Los primeros moradores de La Gomera llegaron con unas pocas cabras y algunos cereales. Lo primero que les llamó la atención fue ese terreno escarpado y los pocos recursos de ganadería que se divisaban en las proximidades. Ante la incertidumbre que auspiciaba los recovecos de ese gran terreno, los que se convertirían en los aborígenes gomeros, decidieron primero asentarse cerca de la costa, donde habían divisado recursos marinos con los que sobrevivir a corto plazo.

“Cuando llegaron a la isla, lo primero que tuvieron en cuenta debió ser la disponibilidad de marisco y pescado”. Así lo cuenta el arqueólogo de la Universidad de La Laguna (ULL) Elías Sánchez-Cañadillas, que ha publicado recientemente un artículo en el que estudia los cambios de alimentación en la población de la isla desde el siglo III hasta el XV. Para ello, ha realizado análisis de isótopos estables en las instalaciones del Instituto de Tecnología y Energías Renovables (ITER) y el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) de los restos humanos depositados en el Museo Arqueológico de La Gomera. Datos, que más adelante, se han comparado además con una secuencia de dataciones radiocarbónicas en un trabajo multidisciplinar elaborado por miembros de la ULL y de las dos instituciones mencionadas.

Su dieta se basó durante décadas en lo poco que habían podido traer desde el continente africano, como su ganado (cabras, ovejas y cerdos) y los cereales que podían cultivar (cebada y trigo). Pero no era lo único. Los aborígenes comían esencialmente lapas, burgados y también peces de poca profundidad, como las viejas y algunas plantas silvestres, que han perdurado en sus yacimientos. Durante esta época, los aborígenes se convirtieron en verdaderos supervivientes, pues visto que no contaban ni con hierro ni con otros elementos de metal que les permitiera hacer las herramientas que ya eran habituales en el continente, empezaron a manufacturar todo lo que podían con piedras y madera. “Lo sabemos porque las inserciones musculares en los huesos muestran que tenían una musculatura importante”, explica por su parte Jared Carballo, que también ha publicado un artículo en el que explica los cambios físicos sufrieron los aborígenes a medida que se iban acomodando a su nuevo hogar. Para ello, Carballo y su equipo realizaron un estudio sobre cómo las inserciones musculares infirieron en los huesos. En otras palabras, los gomeros habían desarrollado una musculatura importante en los brazos “porque toda la población fabricaba lo que necesitaba”. Eso les diferencia de manera directa de otros asentamientos, como los que ocurrieron en Gran Canaria, donde “existía un sector de trabajadores especializados”. Los aborígenes gomeros crearon su propia cerámica, herramientas de piedra y produciendo los alimentos que requerían.

Los siguientes tres siglos los gomeros fueron nómadas de su propia tierra y dependieron más de la pesca, hasta que por fin, en el siglo IX, habiendo ocupado zonas de la isla con más recursos, decidieron asentarse. “A partir del siglo IX se volvieron ligeramente más sedentarios”, narra Carballo, que asegura que, quizás gracias a ese control del territorio, empezaron a desarrollar su principal actividad: el pastoreo.

Porque la agricultura, a diferencia de otras islas, nunca fue el fuerte de los aborígenes de La Gomera, a pesar de que existan registros arqueológicos de cereales. “Creemos que los trajeron de África”, señala Sánchez-Cañadillas, que explica que en esa aventura marítima que les llevó hasta Canarias también trajeron cabras y ovejas. “Al principio tendrían pocas y, como cualquier sector de producción, necesitaron tiempo para reproducirlo”, explica el investigador. Tal fue así que ya en el siglo IX su dieta empezó a cambiar y a ser más variada. De esas labores lograban obtener lácteos, carne y hasta pieles.

Esa nueva adaptación al medio influyó también en su forma física. “En la forma que adquirieron sus huesos se puede ver que se movían mucho, debido a esta actividad”, relata Carballo. Pero incluso entonces, en la misma isla, los grupos de aborígenes llevaron a cabo estrategias de supervivencia diferentes. Los que se quedaron en el lado suroeste, cerca de Valle Gran Rey y parte de lo que es ahora Vallehermoso construyeron un mayor número de casas de piedra y se asentaron en un territorio más fácilmente transitable. No ocurrió lo mismo en el este, en el lugar que ocupa ahora Hermigua y parte de San Sebastián, donde los aborígenes encontraron una isla mucho más abrupta y farragosa llena de barrancos y accidentes geográficos de gran altura, con lo que tenían una movilidad más alta. También hallaron diferencias entre hombres y mujeres. Estas últimas se quedaban más en el poblado, mientras que los hombres se movían más. “Esto provocó incluso cambios en la dieta de los hombres, que comían más proteína”, explica Sánchez-Cañadillas. No obstante, los investigadores creen que no se debe a una verdadera “división laboral” entre ellos. “Creemos que los menores desplazamientos de las mujeres se deben a circunstancias unidas a la maternidad y la lactancia, que las obligan a estar más tiempo sin desplazarse”, señala, por su parte, Carballo.

Cuando llegaron los europeos, desde el siglo XII y hasta la conquista castellana en el XV, los aborígenes continuaron sobreviviendo, como podían, en la tierra que habían hecho suya años atrás ante la entrada violenta de esos otros humanos. Durante esa época, los aborígenes evaden los cambios y tratan de mantener su mismo estilo de vida, el que habían cultivado sus antepasados. “Mantienen sus asentamientos en cuevas, pero dado que los arqueólogos de La Gomera han encontrado restos de cerámicas españolas en ellas, se cree que probablemente se habían integrado de alguna manera en la sociedad castellana”, afirma Sánchez-Cañadillas. De hecho, es muy posible que trabajaran en algunas industrias que se empezaron a desarrollar en la isla después de la conquista, como la azucarera.

La conquista modificó todo el sistema sociopolítico, y tras un par de generaciones, los aborígenes acabaron asumieron esas estructuras. A pesar de haber reconstruido buena parte de la historia, y haber arrojado luz en una de las temáticas más misteriosas hasta el momento, cómo se adaptaron los guanches en los 1.200 años que poblaron Canarias, el equipo quiere ir más allá. Por lo pronto quieren realizar pruebas de ADN a los restos humanos que estudiaron, de modo que también puedan conocer, de manera más concreta, cómo eran estas personas que decidieron emigrar hasta las Islas.