La mañana del sábado 15 de octubre de 1910 salió el primer número de La Prensa, periódico fundado por Leoncio Rodríguez y génesis de la actual cabecera de EL DÍA-La Opinión de Tenerife. En sus inicios, el rotativo irrumpe en una Canarias con 440.000 habitantes, de los cuales 63.000 residían en Santa Cruz de Tenerife y uno de cada cuatro habitantes se consideraba analfabeto; la mitad, con menos de 20 años de edad.

La llegada del cable submarino en 1883, la mejora del transporte marítimo en 1888, la llegada del teléfono en 1891, o de la luz eléctrica en 1892 así como del primer tranvía que recorre el área metropolitana de Tenerife desde 1901 sirvieron de preámbulo a la salida a la calle de La Prensa, sin obviar el desastre de 1898, la descomposición del sistema canovista, la dictadura de Primo de Rivera, la II República o la guerra civil o las dos primeras guerras mundiales, que no pasaron inadvertida en las primeras décadas del periódico de Leoncio Rodríguez. Ya en el ámbito insular, las luchas insularistas provocadas por la Ley de Cabildo de 1911 -solo un año después del nacimiento de La Prensa- o la división provincial, en 1927.

En los inicios del año 1928 ‘La Prensa’ vive su esplendor; cada ejemplar tenía doce páginas, se tiraba un total de 5.000 copias a diario a un coste de 15 céntimos y se oferta la suscripción mensual por dos pesetas y media

Leoncio Rodríguez saca a la calle su propio periódico después de que su padre adquiriera la primera máquina en la que se editó La Prensa y que supuso un desembolso de 17.000 pesetas; por aquella época el director y fundador trabajaba en la Diputación Provincial, en la que percibía un salario mensual de 3.000 pesetas. Para el director y fundador, el mundo de la comunicación no le era ajeno y, menos, la vida de la redacción, una experiencia que vivió en El Progreso hasta que emprendió su propio proyecto.

Los primeros números de La Prensa se imprimieron en la calle Valentín Sanz, en una casa de Rafael Calzadilla, quien vendió el inmueble a Leoncio Rodríguez en 1925, que al año siguiente adquirió la casa contigua, propiedad de Manuel Flipes, según recuerda en su tesis doctoral Julio Yanes, profesor de Periodismo en la Universidad de La Laguna (ULL).

Arropado por sus hermanos y hasta su padre -que se encargaba de abrir de madrugada y repartir los primeros ejemplares-, Leoncio Rodríguez configuró una redacción que contó con la participación de Joaquín Fernández Pajares y Joaquín Estrada, sumando en los siguientes diez meses a Santiago Santos y más tarde, a Juan Franchy. Solo dos meses después de su estreno Leoncio Rodríguez incorporó al periodista madrileño Salvador Cánovas Cercantes como corresponsal en la Península.

Bajo una cabecera de rasgos germánicos e impresa en una máquina de la marca alemana Koening Bauer, el 15 de octubre de 1910 salía a la calle el primer ejemplar de La Prensa, que lo configuraban cuatro páginas al precio de cinco céntimos. Al principio se imprimía en horario de tarde, aunque después de las primeras semanas se convirtió en un diario matutino.

La Prensa se caracterizó por su cuidada elaboración, diseño y orden, con secciones como Voces de la calle, Cien años atrás, Al Vuelo, Tribuna de Jóvenes, Crónica del Ayuntamiento, Ecos Femeninos, Sección Comercial y Sociedad; sirva como curiosidad que Guía de Isora era el único municipio que tenía corresponsal para el periódico de Leoncio Rodríguez.

Los mil ejemplares de la primera tirada se duplicaron con el inicio de la Primera Guerra Mundial, dándose el caso del día que comenzó la movilización militar, que llegó a editarse dos ediciones en un solo día.

Fruto de la aceptación de sus lectores, La Prensa comienza a imprimir el 25 de abril de 1913 una edición vespertina los domingos limitada a una hoja. Por una cara, la información de Por Cable, por la segunda, publicidad, una experiencia que continuó hasta el 14 de febrero de 1920, cuando el gobernador civil exigió a la propiedad que respetara el derecho al descanso dominical. Desde entonces, La Prensa dejó de publicarse los lunes.

