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Atrapado y sin recursos

José Antonio Aráez espera desde hace 14 meses por la ayuda de la dependencia | Le amputaron las piernas y afirma que el dinero no le alcanza para los gastos

Atrapado y sin recursos

El confinamiento cambió por completo la vida de José Antonio Aráez, y no por el coronavirus, sino por un desajuste en una proteína que llevó a que le amputasen las extremidades inferiores. Este exnadador adaptado, que llegó a disputar el Campeonato del Mundo celebrado en 2006 en Durban, asegura que desde entonces hasta ahora aguarda para recibir una ayuda de dependencia que le permita vivir. 


José Antonio Aráez lanza su particular SOS. Vecino de Taco y conocido nadador adaptado, la vida le cambió en los días de confinamiento. Según explica, el desajuste de una proteína motivó que le tuviesen que amputar sus extremidades inferiores. Se quedó pesando por aquellos días 29 kilos. Pero el golpe no quedó ahí. El problema posterior ha sido incluso peor: afirma que el dinero no le alcanza para hacer frente a los cuidados que requiere su actual situación de salud. Ha ido saliendo adelante con ahorros personales y una cuestación que realizaron a beneficio suyo amigos del mundo del deporte. Sin embargo, aquella hucha, asegura, se va terminando y, mientras tanto, la ayuda de dependencia no llega pese a una espera de catorce meses.

Atrapado y sin recursos

Aráez tiene 57 años. Desde su juventud padece una enfermedad degenerativa denominada espondilitis anquilosante, una forma de artritis que afecta principalmente a los huesos y las articulaciones de la base de la columna. Estaba incapacitado para el mundo laboral, pero se «defendía». «Yo me lo hacía todo», apunta. Y el deporte, además de una válvula de escape, le permitió satisfacciones personales: nadó en el Ademi hasta que se retiró hace siete años y llegó a tener récords en 50 metros libres y 50 mariposa. Relata que incluso estuvo en el Campeonato del Mundo celebrado en Durban, en Sudáfrica, en 2006, así como que desde el Comité Paralímpico Internacional le dirigieron una carta indicándole que era el único nadador con esa patología o con otra análoga que había logrado los resultados que él estaba obteniendo.

Atrapado y sin recursos

Ahora ha pasado de pensar en aquellos triunfos a hacerlo en unas cuentas que no le cuadran. «Gasto casi 900 euros en acostarme y levantarme», expresa sobre la atención que tiene que recibir, a la que hay que añadirle el resto de gastos ordinarios, como el alquiler o la alimentación. «Necesito que me levanten, que me lleven al baño... Tengo un cuidador que lo pago yo», afirma, y cifra en 1.035 euros sus ingresos mensuales. «Que te corten las piernas es duro y no le deseo a nadie que pase por ahí, pero peor es que la sociedad no está hecha para la gente con dependencia», manifiesta. «Hay compañeros que tardan dos años, tres años en cobrar la ayuda... », afirma. «Es inviable que lo pueda aguantar un pobre», apostilla Aráez, que agradece la ayuda que recibe de sus caseros y de los vecinos. Ese apoyo incondicional lo contrapone a la atención que recibe del Gobierno con su ayuda de dependencia.

José Antonio Aráez ha barajado por algún momento regresar a Murcia, de donde es originario, aunque tan pronto lo piensa como esa idea se le quita de la cabeza. «La Isla es maravillosa, pero no está hecha para personas en silla de ruedas; todo está cuesta arriba, cuesta abajo, hay trampas en las aceras...», opina. Su decisión de trasladarse en su día a Tenerife fue por la enfermedad degenerativa que padece. «El clima es más estable y me di cuenta de que tomaba menos medicación y lo llevaba mejor», expone.

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