El viernes 4 de octubre de 2019 es ya parte de la historia del casco antiguo de La Laguna, igual que antes lo fueron el 2 de junio de 1964 y el 23 de enero de 2006, las fechas en que ardieron la iglesia de San Agustín y la Casa Salazar, sede del Obispado de Tenerife. Tres veces el fuego. En esta ocasión, sus dentelladas se cebaron con el Ateneo, una institución cultural y señera de la ciudad, fundada en 1904. Lo ocurrido dejó humo, olor a madera quemada, sirenas de bomberos... y un techo que desapareció. Pero también hubo carreras, nervios, llamadas, estrategias, angustias y otros detalles que conformaron un universo propio en torno al incendio. Esta es la reconstrucción de una tarde negra, armada a través de lo que allí se pudo ver, de los datos facilitados por la Policía Local y el Consorcio de Bomberos de Tenerife, y de conversaciones con diferentes actores destacados del siniestro.

15:27 horas. Suena un teléfono en el Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (Cecoes) 112. Al otro lado de la línea, un alertante accidental, como se denomina en el argot de las emergencias a quien se encuentra con un suceso e informa sobre él, describe una situación que invita a un paralelismo automático con episodios anteriores: humo en un edificio de tres alturas junto a Catedral. La activación llega a la sede de la Policía Local, en la calle Consistorio, y también al Parque de Bomberos de La Laguna. Son las 15:29 horas. La actividad normal se interrumpe en la instalación, ubicada en uno de los márgenes de la autopista del Norte, en el barrio de San Benito. A las 15:32 ya están saliendo los vehículos hacia el lugar de los hechos.

El Gabinete de Prensa del Ayuntamiento recibe a las 15:35 el primer wasap a través de un chat de asesores municipales. Sus responsables, Moisés Grillo y Antonio Toni Tabares, abandonan corriendo la oficina. Literalmente. Bajan las escaleras de madera de la Casa de los Capitanes y suben la calle de La Carrera. Tres minutos después ya tienen grabado el primer vídeo; son 20 segundos que muestran una columna de humo que emana imparable por el tejado. Entre las 15:39 y las 15:42 la noticia se acaba de propagar: utilizan un grupo de difusión de WhatsApp para remitir imágenes a los periodistas. Y un mensaje de texto: "Ateneo". No son necesarias más explicaciones.

"Nos avisan para contrastar y activar el resto del servicio; nos dirigimos a la zona, se comprueba y, ante la previsible entidad, lo primero que se hace es desalojar", detallará posteriormente sobre los pasos iniciales el subinspector coordinador de los grupos operativos de la Policía Local. Manuel Pérez Campos, que así se llama, precisa que una de las claves es dejar expeditas las vías por las que habrán de llegar los bomberos. Estos últimos están allí a las 15:37. Que se trate de un edificio histórico que alberga obras de arte de valor lleva a activar el nivel de riesgo tres. No hay tiempo que perder. Se realizan tendidos, se buscan hidrantes... Las labores de extinción ya se encuentran en marcha.

15:55 horas. Los viandantes se paran, se sorprenden, fotografían los primeros momentos. El revuelo es consustancial a este tipo de eventos. El cordón policial tiene que ser ampliado. Entre los espectadores se distinguen caras vinculadas a La Laguna profunda, esa en la que el patrimonio es asunto de estado. Es normal, arde uno de sus iconos. Un Dacia Duster de la Policía Local con las luces encendidas y otro coche del Cuerpo Nacional de Policía, un microbús naranja del Instituto Canario de Hemodonación y Hemoterapia, y un puesto cerrado de turrones completan la escena en la céntrica calle de La Carrera.

En el cruce donde confluyen la anterior vía y San Juan se contabilizan hasta ocho agentes locales. Son las 16:05. En total terminarán siendo entre 15 y 20, a los que hay que añadir cinco miembros de la Unidad de Refuerzo al Servicio e Intervención (URSI). Al frente, la subcomisaria jefe, Elena Delgado. Los bomberos, por su parte, despliegan a diez profesionales y cinco vehículos. Al cuidado de la intervención se encuentran Ibrahim Ben Mohamed, uno de los principales mandos del Consorcio, y el jefe de guardia. La Policía Nacional, Protección Civil y el Servicio de Urgencias Canario se suman al operativo.