En 1914, coincidiendo con el inicio de la Primera Guerra Mundial, Leoncio Rodríguez adquiere la primera linotipia que se incorpora en una empresa periodística en Canarias, para lo que incluso se trasladó a un técnico suizo que instruyó a Jaime García Suárez en su manejo. Entonces, la redacción estaba formada por Ildefonso Maffiotte, Manuel Verdugo, Diego Crosa y Juan Franchy, y el director y fundador incorpora las crónicas de Edgard Cualdfield y al novelista Vicente Blasco Ibáñez, ambos afines al bando aliadófilo, como corresponsales.

Durante la contienda militar se llegaron a imprimir entre 5.000 y 6.000 ejemplares al día; el 80% de los números se distribuían en Santa Cruz y La Laguna. La guerra hizo que se resintieran las existencias de papel, por lo que La Prensa, aunque continuó saliendo a la calle, disminuyó su paginación hasta el punto de imprimir una hoja a diario, salvo los domingos, cuando se publicaba con dos. No fue la única medida para ahorrar papel; del 29 de diciembre de 1919 hasta el 10 de febrero de 1920 se recortó el formato de impresión y también se editó una sola hoja, para recuperar la normalidad cuatro años después, cuando se imprimía La Prensa con seis páginas que distribuían una treintena de jóvenes por los barrios de la ciudad.

El cuñado de Leoncio Rodríguez, Manuel Cruz Delgado, juega un papel fundamental en el impulso que se dio a la empresa periodística en 1924, que consistió en la ampliación de las instalaciones, renovando su infraestructura tecnológica. A modo de curiosidad, la mayoría de los escritos que se elaboraban en aquella redacción estaban realizados con pluma, que luego se pasaban a los linotipistas.

La Prensa se presentó como Diario Republicano desde 1910 hasta 1916, cuando cambia este epígrafe por el de Diario de la Mañana, salvo en el período comprendido entre el 22 de noviembre de 1921 y el 21 de enero de 1923.

Crece la tirada y también la Redacción, con Ildefonso Maffiotte como redactor-jefe, un cargo que más tarde asumiría Antonio Marti. La plantilla estaba integrada por Juan María Ballester Remón, Domingo Margarit, Joaquín Fernández Pajarez (Jacinto Terry), Juan Pérez Delgado (Nijota), José Cáceres (José Montecristo) y Luis Álvarez Cruz, mientras la administración estaba en manos de Miguel Rodríguez Sacramento.

En los inicios de 1928 La Prensa vive su esplendor, lo que se traduce en la ampliación a ocho páginas pese a las limitaciones del espacio de la sede de Valentín Sanz. Desde el 14 de mayo de 1933, Leoncio Rodríguez logra imprimir en la misma sede doce páginas los domingos por ejemplar y se incorpora en la primera página el Editorial. El coste por número se eleva a 15 céntimos y se oferta la suscripción mensual por dos pesetas y media, siendo la tirada total diaria de 5.000 ejemplares. En la década de los años treinta, La Prensa se imprime en dos linotipias (la segunda, comprada a plazos en 1931 por 35.000 pesetas) e incorpora un fotograbado que manejaba Gonzalo Pórcell, mientras que Rafael Hernández manipulaba la estereotipia, a la que se sumó una rotativa con posibilidad de imprimir 8 hojas.

En la sede de la calle del Norte se distribuía, en la parte baja, la sala de máquinas, donde llegaron a prestar su labor hasta seis asalariados, mientras en el segundo piso se situaba la administración, con Julio Fernández al frente, así como la redacción. Junto a Domingo Rodríguez, Juan Pérez Delgado, José Cáceres y Luis Álvarez Cruz se sumaron Luis Ramos, Estanislao Gómez Landero y Félix Centenero; este último permaneció durante seis meses en plantilla y se encargó de elaborar la información nacional e internacional.

Ya por aquella fecha participaba de la empresa periodística de La Prensa José Rodríguez Ramírez, sobrino del director y fundador, que se encargaba de llevar las suscripciones a los pueblos, según recoge en su tesis doctoral Julio Yanes, así como Tomás Rodríguez, sin un cometido concreto.

El 14 de febrero de 1939 sale a la calle el último ejemplar bajo la cabecera de La Prensa, fruto de la fusión con el órgano falangista Amanecer, el número 10.885 del periódico que fundó Leoncio Rodríguez.