Cambio climático
¿Está Europa preparada para las olas de calor extremo? Así combaten la canícula Francia, Italia, Alemania, Bélgica y Reino Unido

Un niño bebe agua de una fuente pública instalada en el centro de París para combatir la ola de calor. / CYRIL MARCILHACY / BLOOMBERG
Como cantaría Radio Futura, las calles de Europa arden al sol de poniente azotadas por un calor sofocante que ha dejado registros históricos. Las olas de calor en el Viejo Continente han dejado de ser aquel fenómeno extraordinario del siglo pasado; en el XXI, con el cambio climático y el calentamiento global avanzando a toda máquina, se han convertido en algo habitual de la estación estival. Ciudades como París, Berlín o Londres experimentan temperaturas extremas que rozan los 40 grados y las noches tropicales (con el mercurio por encima de los 20ºC) ya no son patrimonio de otras latitudes.

Mapa anomalía de temperatura en Europa (temp. máxima, 1/7/2025) / EL PERIÓDICO
Esta tendencia climática ha impulsado a algunos países europeos a implementar planes de contingencia mientras otros tiran de imaginación con medidas para combatir la canícula. Pero, ¿está Europa realmente preparada para las olas de calor extremo como la que se vive esta semana? Bajo estas líneas, algunos ejemplos:
Francia vive una ola de calor histórica que ha dejado temperaturas superiores a los 40ºC, noches tropicales y, como consecuencia, dos personas fallecidas y más de 300 asistencias médicas en todo el país. Unas condiciones climáticas adversas cada vez más frecuentes, que obligan a las autoridades a establecer nuevos protocolos de alerta para evitar repetir aquel fatídico y traumático agosto de 2003, cuando un calor intenso azotó el territorio y se cobró 15.000 muertos en dos semanas. Esta tragedia provocó un escándalo nacional y llevó al país a una reforma profunda en las políticas de salud pública y emergencia.
Desde entonces, Francia ha implementado una alerta por ola de calor dirigida por la Agencia de Meteorología Nacional, donde se dividen las olas por niveles, siendo el naranja y rojo los más peligrosos. Estas alertas ayudan a las autoridades locales a decretar medidas urgentes ante las elevadas temperaturas, como el cierre de escuelas, impulsar el teletrabajo o habilitar zonas frescas en las ciudades.

Un parisino usa un rociador de agua para refrescarse en uno de los parques de la capital francesa. / CYRIL MARCILHACY / BLOOMBERG
Después de 2003, los centros que albergan a personas vulnerables también tuvieron que adaptarse, obligando a residencias de ancianos y hospitales a instalar al menos una habitación climatizada para reducir riesgos.
Este año, ante la llegada de una ola de calor histórica, ayuntamientos como el de París decidieron dejar abiertos parques y jardines durante toda la noche y habilitaron espacios climatizados en los ayuntamientos de los distritos. "Toda precaución es buena", insistían desde el Gobierno, aunque para muchos las medidas siguen siendo insuficientes.
Avances escasos
A pesar de la evolución en estos últimos 20 años, muchos señalan que los avances siguen siendo escasos, en especial, en las infraestructuras. Según la Agencia de Transición Ecológica (AEME), solo el 25% de los hogares franceses cuenta con un sistema de climatización, problema que se traslada al transporte público, donde el aire acondicionado es inexistente, y a los edificios gubernamentales, como las escuelas, donde solo el 7% están preparadas para las altas temperaturas. De ahí que, este martes, tras decretar la alerta roja en 16 departamentos, incluida la capital francesa, 1.350 escuelas se vieron obligadas a cerrar.
El sector sanitario también denuncia la falta de efectivos en verano para atender a personas vulnerables o pacientes afectados por las altas temperaturas, y el deterioro de los centros hospitalarios, que están lejos de ser adecuados para este tipo de situaciones.
Otro año más el calor extremo está golpeando también a Italia, con temperaturas que esta semana han alcanzado los 40 °C en varias zonas del país y una veintena de ciudades en las que ya ha sido declarado el nivel más alto de alerta por el llamado bollino rosso. Una situación, esta, que ya se ha cobrado sus primeras víctimas mortales.
De hecho, las consecuencias de la ola de calor se están haciendo nuevamente sentir con fuerza también este verano. El martes, se produjeron apagones en Florencia, Bérgamo y en varios municipios del área metropolitana de Milán, debido al sobrecalentamiento de los cables y al exceso de demanda. Además, también los semáforos dejaron de funcionar, algunas personas quedaron atrapadas en ascensores, y hoteles, restaurantes y viviendas se quedaron sin electricidad ni aire acondicionado.
Los hospitales, por su parte, han registrado un incremento de un 20% en urgencias en todo el país, en su mayoría de personas mayores, pacientes con enfermedades respiratorias crónicas y personas vulnerables que no pueden protegerse del calor, según ha comunicado la Sociedad Italiana de Medicina de Urgencias. Y también turistas, como una mujer de 66 años que se desmayó por golpe de calor en la terraza del Duomo de Milán.

