Ocurrió en nuestra ciudad hace un siglo. Eran momentos de graves dificultades económicas y tensiones sociales. Las secuelas de la guerra europea se mantenían tanto como las de la "gripe española". Fue una revuelta popular. La provocó el encarecimiento del precio de los alimentos básicos. Lo que se convocó como manifestación vecinal de protesta derivó inopinadamente en el saqueo de comercios y usurpación de productos de primera necesidad.

El 12 de enero de 1920 amaneció en San Cristóbal de La Laguna sin un solo gramo de azúcar a la venta. Los comerciantes alegaban que las existencias se habían agotado. Pero nadie los creyó, puesto que se anunciaba nueva subida inmediata del precio, que se había disparado desde días atrás hasta alcanzar 1,60 pesetas la libra (menos de medio kilo); cantidad desorbitada, ya que un jornalero, por su trabajo "de sol a sol", percibía diariamente alrededor de 2 pesetas (0,012 ?).

La indignación del vecindario fue creciendo a medida que transcurrían las horas, convencida cada vez más la población de la existencia bajo cuerda de un pacto de desabastecimiento del comercio local para especular más. Hubo incidentes aislados sin consecuencias graves, aunque en algunos se vio obligada a intervenir la guardia urbana.

Empezaba a atardecer y próximo el cierre de los establecimientos cuando comenzó una "imponentísima" manifestación "de todas las clases sociales", en la que "también figuraban mujeres y niños" -puntualiza El Progreso- para condenar "la insólita conducta de los comerciantes". El gentío se dirigió al Ayuntamiento, donde se incorporaron el alcalde accidental señor Díaz Bethencourt, el comandante de la Guardia Civil y otras autoridades.

Sin embargo, los responsables del orden público no previeron que, en un momento dado, varios grupos de manifestantes situados estratégicamente abandonarían la comitiva e irrumpirían en los comercios donde se sospechaba que se ocultaba azúcar, para saquearlos, como así ocurrió. Con gran rapidez se adueñaron de más de dos mil quinientos kilos y, de paso, de unos seiscientos sacos de arroz y otros tantos de garbanzos; en total, más de 250 sacos, según los periódicos, que fueron llevados inmediatamente, en carros y también a hombros de los trabajadores, a los locales de la Asociación Obrera, entidad proletaria muy activa y donde probablemente se planeó el asalto, y comenzaron a venderlos "a precio económico (···) destinando su producto a los asilos benéficos".

Al ser informado el gobernador civil accidental Vicente Castro y Matos, presidente de la Audiencia, que sustituía por ausencia al titular Luis Richi, ordenó la inmediata suspensión de las ventas y envió fuerzas de Seguridad para restablecer el orden. Esto exasperó más aún a los amotinados, que se hicieron de forma violenta con los alimentos que quedaban en la Asociación Obrera y los repartieron a las gentes.

Aunque la noche pareció calmar los ánimos, a la mañana siguiente se volvieron a encrespar, al propalarse que, en el domicilio de Manuel El palmero, cerca de la Cruz de Piedra, había almacenado trigo no declarado por el propietario. Un grupo de exaltados forzó la vivienda, la registró de arriba a abajo y no encontró "nada de lo que se buscaba". La guardia de Seguridad los dispersó a sablazos y detuvo a siete de ellos, puestos más tarde en libertad.

La prensa insular informó con amplitud de los hechos, matizándolos cada periódico conforme a su línea editorial: para el conservador Gaceta de Tenerife fue un "saqueo" en toda regla, para su declarado opositor El Progreso, "una noche memorable para La Laguna" que merecía "la más efusiva felicitación al vecindario" por su valentía, mientras que La Prensa, astuta y más atenta al hecho informativo, prefirió hablar de "incautación", lo que le censuró Gaceta en un editorial acre, en primera plana, en el que, además, solicitaba la dimisión de todo dios. Por su parte, Diario de Las Palmas, en escueta nota de alcance -"Lo que hacen en La Laguna"-, decía que autoridades y vecindario fueron quienes se "incautaron" de los víveres, y La Provincia informaba días después, no sin cierto velado regodeo: el "pleito insular" se hallaba entonces en plena efervescencia.

Cronista oficial de San Cristóbal de La Laguna