Cuando ya la mayoría del personal de EL DÍA afronta el descanso previo a una nueva jornada, el periódico no ha concluido aún la cadena de producción. Se ha dado el cierre desde la avenida Buenos Aires a las páginas que se han montado de forma informática y, aunque impresas ya, falta que el producto que desde primera hora de la mañana se pergeñó llegue a su destinatario: el lector de la edición papel.

Desde el equipo de distribución que coordina Francisco Hernández, Óscar Martín, Blas Melo y Fran Díaz preparan durante el día que todo esté a punto para cuando lleguen los repartidores al exterior de la planta de impresión Tenerife Print, donde recogerán la tirada para proceder a su entrega a los kioscos y puntos de ventas. Por la noche, Óscar realiza la predistribución imprimiendo las rutas y la asignación de ejemplares por puesto que marcan el reparto, en el que participa casi una decena de personas que acercarán el periódico a los diferentes puntos de la geografía insular, a lo que se suma la distribución en avión a La Palma y El Hierro, y en barco a La Gomera. Como curiosidad, se atienden a diario las trece suscripciones con lectores de la Península.

Diecinueve rutas que realizan diez repartidores: Gregorio y Eliasar por el Sur; Mary, por Taco; Tamón, en Los Realejos y La Orotava; Mario, en Puerto de la Cruz; José, en La Laguna, Bajamar y La Punta; Fernando, en La Cuesta; Vicente, por Somosierra y Ofra; Juan Mendoza por el centro de Santa Cruz, y Carla, por el Sur. Todos autónomos que en su día trabajaron en la empresa de distribución Interline, del recordado Ismael Rodríguez, admirado por todos sus empleados.

El primero en llegar a los exteriores de Tenerife Print es Juan Mendoza, cuando ni siquiera la rotativa ha echado a andar. Con 55 años a sus espaldas y media vida en el reparto de periódicos, Juan comienza a trabajar a las once y media de la noche, cuando se prepara el cierre de la distribución, que consiste en tener todos los papeles de las rutas y los ejemplares que previamente le ha entregado Óscar, y se encarga de repartirlo entre todos sus compañeros y que todo esté a punto para comenzar a cargar los periódicos en cuanto salgan de la rotativa.

Juan es el primero en llegar y de los últimos en salir pues inicia su reparto sobre las dos y media o tres de la mañana, suerte que es un “cuatro por cuatro”. Comenzó como peón de albañil hasta que no solo cambió de profesión sino también de horario… De aquella etapa echa de menos la libranza los fines de semana y festivos; ahora, como es autónomo, trabaja todos los días. Económicamente asegura que cuando comenzó con el reparto, primero fue con La Gaceta de Canarias, luego con La Opinión y EL DÍA, ganaba en un mes lo que antes ingresaba en tres meses en la construcción. Pero todo eso cambió. Antes los distribuidores de prensa tenían un sueldo fijo más incentivos por puntos de venta y kilómetros, algo que ahora se ha desvanecido. Y agradecido que aguarece el trabajo, por más que concluya su jornada a las siete y media u ocho menos cuarto de la mañana… “en función de cómo esté el tráfico en Santa Cruz”, donde hace su ruta.

Entre los repartidores de EL DÍA que esperan que acabe la tirada, Vicente Martín, de 53 años, que comparte amena conversación con José Manuel Quintero, de la misma edad y casi vidas paralelas, se apresura a asegurar este. Vicente comenzó a trabajar en el reparto de prensa en 1989; antes había sido camarero, había trabajado en un despacho de gasolina y también en una empresa de distribución de artículos de regalos. Incluso cuando azotó la “primera crisis”, como él la denomina en referencia a la de 2008, decidió trasladar su residencia a Perú hasta 2017, allí tuvo su propia empresa de taxis, que se llamaba Tenerife Vip. En la actualidad cubre la ruta de Santa Cruz comprendida entre Tomé Cano y Finca España, ya en La Laguna.

Vicente admite que en su ruta no se ha cebado la Covid-19. “El periódico que no se distribuía entre los bares ha pasado a comprarse en los kioscos”, asegura. Eso sí, se lamenta de que su hijo Bryan se inició en enero con la ruta de suscriptores -donde se dedicaba al cobro entre los bares- y por el virus tuvo que dejarlo.

