementos que serían incorporados al conjunto. El trabajo lo comenzaron desde el sábado anterior al Domingo de Ramos. «Se va haciendo cada día un poco», detalla. Hay que limpiar los elementos de plata y realizar preparativos previos, instalar unas cortinas y un dosel, y trasladar unas andas. La labor anterior es la base de lo que vendrá después. Entre las tareas principales también están las de moquetar toda la capilla y preparar numerosos maceteros con flores, aunque el listado de trabajos es bastante más amplio. ¿Y cuál es el objetivo de todo ello? «Resaltar la eucaristía y que la gente pueda venir a adorar al Santísimo», afirma.

Lo habitual es que el monumento de la parroquia de La Concepción esté abierto el Jueves Santo hasta medianoche. Vuelve a poderse visitar desde primera hora de la mañana del Viernes Santo hasta el comienzo de los oficios. Con ligeras variaciones, ocurre algo parecido en el resto de iglesias de la ciudad. Es el caso de la Catedral. Ese otro lo empezaron el lunes antes del Miércoles de Ceniza y en él participó un grupo de unos diez colaboradores del templo. En aquella primera cita concretaron el diseño y los detalles de la composición de este año, así como una agenda para la limpieza de plata y otras labores, relata uno de los miembros del equipo.

Las procesiones celebradas reúnen a bastantes espectadores en las calles laguneras

«El montaje en sí comenzó el lunes después del Domingo de Pasión», señala. Como es costumbre, se realiza en la capilla de la Virgen de los Remedios y tiene como fondo el retablo de la citada imagen, que fue restaurado el pasado año; de ahí que, indican los encargados del monumento, se ha procurado tapar el retablo «lo menos posible». Y añaden: «En el monumento, como es tradicional en La Laguna, se ofrendan al Santísimo los mejores enseres que tiene la iglesia. Este año también podemos contemplar dos piezas textiles muy singulares, como son dos frontales de los siglos XVII-XVIII realizados en sedas naturales».

Y mientras unos visitaban el resultado de esos trabajos, otros contemplaban las procesiones. La primera de ellas salió a las 19:30 horas desde la parroquia de Santo Domingo, con dos pasos y dos cofradías: el Señor de la Humildad y Paciencia junto a la Cofradía de Penitentes de la Misericordia, por un lado, y Nuestra Señora de la Soledad con la Venerable Hermandad del Santísimo Rosario, Nuestra Señora de la Soledad y Santísimo Cristo Resucitado, por otro. Antes de que se iniciase el desfile, la tarde daba sus últimos coletazos y los rayos de sol se colaban a través de la puerta y un ventanal de la iglesia de Santo Domingo. Es una imagen llamativa y que se repite cada año. Había en esos momentos bastante gente en las escalinatas que anteceden al templo y al antiguo convento, y en el interior de la iglesia se realizaban los últimos preparativos. Como suele suceder en este tipo de actos, no faltaban imágenes curiosas como la de una cofrade tan pequeñita que incluso iba en la procesión con una chupa.

Rumbo a la Catedral

Tras la salida del Señor de la Humildad y Paciencia sonó uno de los grandes himnos de la Semana Santa: La Saeta. La procesión puso entonces rumbo a la Catedral. Delante, la Cofradía de la Misericordia, de morado y blanco; detrás, la del Rosario, de negro y blanco. Según explica la web de la Junta de Hermandades y Cofradías (JHC), la primera fue una de las entidades pioneras en el proceso renovador de la Semana Santa lagunera. «Rescata el título de una corporación que existió desde el siglo XVI en el Hospital de Dolores. Mantiene vivas dos devociones centenarias del antiguo convento dominico de la ciudad: la Humildad y Paciencia y el Señor Difunto». En el caso de la cofradía del Rosario ha mantenido históricamente el culto a la Virgen. «Su sección penitencial, fundada en 1957, revitalizó esta devoción mariana y en 2003 incorporó un paso que hasta entonces faltaba en la Semana Santa de la ciudad: el Cristo Resucitado», expone.

En la plaza de la Catedral se produjo el encuentro entre el desfile que había partido de Santo Domingo con el de la Santa Cena y su cofradía. Incluso antes de que ambas procesiones confluyesen, ya La Laguna tenía plenamente el ambiente de Jueves Santo, con cada vez más gente en la calle. La prueba más clara de que es el gran día de La Laguna profunda es que parecía no faltar ni uno de los actores destacados de ese mundillo: cofrades conocidos, dirigente vecinales, líderes de colectivos vinculados con la intrahistoria local... En el lado menos amable, aunque tal vez también un elemento más de la tradición, un frío que no ha perdonado casi ninguna noche de la Semana Santa.

El trono de la Santa Cena «muestra a Jesús en la mesa junto a los doce apóstoles durante la institución de la eucaristía. El paso fue encargado en 1664 por la Hermandad del Santísimo al escultor de ascendencia vasca Antonio de Orbarán, natural de Puebla de los Ángeles (México)», se indica en la web de la JHC. El último paso en procesionar fue el del Santísimo Cristo del Calvario, desde San Lázaro. «Es el único calvario procesional completo en Canarias», apunta la citada página.