La víspera del día del Cristo de 1920 se vivieron dos acontecimientos que marcaban el comienzo de la fiesta grande de La Laguna. A las cuatro de la tarde, carreras a caballo en la plaza de San Francisco, disputándose los jinetes cintas pintadas por distinguidas señoritas. Por la noche, verbena en la misma plaza, después de las reuniones en los ventorrillos.

Allí estaban los hermanos Manuel, Luis y Jesús Ramos Falcón junto a amigos y familiares. Entre carne en adobo y cuartitas de vino, se fraguó lo que meses más tarde sería el comienzo de un negocio de tejidos y relojería, que fue un referente comercial en aquella urbe de principios del siglo veinte.

El emprendedor del negocio textil conocido como Los Ramos fue don Luis Ramos Falcón, que años antes se había formado como relojero, independizándose más tarde montando un taller de relojería en la confluencia de las calles de La Carrera y San Juan, en un local alquilado a la familia Beautell por el que se pagaban de alquiler treinta pesetas mensuales.

El 21 de febrero de 1921 se inauguran los Almacenes Ramos y, después de cuatro años de crecimiento, don Luis propone a Manuel y a Jesús la fundación de una sociedad limitada, en la que participan los tres hermanos con un 33,33 por ciento cada uno. El negocio comienza a despegar, convirtiéndose en los años 50 del siglo pasado en el más importante de la ciudad, aumentando su oferta comercial con tejidos varios, mercería, sastrería, telas para tapicería, taller de relojería y perfumería. En verano también disponían de artículos para viajes, adornando los escaparates con maletas y bolsos, colocados entre maquetas de aviones y carteles anunciadores de diferentes destinos, objetos cedidos por la Delegación de Iberia en Tenerife.

En los años 60 del siglo pasado, paseando por la calle de La Carrera camino a La Concepción, desde la conocida durante años como la esquina de los Ramos , se encontraban a ambos lados de la vía principal de La Laguna las tiendas más importantes de nuestra ciudad. Se podían comprar perfumes y objetos variados en don Antonio Ayo; exquisiteces gastronómicas en don Enrique Chorizo; lencería femenina en Purita; telas y ropa en Granero; libros en El Águila; tabacos y efectos timbrados en don Álvaro; juguetes y objetos de regalo en Calipso; gafas y artilugios de caza y pesca en Óptica Rieu; tuercas, tornillos y cacharros de cocina en Secundino Martín, y medicinas y pócimas en la farmacia Renedo.

Después de fallecer los hermanos Ramos Falcón, mi padre, don Manuel Luis, que había trabajado como empleado de los almacenes desde muy joven, tomó las riendas del comercio, modernizando las instalaciones y creando una boutique con ropa femenina de alta calidad. Él fue el alma del negocio, con un trabajo duro y honesto, permitiendo a los familiares de su padre y sus tíos, que vivieron muchos años, una estabilidad económica solvente y digna, y a sus hijos realizar lo que cada uno eligió para su futuro.

Todo lo que he sido en mi vida viene marcado por el trabajo y el ejemplo en valores humanos que aprendí de la familia Ramos. Se lo agradezco a mi abuelo, tíos abuelos y, en especial, a mi padre, que trabajó con todas sus fuerzas hasta que en septiembre de 1988 acabó la historia de los Almacenes Ramos, que muchos recordarán como ejemplo de buena calidad y exquisito trato.