Unas 30 personas esperan por fuera del Centro de Salud de San Benito. El aparcamiento situado al lado es un tetris en el que no cabe ni un coche más. Es viernes a media mañana en una de las entradas a la Urbanización Padre Anchieta, un entorno que para la mayoría se queda ahí: en el ambulatorio, la avenida de La Candelaria o la calle Pablo Iglesias; es decir, en lo que se puede ver sin adentrarse en un entramado de callejuelas y plazoletas que fueron temidas en los años 80 y 90. Desde la Asociación de Vecinos Padre Anchieta sostienen que la inseguridad ya no es la que era; pero su relato y el recorrido por este enclave deja claro que hay otros problemas.

En febrero, poco antes del estado de alarma y el confinamiento, Pedro Noda se puso al frente de la Asociación de Vecinos. Le acompaña un equipo con miembros de los dos ámbitos de la Urbanización: “abajo” y “arriba”, San Juan y San Benito. Según explica, buscan lograr un impulso para la zona, especialmente en lo referido a la Actuación de Regeneración y Renovación Urbana (ARRU). La limpieza o el estado de algunas infraestructuras son otras reivindicaciones que aparecen al analizar la situación, sobre la que resume: “Nos tienen abandonados”. También critica que la comunicación entre el Ayuntamiento lagunero y los representantes vecinales no es la esperada. “No cuentan con nosotros”, mantiene.

Los bloques y el ARRU. La Urbanización Padre Anchieta cuenta con 137 bloques, de los que se actuó en nueve en la primera fase del ARRU. Las labores continúan en una segunda etapa, aunque desde la Asociación muestran algunas dudas sobre lo que se está haciendo y lo que vendrá después. “El ARRU va muy mal y la Asociación de Vecinos no está informada de lo que se va a hacer”, lamenta Noda. “Ahora se está trabajando, pero muy lento y con poco personal; la segunda fase, que se paró a principios de la pandemia, debería estar ya a más de la mitad”, manifiesta.

Los datos de los que disponen es que la primera fase ya está concluida; que la segunda incluye 46, y que en la tercera son 28. “Y son 137”, apostilla Noda, antes de puntualizar que todos, por unas cosas o por otras, presentan necesidades de mejora. Al abordar el ARRU también comenta que hubo una visita del alcalde, Luis Yeray Gutiérrez, a la zona y que quedaron para una nueva reunión para hablar de forma específica de la reforma de las viviendas con el concejal de Obras e Infraestructuras, Andrés Raya. “Y hasta la fecha”, añade. Asimismo, le preocupa que haya bloques en los que los desagües están “derramándose”. “El alcalde nos dijo que no se podía hacer antes del ARRU y sin tener la documentación de las viviendas; tiene razón en eso, pero creemos que se podría buscar otra fórmula para dar solución a ese problema”, indica.

Actualmente se están llevando a cabo unos trabajos en las cornisas de los edificios que los vecinos no acaban de entender. “Nos parece un gasto de dinero innecesario, puesto que deberán volver a actuar otra vez”, dice el presidente de la Asociación Padre Anchieta. Son unas actuaciones en las que los citados elementos son retirados en los tramos en los que se encuentran menos consolidados o en peor estado, con lo que el resultado son unas cornisas a trozos. Ante eso, la opinión de los representantes vecinales es que “lo están haciendo mal, porque lo deberían hacer todo”.

De uno de los bloques sale Elicio Marrero, vecino desde principios de los 80 y presidente de comunidad. En su caso, es más categórico sobre las cornisas: “Lo que yo he visto aquí es lo que se dice vulgarmente una chapuza; hay bordillos en los que lo único que han hecho es ponerle un poquito de pintura para disimular”. Según expresa, el Ayuntamiento de La Laguna los llamó para decirles que tenían previsto empezar “unas obras en las que iban a ir quitando las cornisas, todo lo que corría peligro”. Al ser preguntado por la naturaleza de los trabajos y si estos forman parte del ARRU, se refiere a que no recibieron demasada información: “No explicaron nada, solamente que iban a quitar las cornisas para que no hubiera ningún riesgo”.

Limpieza y mantenimiento. Marrero coincide en otro de los puntos abordados por la Asociación. “Esto está un poco abandonado por parte de las autoridades”, comenta, antes de hacer mención al estado de unos jardines que, debido a su falta de cuidado, propietarios de mascotas utilizan para que estas hagan sus necesidades. Lo dice en alusión a las inmediaciones del pabellón situado en la trasera del Centro de Salud de San Benito. Precisamente en uno de los laterales de esa instalación deportiva existe un pasadizo, cerrado al tránsito, al que se refieren desde el colectivo como ejemplo de dejadez e, incluso, de “insalubridad”: en el suelo se ha ido acumulando una capa de excrementos de paloma de varios centímetros de altura.

En el recorrido por entre los bloque van apareciendo pequeños problemas de mantenimiento o relacionados con los servicios. Pedro Noda, que conoce cada rincón del lugar, señala cómo se ha ido levantando el suelo en un espacio abierto detrás de una de las cafeterías cercanas al ambulatorio; un edificio un poco más arriba –en el tramo peatonal de la calle de José María Balcells, que conecta con el corazón de San Benito– que ni siquiera tiene puerta, “con el peligro que eso conlleva”, o la acumulación de basura en algunos jardines. “Hasta hace dos meses, un barrendero venía todas las tardes a barrer, mientras que ahora esa limpieza en las zonas comunes es un día sí, un día no”, expone el presidente, que también pide labores de desratización.

Centro de Salud. Sobre el Centro de Salud se detienen desde la Asociación de Vecinos Padre Anchieta en dos aspectos. Por un lado, muestran su discrepancia de que no se realicen desinfecciones desde abril. El otro enfoque es sobre el estado de la instalación. “Se había llevado a pleno cuando estaban gobernando Coalición Canaria y el Partido Socialista para trasladarlo a la antigua estación de guaguas, y ahora han cambiado para hacer ahí una nueva comisaria”, recordó Noda, que tiene claro que se necesitan unas mejores instalaciones.

La vida en la zona. El equipo directivo considera que se debe incrementar la presencia policial para acabar con algunos hechos que, aunque de forma más aislada que hace unas décadas, siguen produciéndose. Ponen el ejemplo de los dos coches que que fueron quemados durante la semana en la calle Henry Dunant, cerca de la gasolinera de la rotonda del Padre Anchieta. “Aquí no se ve la policía por ningún lado, solo cuando pasa algo muy grave y los llaman”, asevera Noda.

Asimismo, relata que hay vecinos que no tienen sus necesidades básicas cubiertas y que existe “mucho paro”. “Hay gente que nos ha dicho que llama a los servicios sociales y no les cogen el teléfono”, señala sobre un aspecto que ha sido objeto de más críticas en los últimos meses y desde diferentes ámbitos. La ausencia de zonas de juego para los niños es otro de los asuntos para los que demandan una solución.

Problemas hasta con el santo. El máximo responsable del colectivo vecinal de la Urbanización comenta que existe una talla del Padre Anchieta que fue donada hace años al barrio y que en los últimos meses ha vivido una situación extraña. “Después de la restauración de la iglesia de San Juan, alguien decidió que la imagen no estuviera allí”, lamentó, e hizo hincapié en que ese había sido su templo durante un cuarto de siglo. Si bien el párroco de La Concepción permitió que fuese trasladada a esa otra ubicación, donde actualmente se encuentra, Pedro Noda no entiende “por qué no puede estar en la iglesia de San Juan”. “Nadie nos ha informado; incluso lo intentamos con el alcalde y con la oposición”, expresó.