La casona del número 34 de la calle San Agustín, en el casco histórico de La Laguna, «no corre peligro inminente de colapso». Es lo que han indicado los técnicos de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento lagunero tras las primeras inspecciones a este edificio deshabitado y en estado de ruina precintado la tarde-noche del lunes después del desprendimiento parcial de dos plantas, que provocó un estruendo que sorprendió a los vecinos y viandantes a las 20:30 horas.

Como medida de precaución, Urbanismo ha acordonado una amplia zona frente a la fachada del inmueble. Asimismo, ha cortado la vía peatonal entre el cruce con Juan de Vera y Tabares de Cala al tráfico. La circulación permanecerá limitada –lo está en todo el casco histórico desde su peatonalización– hasta que se lleve a cabo una inspección exhaustiva de los expertos. Solo se permite el acceso de vehículos al garaje colectivo que se encuentra frente a la casona.

El concejal de Urbanismo de La Laguna, Santiago Pérez, informó de que va a exigir a los propietarios que ejecuten de forma urgente obras de refuerzo de la estructura, las mismas que no llevaron a cabo después de que hace poco más de un mes la propia Gerencia abriera un expediente por el estado de ruina del edificio y la necesidad de actuaciones en su interior, en muy mal estado de conservación después de décadas de abandono. Si siguen sin hacerse cargo del edificio, el Ayuntamiento se reserva el derecho a llevar a cabo los trabajos y pasar luego la factura a los dueños.

Un vecino donó la casa a las Hermanitas de los Desamparados pero estas rechazaron la propiedad

El largo y farragoso proceso judicial por la titularidad de este inmueble está detrás de su pésimo estado de mantenimiento interior y exterior, a pesar de que la que fuera sede de Correos está catalogada por su interés arquitectónico y se encuentra situada en un lugar privilegiado en pleno centro histórico de Aguere, declarado en 1999 Patrimonio de la Humanidad.

Todo comenzó cuando a principios de este siglo, el entonces propietario dejó en herencia el inmueble a la congregación religiosa de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. En el testamento ológrafo –escrito y firmado a mano–, este vecino de La Laguna puso como condición que la casona se destinara a un centro geriátrico. Su decisión supuso en ese momento un gran alivio para las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, pues con esta donación pensaron que podían asumir el coste de la reforma del asilo que gestionan en El Cristo, también en el casco de La Laguna, que las religiosas realizaron entre 2007 y 2010 para mejorarlo y adaptarlo a la ley. Las habitaciones no tenían baño privado y eran ocupadas por hasta cuatro usuarios. A partir de la remodelación, los dormitorios pasaron a ser individuales o dobles y a contar con servicios y duchas. En 2007 y 2008, estos trabajos fueron financiados con la ayuda del Ayuntamiento de La Laguna, el Cabildo de Tenerife y el Gobierno de Canarias. Pero en 2009, la crisis de la burbuja inmobiliaria hizo que las subvenciones se recortaran y dejó a las monjas con la obra en marcha y sin el dinero suficiente.

Todo empezó a torcerse pronto. El paso de la titularidad a las Hermanitas se retrasó durante años debido a que un hermano del donante denunció ante la Justicia una supuesta falsedad en la firma del testamento. Su demanda para quedarse con el edificio se basaba en que el documento no había sido avalado por un notario y había sido falsificado. Todos los recursos que presentó ante los juzgados de La Laguna y la Audiencia Provincial, sin embargo, fueron rechazados por los jueces, que dictaminaron que el testamento no había sido falsificado y era completamente legal. El Tribunal Supremo confirmó las sentencias previas en junio de 2011, hace ahora 10 años, al avalar que la casona de San Agustín 34 es propiedad de las religiosas.

El lío no quedó ahí. Pese a los fallos judiciales favorables, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados no pudieron finalmente asumir la titularidad del inmueble. Había que invertir muchísimo dinero en su mantenimiento y conservación, y la venta estaba condicionada al deseo del donante de que fuera un asilo. De tal manera que rechazaron la propiedad, que volvió a la familia del vecino que la quería dejar en herencia a las religiosas.

Santiago Pérez reveló ayer que el Ayuntamiento de La Laguna está interesado en adquirir el inmueble y en convertirlo, tal y como deseaba el vecino que intentó donarlo como una de sus últimas voluntades, en un centro para personas mayores. «Es un inmueble de gran valor. Recuerdo de niño verlo funcionar como sede de Correos», recordó el concejal de Urbanismo en declaraciones a Radio Nacional de España. Todo queda ahora pendiente de los informes de los técnicos tras los desprendimientos del lunes, que descartan por el momento que se pueda venir abajo.