El Santuario del Cristo de La Laguna y su entorno capitalizaron a mediodía de ayer la actividad religiosa, militar y civil con el acto de renovación de la promesa del Regimiento de Artillería de Campaña número 93 al Señor de La Laguna en agradecimiento al hecho milagroso que se le atribuye hace un siglo cuando los integrantes de la Batallón de Montaña regresaron a casa sanos y salvos, a diferencia de lo que ocurrió con el resto de unidades de España que participaron en la guerra de África en la campaña de 1921 y 1922.
El acto de ayer fue organizado por la Esclavitud, casi en la recta final del mandato de Francisco Doblas, esclavo mayor que después de la Semana Santa se despedirá al frente de la institución. La ceremonia tuvo dos escenarios para celebrar o conmemorar tres acontecimientos: en el propio Santuario, coincidiendo con el cuarto domingo de Cuaresma que destaca la alegría de la reconciliación –eucaristía presidida por el obispo–. Ahí se procedió a la entrega de medallas a los cuatro esclavos, precisamente dos días después de la mesa redonda que ahondó en que la institución no se postula contra la entrada de las mujeres, si bien es necesario cambiar los estatutos.
Se suman otros motivos que se ajustan a la convocatoria: el hermanamiento, al término de la eucaristía y a los pies del Señor, de La Laguna con el Regimiento de Artillería de Campaña nº 93 y la propia Esclavitud, que dio paso a la función más militar, desarrollada en la plaza y cuando amainó la lluvia, en la que se procedió a la renovación de la promesa centenaria.
Ya desde primera hora de la mañana, las previsiones meteorológicas que se podían consultar por el móvil advertían del 73% de humedad. No se equivocaron. Llegado el mediodía, momento del inicio de la eucaristía, el Santuario del Cristo puso a prueba el primer domingo sin restricciones sanitarias establecidas por el Gobierno canario, con un aforo a reventar, todos con sus mascarillas, la única reliquia de la pandemia que comenzó hace dos años.
Ya en los prolegómenos de la eucaristía, en el antiguo convento franciscano se encontraban los integrantes de la UA El Cabo, con el maestro Israel Reyes al frente, enfundados en sus esmóquines y a la espera de que comenzara la función. No faltaba quien le justificaba al propio director de la rondalla de Santa Cruz la ausencia del Orfeón de La Laguna, que secundaba la convocatoria del canto común por la paz, con el Dona Novis Pacem de Mozart, en el que participaron una veintena de agrupaciones del municipio a los pies de la torre de la iglesia de La Concepción de Aguere, en un canto por la paz en Ucrania que se realizó a la misma hora que en toda Europa. Al frente de todos estuvo Juan Ramón Vinagre, su exdirector musical, pero no el Orfeón.
«El pecado, o el mal, es veneno, envenena y mata la fe, aunque al principio sea dulcito»
Mientras transcurría la conversación con el maestro de El Cabo, contrastaban las prisas de quienes entraban a la busca y captura de un sitio en un banco –ayer un artículo de lujo– con la charla que impartía un guía de las visitas por la Ciudad Patrimonio, que recordaba la conquista de La Laguna y la visita que hizo cuatro siglos después el rey Alfonso XIII, para luego referirse con familiaridad a las que han repetido Felipe y Letizia, como quien hubiera acabado de desayunar con ellos, para poner rumbo a la calle San Agustín, de visita hasta los patios interiores.
Comienza la celebración
Con el Santuario a reventar, unos esperan para entrar en procesión y otros buscan hueco, haciendo valer que, aunque llegan tarde, estaban invitados. Ahí, prestos, los esclavos que prestan el servicio, como si cada uno llevara dentro un maestro de ceremonia. Con el obispo dispuesto para entrar en procesión, el director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, José Gómez Soliño, en busca de su lugar, mientras irrumpe el vicepresidente del Cabildo, Enrique Arriaga, y se escuchan los primeros acordes de la UA El Cabo.
Y da comienzo la celebración, en la que llama la atención la casulla rosa del prelado, casi tanto como la mascarilla a juego, sobre la que más tarde el obispo nivariense explicaría que se debe al ser el cuarto domingo de Cuaresma, en el que se proclama la parábola del Hijo Pródigo, sobre la que luego extendía su homilía monseñor Álvarez, quien aprovechó para hacer presente el teniente general Carlos Palacios, quien hasta unos meses fue jefe de la Zona Militar de Canarias y en la actualidad es el segundo jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra, dijo el obispo.
«Don Carlos Palacios fue un gran impulsor de esta iniciativa», recordó, para contextualizar la ceremonia religiosa con el acto militar: la renovación de la promesa de los artilleros por regresar sanos y salvos tras la guerra de África. Entre las frases de la homilía, «el pecado, o el mal, es veneno y envenena y mata la fe, aunque al principio sea dulcito» o «Dios no nos tiene retrancados, sino que respeta nuestras libertades».