José Manuel entró como repartidor en el año 2000 con La Opinión y con EL DÍA. Antes tuvo un bar en La Salud, y luego una hamburguesería en Las Américas, hasta se dedicó a la pintura y también participó en un negocio familiar de cortinas y juguetes en Finca España hasta que Juan Mendoza, como le conocía, le planteó si le interesaba trabajar como repartidor. “Aquí vives al revés, porque estás despierto de noche y duermes de día, y si quieres hacer algo por la mañana no estás al 100% pero te tienes que adaptar”.

Cada repartidor tiene una ruta asignada, que cubre durante varias horas hasta llegar incluso a ver amanecer en la carretera. María Pisaca Gámez

Entre los repartidores, una mujer: Mary Cazorla Escobar, de 66 años, de los cuales lleva un tercio dedicados al reparto. Llegó a Tenerife con 42 años desde Madrid, a donde trasladó su residencia cuando partió de su Argentina natal. Se estableció en la capital del Estado porque había aceptado una oferta para trabajar en una empresa aérea como técnico en operaciones de vuelo, pero su familia estaba residiendo ya en Tenerife y cambió el trabajo en Madrid por el puesto de repartidor para estar con sus seres queridos en la Isla, alternando rutas que la llevaron por el sur hasta Santiago del Teide. Su marido, Fernando Sánchez, y ella coincidieron trabajando justos, aunque él abriendo suscripciones en la zona comprendida entre el barrio Buenos Aires, en la capital, y Güímar. Hoy los repartidores también se han convertido en empaquetadores, pues reciben el periódico en tacos de 50 ejemplares que deben separar para entregar entre los puntos de ventas asignados en sus rutas.

Para ella, lo importante, “estar siempre al pie del cañón; siempre”.

Mario Fernández Ramos, de 56 años y otro de los repartidores, se inició desde 2003-2004, si bien él conocía el oficio porque se dedicaba con anterioridad a la distribución de otros productos. Mientras estaban trabajando en la ruta del Sur con otra empresa le preguntó a un compañero de EL DÍA si haría falta gente; le pidió un currículum y en unos días comenzó a prestar su servicio en Interline, que llevaba la distribución en este periódico hasta finales del año pasado, cuando se convirtieron en autónomos por cierre de la empresa. En la actualidad, Mario comienza a la una de la madrugada y finaliza su jornada entre las seis y media y las siete de la mañana después de cubrir El Sauzal, La Orotava y Puerto de la Cruz. Asegura que ya está acostumbrado al horario nocturno.

José Ramón Bethencourt, de 56 años, comenzó a trabajar como repartidor en EL DÍA en 2002, después de haber estado vinculado al sector de la hostelería como camarero. Conoció a Ismael Rodríguez antes de que se convirtiera en su jefe, a través de unos amigos que frecuentaban la cafetería en la que trabajaba en la zona de Alcalde Mandillo Tejera. Después de cubrir rutas en el Sur y en el Norte, se encarga de cobrar a los suscriptores y de entregar los nuevos ejemplares y reconocer las devoluciones, una labor que finaliza sobre las siete de la mañana, “si no hay mucho tráfico en la Autopista del Norte, como ocurre ahora por el Covid -recálcalo ahí-”, pide.

En 2005 comenzó como repartidor José Negrín, de 53 años de edad, que se inició distribuyendo La Opinión, si bien antes había sido repartido de Celgán y Danone, hasta que tuvo la oportunidad de trabajar en Interline. A diario realiza 330 kilómetros, y eso porque el Covid le ha ahorrado casi 50 kilómetros. Solo en La Caleta había 21 puntos de venta y, por la incidencia de coronavirus, quedan dos. Su zona de reparto abarca desde Barranco Hondo, en Candelaria, hasta la zona de Santiago del Teide, si bien en otra zona de Granadilla cubre esos puntos otro compañero.

Gracias a los repartidores, el periódico EL DÍA llega a la cita con los lectores en el kiosco o los puntos de venta.