¿Todavía hay vocaciones a la vida religiosa?

Siempre hay vocaciones porque Dios llama pero el ambiente a veces no permite escucharla, porque es necesario cuidar el entorno y rezar por quien sienta la llamada para que se les ayude y acoja.

¿Está de moda rezar?

El que tiene fe siempre reza y los que no tienen también rezan.

¿La pandemia ha sido similar a la caída del caballo de Pablo y muchos se han convertido?

El Covid-19 ha permitido que muchos se den cuenta de que no son tan poderosos ni tan sabios como se creían. Nuestros mayores científicos se atreven a dar su opinión sobre la pandemia, pero no se atreven a sacar conclusiones sobre cómo ha entrado, ni cómo va o cómo saldrá.

¿El coronavirus ha sido un castigo divino?

Dios no hace castigos, sino que actúa como una madre que corrige. Esto me recuerda cuando atravesaba el túnel de San Sebastián de La Gomera camino a Hermigua. Iremos a algo distinto, ni mejor ni peor. Si queremos aprender, debemos tener una actitud distinta; frente a la naturaleza misma de la que somos administradores. Hemos sido déspotas con ella, no hay más que ver cómo ha vuelto durante el confinamiento. Debemos tener una reconciliación con la naturaleza. Este tiempo se ha tendido la mano unos a otros, se ha querido comunicar y se han conocido los que no se conocían. El egoísmo nos tenía a oscuras y ha salido lo bueno que hay en todo ser humano: las ganas de ayudar.

¿Qué decir a quien demanda más ayuda a la Iglesia?

¡Hombre, la Iglesia lo que no ha estado es todo el día en la pantalla diciendo aquí estoy! Mire, desde el comienzo de la pandemia el número de sacerdotes que han fallecido por estar al pie del cañón y las comunidades religiosas... La Iglesia ha estado haciendo lo que tiene que hacer, sin aspavientos; no ha estado quieta.

¿En el confinamiento ha venido a la Iglesia gente que antes no la pisaba?

Ha habido gente donde ha despertado su dimensión religiosa.

¿Usa móvil?

Ese es uno de los remordimientos que he tenido en estos días del virus; estar más al día en las nuevas tecnologías.

¿Se siente importante por los cargos que ha ocupado en sus 63 años de cura en la Diócesis?

No, no... Me han puesto de vicario, de rector del Seminario... Todo ha sido así de sorpresa (se ríe).

¿Qué recuerdo tiene como párroco de La Concepción?

He tenido dos parroquias: la primera, en Taco, cuando era la única que existía allí; y en los últimos 24 años, La Concepción, donde he descubierto una comunidad viva y unas dimensiones y cualidades envidiables de Santa Cruz, de apertura y acogida. No he tenido que pasear mucho para encontrar la periferia porque la tengo en la puerta de la iglesia con pobres, marginados... que son mis vecinos y nos saludamos a diario.

¿Deja la parroquia mejor que como la encontró?

Soy el primer párroco diocesano de La Concepción desde que en 1930 vinieron los jesuitas de la mano de Francisco Rey Malo. Cuando llegué yo, en 1996, se acaban las obras de restauración.

¿Qué pensó cuando le asignaron La Concepción?

Dije al obispo Felipe Fernández: "No voy a sustituir a un párroco sino a una comunidad y una historia".

¿Cuál es el voto más complicado de cumplir: castidad, obediencia o pobreza?

Si no tienes virtud, todos son complicados. Con la obediencia, uno tiene posibilidad de dialogar con el obispo. La castidad es inherente a cómo concibes el sacerdocio; como la pobreza, tiene su dificultad a tener en cuenta.

Ante la carencia de vocaciones, ¿suprimiría el celibato?

Suprimir el celibato no aumentaría las vocaciones; al contrario, dificulta. Una persona casada ya tiene su vocación en su familia, precisa mucha dedicación. Sé que la Iglesia tiene en algunas zonas incluso aquí algunos compañeros de la Iglesia anglicana. Para mí el celibato es una demostración de amor, no una obligación, si lo ves así no lo soportas. El celibato no es una carga, sino una demostración de amor; y una parroquia es como una familia. La Iglesia ya lo permite en la Amazonia y permite diáconos permanentes.

¿Qué queda por preservar en el patrimonio de la parroquia de La Concepción?

Retablos tan hermosos como el del Carmen, que cualquier día se viene abajo porque está carcomido. El patrimonio no es arqueología, sino un tronco viejo que tiene las ramitas vivas. Es un puntal que tiene tres partes: la parte histórica de la iglesia, el templo; el patrimonio -ornamento y orfebrería- y el archivo -la historia de Santa Cruz-. No se pueden separar.