El termómetro de una farmacia marca 39 grados, este martes en Roma. / ANDREW MEDICHINI / AP
Peor ha sido el destino de otra mujer de 53 años, que falleció en Bagheria (Sicilia) tras desplomarse en la calle bajo 38 °C. Y de un trabajador migrante marroquí de 48 años, que quedó en coma tras descender a una cisterna metálica con temperaturas exteriores de 40 °C y quedar expuesto a gases tóxicos en Tezze sul Brenta (Véneto), en el norte.
Situación dispar
En respuesta, las autoridades han puesto en marcha algunas medidas de mitigación. Por ejemplo, la ciudad de Roma instaló tiendas climatizadas de la Cruz Roja para los peregrinos del Jubileo; Nápoles publicó un mapa de "refugios climáticos" en parques y villas; y Bari, en el sur, desplegó equipos para distribuir agua y productos básicos, además de ofrecer acceso gratuito a piscinas y museos climatizados para las personas mayores.
Pero la situación no es pareja en todo el país. Ejemplo de ello es que, si bien varias regiones ya emitieron ordenanzas laborales para limitar el trabajo al aire libre durante las horas más calurosas del día —desde el mediodía hasta las 16.30 horas en los días considerados de mayor riesgo—, en otras cinco regiones —Friuli-Venezia Giulia, Alto Adige, Valle d’Aosta, Molise y Las Marcas— aún no han comunicado la implementación de medida alguna.
Berlín alcanzó este miércoles el pico de su ola de calor --39 grados--, mientras en otros puntos del sur y este se superaron los 40 grados. Son episodios cortos, de apenas unos días, pero cada vez más frecuentes y que contradicen el pretexto del 'verano corto' alemán con el que se suele justificar la falta de aire acondicionado no solo en escuelas u oficinas, sino incluso en trenes, transporte urbano y por supuesto el hogar privado.
Los medios de comunicación llevaban días lanzando las recomendaciones habituales --beber agua, no exponerse al sol ni salir al exterior entre las 11.00 y las 18.00, buscar refugio en museos o estaciones de metro--. Desde el Gobierno se recomienda, si es posible, el teletrabajo, y las escuelas optan por flexibilizar, recortar o suprimir las clases, aunque siguen abiertas con actividades alternativas para los niños que sí acuden al centro.
Algunas iglesias actuaron por su cuenta y mantienen abiertos los templos, habitualmente más frescos que otros edificios y por su supuesto que la calle. La oferta se orienta especialmente a las personas sin techo, que en estos días llenan las bibliotecas públicas, con horario continuo desde primera hora de la mañana hasta la noche, pero no siempre están tan bien aireadas como sería deseable.

