La actividad habitual casi cualquier día del año en las calles de Jardina, junto a Las Mercedes, es reducida: coches que pasan de forma aislada, algún vecino que se dirige a viviendas cercanas o a huertas, o el turista que trata de introducirse en la red de senderos del Macizo de Anaga a través de la parte alta de este barrio lagunero. Es una zona, en definitiva, entre tranquila y solitaria. Sin embargo, los efectos del estado de alarma y del confinamiento también se dejan notar en forma de una quietud, si cabe, mayor.

Nada más poner un pie en la mañana de ayer en este núcleo, y apenas avanzados unos cuantos metros, un indicador mostraba lo especial de la situación: el estallido de ladridos de perros de un lado y de otro, probablemente ya habituados al silencio extremo de los últimos días, era más propio de cuando alguien se adentra en una propiedad ajena que de la presencia de dos personas en una vía pública. El sonido del agua corriendo por un barranquillo, algo de música que salía desde una vivienda y el paso de una moto completaban la escena -a medio camino entre lo bucólico y lo triste- en este lugar.

"Se suspenden las misas en esta iglesia hasta próximo aviso", se podía leer en dos carteles manuscritos, cada uno en una de las hojas de la puerta de la capilla, cuya plaza permanecía acordonada con cinta policial. "Todo va a salir bien", animaba un dibujo infantil colgado en la ventana de una casa. De vuelta al aparcamiento, una vecina se dejaba fotografiar en el jardín-huerta de su vivienda. Es la suerte de quienes residen en un enclave como este.

Evidentemente, y como todos los bares y restaurantes de España, permanecía cerrado El Rincón del Mago, famoso en el glosario de las carreras de montaña por tratarse de un punto clave en la Anaga Marathon: lugar de salida de la categoría de 12 kilómetros y comienzo de una subida pedregosa e interminable en las categorías de 21 y 42. Ayer hasta esa cuesta parecía distinta.

El recorrido hasta el casco lagunero en poco difería de la estampa general de carreteras vacías de estos días, en las que se pueden encontrar imágenes como la de un conductor que, pese a que viajaba solo y hasta con las ventanillas cerradas, llevaba puesta una mascarilla. Ya en la plaza del Adelantado, una concentración de los concejales y del personal del Ayuntamiento que continúa desarrollando su labor de manera presencial en las oficinas municipales. Convocada por Unión Sindical Obrera (USO), la iniciativa buscaba brindar un aplauso de reconocimiento a quienes siguen realizando su trabajo en el Consistorio lagunero y, al mismo tiempo, ejercer de "estímulo en estos momentos de incertidumbre".

Por su parte, la actividad en la avenida de La Trinidad parecía haberse incrementado en comparación con los últimos días. Aunque lejos de lo que era frecuente antes de que el coronavirus pasase a marcar la vida de los españoles, la conocida arteria lagunera era recorrida por bastantes transeúntes. El protagonismo principal se lo llevaba el SuperDino. Como está ocurriendo con la mayoría de establecimientos de alimentación, y debido a la reducción de los aforos, este supermercado ha venido mostrando colas amplias en las últimas fechas. En este caso eran más de una decena de personas las que aguardaban en el exterior para poder adquirir alimentos y productos básicos.

Una farmacia y unas tiendas 24 horas eran de los pocos negocios restantes que permanecían abiertos, así como una tienda de electrodomésticos, en cuyo escaparate había un documento, amparándose en el real decreto por el que se declaró el estado de alarma, explicando el motivo de que no estuviese cerrada.

La situación en el barrio de San Benito, en otro punto de la ciudad, seguía la misma línea. La afluencia mayor de viandantes se producía en torno a un establecimiento de Mercadona, mientras que el resto de comercios y, especialmente los bares, presentaban la misma poca vida que tienen desde el pasado 15 de marzo. Y es que en Jardina, el centro histórico de La Laguna o en otras zonas del municipio la imagen es similar.