Julio Torres ha sido, durante varias décadas y desde distintos ámbitos, un actor con cierto protagonismo en la vida del casco lagunero. Y también en algunas de sus polémicas. Dirigió una asociación empresarial, ha puesto en marcha varias publicaciones periodísticas, ha indagado en el terreno de lo histórico y hoy preside la Asociación en Defensa de La Laguna. Y cuando habla? no suele dejar indiferente.

¿Usted cómo se presentaría? ¿Quién es Julio Torres?

Un enamorado de la ciudad, un lagunero de nacimiento, criado y ensolerado, pero no profundo.

Y enemigo acérrimo de la polémica, ¿no? Vamos, que lo último que se le pasaría por la cabeza es quejarse por algo?

¡No, no, qué va! Por mi cabeza no pasa nunca quejarme? Yo soy una persona que me adapto a todo y a todos les digo todo lo que quieren oír... (risas).

¿Qué le ha parecido el cambio político en La Laguna?

Bien. La alternancia es sana. En mis 62 años solo he conocido la dictadura de Franco, unos cinco años de Pedro González, la llegada de Elfidio Alonso y un impás de dos años de Pepe Segura. Lo demás es Coalición Canaria. Y todo lo que existe en La Laguna, lo bueno y lo malo, se debe a esa formación. Si lo pongo en una pesa, es más malo que bueno.

Imagínese por un instante que no nombraron alcalde a Luis Yeray Gutiérrez, sino a usted. ¿Cuál hubiese sido su primera acción?

Sin duda, recuperar la plaza del Cristo para todos los actos que necesite la ciudad. Es importantísimo sacar la recova de allí. Y, por encima de todo, salvar el uso lúdico. La otra medida sería rechazar el cartel de las fiestas del Cristo de este año, no como obra de arte, sino porque creo que no es el adecuado. Eso lo ha elegido y lo ha hecho la Esclavitud y yo daría la orden de no imprimir ni una copia pagada con dinero público.

¿Cómo está en la actualidad el casco histórico?

Está bien, pero le falta cariño: tratar desde el pavimento hasta las palomas, las terrazas, los precios abusivos de ciertos bares que se han instalado al socaire del turismo y que estallan a quienes nos visitan. Los hay que no abren sino pocas horas y son como si fueran trampas. Le puedo decir que en uno de esos sitios me tomé tres trocitos de queso y un vasito de vino, que hasta la botella era de esas como para la comida, y me cobraron diez euros.

Pero también el centro tiene algo que atrapa, ¿no?

Atrapa porque no solo es lo físico, sino también las personas, su ambiente?

¿Usted devolvería los patos a la plaza de la Catedral?

No, porque entiendo que los animales están mucho mejor en el parque de La Constitución. A los hechos me remito: en la Catedral dejaron esa charca que da mala imagen porque no se mantiene muy limpia.

¿Qué le ha aportado la peatonalización al casco?

Vida, todo. Pienso que la peatonalización sin el tranvía no funcionaría, y viceversa. Y también considero, y esto es con sarcasmo, que, si hubiesen sabido ciertas instituciones que el tranvía iba a vaciar Santa Cruz, no lo hubieran hecho nunca.

¿Qué le parece la pasarela que está prevista en el Padre Anchieta?

¿Usted me pregunta por la que es como si fuera un platillo volante? Un disparate. Además, para salvar la cota con la avenida de La Trinidad habrá que poner un telesilla, como si fuera para subir a una estación de esquí.

¿Cómo recuerda La Laguna de su infancia y juventud?

Era otra La Laguna distinta, más aburrida, más clerical, más con campanas doblando a muerto y con el dominio total y absoluto de la Iglesia.

¿Hay algo de aquel tiempo que echa de menos?

Las tascas y tabernas. Estaba La Oficina, Artillería o Arcadio, enfrente de la Casa Socorro. Algunos bares de ese tipo tenían en esa época las puertas como las del oeste, por lo que solo se veían los pies y no se sabía quién estaba dentro bebiendo.

¿Cómo están hoy de salud las tradiciones laguneras?

Están; están vivas. Y hay mucho que hacer, pero es posible. Y se puede llevar a cabo sin dejar seguir metiendo la nariz en ellas a personas que han demostrado su ineptitud en los últimos años. Dicen yo organizo el Corpus, yo hago no sé qué, Yo soy la Junta de Hermandades? y después el que paga es papá Ayuntamiento.

¿Cuál ha sido su mayor cabreo histórico-patrimonial?

Lo tuve de muy joven, siendo alcalde Norberto González Abreu. Se permitieron los derribos de la casa del arquitecto Pintor, magnífica; el antiguo edificio del Casino, justo al lado; donde estuvo Óptica Rieu; la casa de los Tabares, también en La Carrera, y la del actual Edificio Belén. Tenía 16 años y sufrí muchísimo aquello.

¿Esa Aguere profunda, episcopal, de iglesias y procesiones? está en retirada, o qué sensación tiene usted?

Si no fuera por las subvenciones estaría en retirada. Yo entiendo que la Semana Santa es atractiva y se tiene que celebrar, pero lo que no puede ser es que se pague con dinero público. Hay hermandades que tienen quince hermanos. Que se mantenga la influencia de esa La Laguna profunda y la Iglesia como patrimonio intangible? pero que se autosubvencionen. En este tiempo nuevo se debería terminar la influencia de las sacristías en la política municipal.

¿Qué no se puede perder nadie que venga a La Laguna?

Visitar una tasca, pero de las que no cobran caro; un paseo por la calle de San Agustín; el Cristo y su magnífico retablo de plata...