La Ciudad de los Adelantados amaneció ayer con cambios con respecto a lo que ha sido habitual en las últimas semanas, pero más por la mayor presencia de transeúntes que por la reapertura de establecimientos. La amplia mayoría de ellos permanecieron igual que desde que se decretase el estado de alarma: con la reja bajada y a la espera de momentos mejores. Fundamentalmente, este lunes abrieron los mismos que, por sus características, ya venían haciéndolo durante el resto del confinamiento.

El recorrido desde el entorno de La Concepción comenzaba con un cartel en el exterior de la Cafetería La Campana, que ofrecía repartos para la zona centro y a través de la compañía Glovo. Ni un atisbo más de movimiento empresarial en los demás locales de restauración del lugar, salvo en el Venezia. "El miércoles habíamos empezado con los repartos a domicilio y ahora los clientes ya pueden venir a recoger los pedidos", explicó Juan José Martín, uno de los propietarios de esta conocida cafetería.

Martín señaló que durante varios meses acometieron una amplia reforma del local y que fue el 27 de enero cuando volvieron a abrir las puertas. El coronavirus apenas les dio un mes y medio de margen... Llegaron las medidas restrictivas y tuvieron que cerrar de nuevo. Ahora, han decidido regresar con el objetivo de ir recuperando "poco a poco" el ritmo previo. Han fijado un horario reducido (de 8:00 a 13:00 y de 19:00 a 22:00 horas) y ofrecen los productos habituales, que los clientes podrán pedir desde sus casas a través de una aplicación virtual.

El caso de este bar se ajusta a la posibilidad fijada por el Estado para los negocios de restauración, que pueden desarrollar su actividad mediante repartos a domicilios o recogidas en el local. La otra situación que se permite desde ayer es la apertura de comercios que no excedan de 400 metros cuadrados y que puedan cumplir con una serie de medidas para evitar los contagios: un único cliente en el interior, garantizar la separación física o instalar mostradores o mamparas, limpiezas...

La Papelería PeBa, en la calle de La Carrera, era de los pocos establecimientos de ese segundo segmento que volvieron este 4 de mayo, no sin ciertas dudas sobre lo que deparará el futuro. "Todos estamos igual, con incertidumbre", expresó Carmen María Pérez, que indicó que temporalmente trabajarán solo en horario de mañana. "Esto ya no se puede mantener solo", continuó poco antes de que llegasen varios clientes, como una señora que iba en busca precisamente de uno de esos productos propios de este tiempo extraño: una lámina de acetato para crear una careta protectora.

Una peluquería cercana a PeBa y una tasca en Herradores que informaba en su fachada de que se repartía comida a domicilio eran otros de los no demasiados comercios que lo intentaron este lunes. Uno de los porqués se encuentra en lo difícil de cumplir de algunas de las medidas exigidas, especialmente cuando se trata de locales pequeños.

Aguanta la venta de flores

Más positivo es el relato de Fulgencio Espinosa, de la Floristería Un Bejeque en mi Tejado, en la calle Escultor Estévez, en la parte alta del barrio de San Honorato. Aunque con la lógica inquietud de lo que pueda ocurrir a medio plazo, comentó que vivió un Día de la Madre con buenas ventas. No en vano, apuntó que el sector de las flores en la Isla tuvo que estar pidiendo disculpas este domingo por los retrasos debido al desbordamiento de trabajo con el que se encontró, en parte influido por la imposibilidad de realizar otros regalos. No fue esa la única singularidad de esta campaña clave para las floristerías. Espinosa manifestó que la prohibición de importaciones llevó a que la práctica totalidad de las flores que se regalaron este fin de semana fuesen cultivadas en el Archipiélago. Pasada esta celebración, ayer continuaba atareado en su tienda, en el primer día en que podía permitir al público acceder al interior. Y resaltó: "Es importante que la gente apueste por el pequeño comercio y la producción local".