Nuevos esclavos
De la homilía, a la entrada de los nuevos cuatro esclavos –Gonzalo, Francisco, Pedro y Carlos– que pidieron la medalla de la esclavitud con el compromiso de divulgar la devoción, como reza en la fórmula utilizada por el obispo para cumplimentar el ritual uno a uno.
Un acontecimiento personal y para la esclavitud que acapara la crónica en otras celebraciones anuales, pero que en esta oportunidad quedó relegada con el centenario de la promesa de los artilleros que volvieron ilesos de la Guerra de África.
Cuando la eucaristía ya llevaba más de una hora de celebración, la lluvia había parado y el sol se asomaba a la puerta del Santuario... La duda era saber si cabía la posibilidad de rescatar la opción de la plaza, pues inicialmente la ceremonia se había ideado con la vista puesta de la calle, por lo que la UA El Cabo fue avisada para que realizara las preceptivas pruebas de sonido y acabar en el coro.
«Dios no nos tiene retrancados, sino que respeta nuestra libertades»
Como una dulce transición, la eucaristía continuó –llamó la atención el momento de la consagración, cuando en torno al altar se dispuso al junta de la esclavitud– para finalizar tras la bendición, con el primero de los dos grandes eventos programados: la firma del hermanamiento entre Regimiento de Artillería de Campaña nº 93 y la propia Esclavitud de La Laguna. Por este motivo se habilitó una pequeña mesa para que el coronel jefe, Carlos Latorre, en representación de los artilleros, rubricara un protocolo junto al esclavo mayor del Cristo de La Laguna, Francisco Doblas, que no solo llevaba anexo las condiciones, sino que se sellaba con un diploma conmemorativo.
No fueron diez, como los mandamientos, sino ocho las cláusulas del hermanamiento, pero todas se resumen en que la esclavitud y el regimiento caminen de la mano y ser partícipe de la vida de las diferentes instituciones, herederos del juramento de acompañar y dar escolta al Cristo de La Laguna, compromiso que se renovó.
Antes de finalizar el hermanamiento hubo regalos protocolarios con la entrega de un guion de parte de los artilleros a la Esclavitud del Cristo y el intercambio de corbatas conmemorativas. Llegaba a su plenitud el sueño que en el verano de 2020 ideó Juan Luis Maury-Verdugo –esclavo mayor del Cristo de La Laguna en 2006– durante su estancia en plazas andaluzas. El propio Maury tuvo el reconocimiento de los militares, quienes le otorgaron el honor de recoger el guion. Y no solo el Regimiento de Artillería se alió con el mentor de este acontecimiento, sino también hasta el tiempo, que permitió renovar en la plaza el juramento de acompañar y escoltar al Señor de La Laguna.
Surgió la posibilidad, porque había remitidola lluvia, y los esclavos ni lo dudaron, evidenciando su presteza para dejar expedito el terreno y sacar la procesión a la calle. Aunque lleva su tiempo, el necesario para que algunos feligreses realizaran su tesis doctoral sobre si los charcos iban a permitir el desfile de la tropa que esperaba la finalización de la misa para poder rendir honores al Cristo. No fue el único doctorado en ciernes; otro se centró en si a la salida de la imagen debían repicar las campanas –algo que no ocurrió al inicio, pero sí a su regreso a casa– o la idoneidad de celebrar este acto en marzo, cuando llueve, en vez de en las fiestas de septiembre, lo que alguno justificó al trabajo desarrollado por la junta saliente una vez finalice la Semana Santa.
Y por fin sale el Cristo. Primero a la plazoleta y luego a la plaza. Tras del trono, el obispo, y detrás, las autoridades, entre las que se encuentran el segundo teniente de alcalde y responsable de asuntos económicos, Alejandro Marrero, así como el concejal de Fiestas, el artista Badel Albelo, embutido en su chaquetón tres cuartos que es sinónimo del atuendo lagunero. Entre las autoridades locales, el alcalde de Icod de los Vinos, Francis González. También participó, tanto en la eucaristía como en la procesión, el vicepresidente del Cabildo, Enrique Arriaga.
Ya en la plaza del Cristo, los artilleros de hoy se dieron la mano con los veteranos desiempre que, aunque se encontraban fuera de formación, siguieron con el rigor militar el himno del artillero, una emoción propia de quienes revivían cien años el juramento al Señor de La Laguna por la protección dada en la guerra de África. Aunque el pasado septiembre ya el Cristo había salido hasta su atrio, ayer fue protagonista de la parada militar en un lateral de la plaza para dar mayor realce a la renovación de la promesa de los artilleros, que incluye hermanamiento con la esclavitud, en la antesala de la Semana Santa, que esta vez se reencontrará con la nueva normalidad después de dos años sin procesiones en la calle.