16:06 horas. El alcalde, el socialista Luis Yeray Gutiérrez, da vueltas cerca del busto del obispo Pérez Cáceres mientras habla por teléfono. Su interlocutor es el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres. "Le estaba explicando la situación porque lo habían llamado de algunos medios", confirmará después el regidor local. A pocos metros, uno de los hombres de confianza de Gutiérrez, Alejandro Marrero, el concejal de Hacienda y Asuntos Económicos. Viste una chaqueta azul eléctrico y, cabizbajo, avanza dando pasos cortos. El fuego parece desbocado. El humo envuelve el ambiente y su olor intenso sumerge al centro en una pesadilla ya vivida.

El cronista oficial de La Laguna, Eliseo Izquierdo, también se encuentra allí. En realidad, está en la zona desde el primer instante. Su testimonio no tiene desperdicio. No acudió aquel día al Ateneo porque había viajado a Gran Canaria, pero motivos familiares lo obligaron a regresar precipitadamente. El destino lo situó a 50 metros en el momento justo. Le duele ver en llamas la sociedad que en los años 60 contribuyó a renovar y le angustia el destino de los libros de actas de la entidad, en los que había estado trabajando hasta solo dos días antes.

Parte del techo se desploma y las tejas chocan entre ellas. Se genera un estruendo en el que también se fractura algún cristal. El sonido es una especie de traqueteo que dura unos pocos segundos y que es reconocible para quien estuviese en primera línea el 23 de enero de 2006. Por suerte, ningún bombero resulta herido. La escena cambia radicalmente: desde el suelo, y a través de las ventanas del edificio, se empieza a ver el cielo. Todas las miradas apuntan en esa misma dirección.

16:22 horas. "Como alcalde de La Laguna tengo un sentimiento de tristeza enorme; estamos hablando de uno de los edificios más importes de la ciudad", afirma Gutiérrez en su primera comparecencia de la tarde. La fachada de la Catedral ya es para entonces un hervidero de medios de comunicación, políticos y asesores. Algo parecido a lo que ocurrió con la esquina de las calles Tabares de Cala y la hoy llamada Cristino de Vera en el incendio de 2006. Los concejales Santiago Pérez y Elvira Jorge, por sus responsabilidades urbanísticas y patrimoniales, respectivamente, adquieren cierto protagonismo. Junto a ellos, la jefa de servicio del Conjunto Histórico, la funcionaria Beatriz Simón, que más tarde acabará subida en la cesta de un camión de bomberos para comprobar los daños.

El reloj marca las 16:26 horas y varios miembros del Ateneo se abrazan, impotentes, ante un edificio que sucumbe a las llamas. Se trata de Orbelinda Bermúdez, administrativa de la institución, y tres de sus directivos: Claudio Marrero, el presidente; Carlos Berástegui, el secretario, y Ceferino Brito, el tesorero. Hay un momento en que Marrero se ve desbordado y se retira del lugar. Pocos como Antonio Pérez Morales entienden lo que puede estar sintiendo el líder de este colectivo cultural. Vicario general de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna y párroco de la Catedral, Pérez ha sido durante años el portavoz del Obispado, también cuando el incendio de la Casa Salazar. Su mensaje es de "solidaridad, cercanía y sentimiento de dolor" hacia la entidad. No es la segunda sino la tercera vez que asiste a algo parecido. Rememora que la Noche de Reyes de 1990 vio arder la Casa Massieu Tello de Eslava, en Santa Cruz de La Palma, de donde es originario. Era una vivienda del siglo XVIII que devoró el fuego y que dejó momentos impactantes en la capital palmera. El humo le agita los recuerdos.

