"Íbamos por la Vía de Ronda cuando vimos una columna de humo. Dimos la vuelta por si había pasado algo en nuestra casa", relató Priscila Rodríguez, una vecina del casco lagunero cuya vivienda se encuentra a unos pocos metros del Ateneo. "Tenía previsto pasar la tarde en la playa de Las Teresitas pero al ver el fuego, decidimos dar la vuelta y cerciorarnos de que las llamas no procedían de nuestra casa", apuntó esta vecina para añadir: "También pensamos que la catedral podría estar ardiendo".

A las 15:30 horas de ayer se declaraba un incendio en la tercera planta del Ateneo de La Laguna, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, famoso por acoger las tertulias de escritores como Fernando García-Ramos, Gilberto Alemán o Arturo Maccanti, entre otros. Situado frente a la catedral lagunera, el Ateneo lleva defendiendo el patrimonio cultural desde 1904, fecha en la que fue fundado por el poeta José Hernández Amador junto a Adolfo Cabrera Pinto, Benito Pérez Armas y Francisco González Díaz como miembros de su junta directiva.

También fue el primer edificio en el que ondeó una bandera con la que se pretendía identificar al Archipiélago. Fue en 1907 cuando izaron un lienzo azul con siete estrellas blancas, colocadas en la misma posición en la que se encuentran las Islas, para expresar el malestar existente en Canarias con el Gobierno de Madrid.

Pese a que aún habrá que esperar a que los técnicos analicen el estado del edificio, el fuego hizo que el techo de tea cediera. "Vimos una llamarada enorme y luego escuchamos un gran estruendo", manifestó Beatriz Mederos, quien se encontraba en la zona próxima a la catedral en el momento en el que se inició el incendio. "Venía por Tabares de Cala hacia la catedral cuando vi el humo, pensé que era la bruma de Los Rodeos", afirmó esta vecina, quien insistió en que "no se veía nada a diez metros". "La gente corría asfixiada y muchos pensaban que el fuego procedía de la catedral", apuntó.

Las llamas sorprendieron a Juan García cuando se dirigía en su coche hacia la capital tinerfeña. "Decidí volver a entrar en La Laguna cuando vi el humo procedente del casco", afirmó este vecino, quien aseguró que "aparqué el coche y corrí hacia Juan de Vera porque resido en esa misma calle". "A medida que me aproximaba descubrí que el humo procedía del edificio en el que se encuentra el Ateneo", dijo.

Esta imagen traía a la memoria de muchos laguneros cómo las llamas habían reducido a cenizas el Palacio de Salazar, sede del Obispado de Tenerife. Aquel 23 de enero de 2006, La Laguna casi pierde una de sus joya arquitectónica del siglo XVII debido al fuego que se originó en la segunda planta de esta construcción barroca cuya fachada estaba considerada como una de las mejores muestras de la arquitectura civil de Canarias. "A mí me recordó a lo que pasó en el Obispado porque son edificios muy antiguos y de tea, hay que tener mucho cuidado", manifestó Rodríguez.

En el recuerdo de la ciudad también pervive otro incendio: el declarado en 1964 en la antigua iglesia de San Agustín, cuyas ruinas aún esperan por la puesta en marcha de un proyecto que devuelva el lustre a uno de los templos más antiguos de Canarias. Su historia se remonta a 1501, fecha que aparece en la lápida sepulcral más antigua, la de Jorge Grimón, uno de los hombres que participó en la conquista.

Carmen Remacho estaba trabajando en la dulcería La Catedral cuando una clienta entró en el establecimiento pidiéndole que avisara a emergencias porque el Ateneo estaba ardiendo. Pese a que esta empleada aseguró que vio poco de lo ocurrido en el inmueble, sí destacó que "cada vez salía más humo del edificio". "Al poco llegaron cinco camiones de bomberos, la policía comenzaron a desalojar a quienes estaban en los edificios colindantes y a cortar las calles", agregó.

Otra trabajadora de la dulcería La Catedral, Natalia Perdigón, se encontraba en Barrio Nuevo cuando se declaró el incendio. "Solo se escuchan las sirenas así que pensamos que algo grave había pasado en el aeropuerto de Los Rodeos", afirmó la trabajadora mientras la policía pedía a los curiosos que tuvieran cuidado con los camiones de bomberos que comenzaban a abandonar la zona tras controlar el fuego.