Pedro Martín, el presidente del Cabildo de Tenerife, se persona en el lugar. Pérez le cede el móvil para entrar en directo en un programa en Cope Canarias. Un potente chorro de agua parece ir aplacando la intensidad de las llamas. A las 16:54, Julio Torres, de la Asociación en Defensa de La Laguna, ya tiene su balance: "Por primera vez en la historia se ha podido controlar un incendio de esta magnitud en la ciudad". Francisco Doblas González de Aledo, el esclavo mayor del Cristo de La Laguna, asiste a la escena desde la ventana de su casa. Pegado a la lona blanca del puesto de turrones, Pedro López, que fue presidente de las cofradías, tampoco se pierde detalle. "El Ateneo siempre ha jugado un papel principal en la ciudad, por lo que ahora debemos ayudar a que se recupere de este golpe", dice. Jonathan Santos, profesional del protocolo y otra cara conocida del casco, está al lado. Involuntariamente, una dependienta de la tienda deportiva de la planta baja del inmueble se ha convertido en uno de los rostros del suceso; su nombre es Daysi Pérez y hasta acaba en un programa de televisión en directo.

16:59 horas. Una comitiva de miembros de los cuerpos de seguridad y Luis Yeray Gutiérrez suben a la azotea de un edificio de la calle Alcalde Alonso Suárez Melián, la antigua Capitán Brotons. La imagen desde lo alto es la de un amasijo de destrucción. Los daños se reflejan en vigas, en unas sillas beige y granate, y hasta en algunos cuadros. Sí sigue colgando, ahumada, una lona con la imagen corporativa del Ateneo; una metáfora de lo ocurrido. Precisamente en uno de los inmuebles colindantes había surgido un imprevisto: la avanzada edad y circunstancias físicas de una vecina, unidas a las condiciones de la construcción, dificultaban sobremanera su desalojo. Los responsables del operativo, a la vista de que el fuego estaba siendo atajado, ven más aconsejable que permanezca en su casa. Otro residente, que se identifica como médico, se ofrece para asistirla si fuera necesario.

En la calle, Pedro Martín hace su evaluación de lo sucedido. "Afortunadamente no ha llegado a todas las plantas y se ha podido sofocar con prontitud", manifiesta. Es la antesala del balance final de las 17:38 horas. Ahí comparecen Gutiérrez, el propio presidente insular y la consejera de Cultura del Gobierno de Canarias, María José Guerra, lagunera y socia del Ateneo. El regidor local celebra que no haya habido ningún daño humano, da por controlado el fuego e indica que ha afectado fundamentalmente a la tercera planta. "Esperemos que para el futuro, con la colaboración de todas las administraciones, logremos rescatarlo", expresa Guerra.

17:15 horas. Desde antes de los análisis políticos, las labores de extinción dan paso a otros trabajos. Los efectivos del Consorcio de Bomberos empiezan a sacar cuadros del edificio. Primero depositan unos pocos en un jardín situado junto al busto de José Peraza de Ayala, presidente ateneísta de mediados del siglo pasado, que mira a la fachada al igual que lo hace la escultura del primer dirigente de la entidad, el poeta José Hernández Amador. No transcurre demasiado tiempo hasta que el número de obras que se acumula es significativo. La cantidad lleva a cambiar de idea y son colocadas sobre la pared de la Catedral, que se convierte en una especie de galería al aire libre.

La preocupación empuja a Leopoldo Santos, el director insular de Cultura -que fue socio y directivo de la institución-, a rebuscar entre las piezas. Se tizna los dedos. El artista Fernando Garcíarramos deambula por el lugar algo inquieto. Ojos entrenados artísticamente contrastan con los de legos en la materia movidos por la curiosidad. La subcomisaria de la Policía Local parece darse cuenta y pide que se balice el espacio, que termina acotado por unos conos tetrápodos, como los que se emplean en algunos controles policiales. "El Orfeón se ha puesto a disposición para lo que haga falta", señala a los medios de comunicación el presidente de esta sociedad lagunera, Esteban Afonso, que también pasaba por allí. El trabajo de embalaje, en el que participan voluntarios de Protección Civil y técnicos del Archivo Histórico Provincial, se realiza sobre unas mesas en la plaza. Los bomberos de La Laguna dan por concluida la intervención a las 19:45 horas y están de vuelta al parque a las 19:57. Queda entonces un inventario pictórico que se prolongará hasta la madrugada. Y un futuro, el del Ateneo, plagado de interrogantes.