Un grupo de turistas se refresca en una fuente frente al Museo Antiguo de Berlín. / CLEMENS BILAN / EFE
La gran opción es la piscina pública, de por sí a rebosar desde junio a septiembre, y que en días de 'hitzefrei schule' --sin obligación de acudir a la escuela-- se sobresaturan con escolares. En Berlín, funciona un abono de 80 euros por 20 entradas para cualquiera de sus 14 piscinas públicas. Su popularidad ha obligado a establecer topes de aforo similares a los que funcionaron en pandemia. Una entrada puntual para familias o grupos, con uno o dos adultos y cuatro menores, cuesta 13 euros. A las ocho de la mañana, la hora en que abren habitualmente las escuelas, en los accesos a las piscinas empezaron este miércoles a formaron largas colas, ya que a los nadadores madrugadores habituales se sumaron familias ansiosas de sombra --las piscinas suelen disponer de zonas de césped arboladas-- y escuelas enteras. Hay que someterse a un doble registro: mostrar el carné de identidad además de la entrada, a lo que sigue el control manual de bolsas o neveras en busca de cuchillos, otros objetos cortantes o botellas de plástico. Son frecuentes los tumultos, escaramuzas y alguna batalla campal a pie del trampolín gigante o entre adolescentes que se 'calientan' entre sí a la mínima.
La otra opción, incluso gratis, son los hermosos lagos de la capital alemana. También ahí impera la sobresaturación y mucho del sabor multiétnico berlinés: pueden convivir individuos tatuados de pies a cabeza con muchachas en burkini e incluso nudistas.
Bélgica ha vivido el segundo mes de junio más caluroso de su historia. Con unas temperaturas inusualmente altas y unas precipitaciones sorprendentemente bajas, el país vive su primera ola de calor esta semana en alerta naranja, pobremente preparado para hacerlo.
En Bruselas no hay piscinas públicas ni ríos donde uno pueda darse un chapuzón, tampoco un lago a de media hora en coche. La capital de Europa, más acostumbrada a vivir bajo una constante capa de lluvia que bajo el sol abrasador, no está preparada para hacer frente a las olas de calor, cada vez más frecuentes como consecuencia del cambio climático.
Las recomendaciones de las autoridades, hidratarse, evitar salir en las horas centrales del día, usar protección solar, o prestar particular atención a las personas vulnerables, parecen básicas. Pero en un país como Bélgica, este tipo de fenómenos, aunque cada vez más frecuentes, son poco habituales y la población apenas tienen cultura sobre cómo gestionarlos.
Sin persianas y orientadas en buena medida al sur, las mismas casas que a menudo sirven para hacer frente al duro invierno --que es en realidad también cada año más suave--, se convierten en verdaderos hornos en verano. Las oficinas suelen tener aire acondicionado, pero en el sector de la construcción, ocho de cada diez empresas ha optado por modificar los horarios. También han introducido más pausas, proporcionar ropa especial y evitar manipular materiales sensibles al calor, según la prensa local.

Vecinos de Amberes se refugian del calor bajo las sombras de árboles de un parque de la ciudad belga. / VIRGINIA MAYO / AP
En el caso de los colegios, las autoridades han llamado a ventilar en las horas más frescas, hacer actividades acuáticas, pausas para refrescarse y garantizar el acceso al agua para que los niños puedan hidratarse. No contemplan, como en Francia, el cierre de los centros.
"Las olas de calor no son una causa de fuerza mayor que justifique un cierre excepcional", aseguró en declaraciones al diario belga 'Le Soir', la ministra de Educación de la Federación Valonia-Bruselas, Valérie Glatigny. Algunos centros, aún así, permitirán recoger antes a los pequeños.
Ante posibles sobrecargas de la red, el servicio ferroviario ha reducido también la afluencia de trenes y reforzado sus equipos en caso de avería. Además, aconsejan a los viajeros evitar las horas puntas, priorizar la espera en el andén a los coches abarrotados y proveerse de agua para el viaje.
Incluso el Atomium, uno de los puntos de interés más famosos de la ciudad, se ha visto obligado a cerrar sus puertas más temprano de lo habitual. La enorme estructura que emula un cristal de hierro aumentado 165.000 millones de veces, bajo el sol se calienta en exceso y su estructura impide ventilarlo correctamente.
Las últimas investigaciones publicadas en el Reino Unido señalan de forma unánime que el país no está preparado para las olas de calor. Una de las más recientes, elaborada por la organización UK Green Building Council, destaca que ni las escuelas, ni las oficinas, ni los centros para las personas mayores cuentan con mecanismos suficientes para hacer frente al aumento de las temperaturas. Para revertir esta situación, la entidad reclama reforzar los edificios, tanto nuevos como antiguos, con materiales aislantes y otras medidas de "adaptación pasiva" que sirvan como alternativa al uso de aire acondicionado (un recurso que, aunque no está extendido en el Reino Unido, supone un alto consumo de energía).
La escasa adaptación de los edificios a estos fenómenos es también uno de los aspectos que destacó la London School of Economics (LSE) en un estudio sobre la ola de calor que azotó al país en 2022, en la que se llegaron a alcanzar los 40 grados y en la que se registró un exceso de muertes de 3.271 personas. Los investigadores señalaron que las normativas de construcción no incluyen un umbral de temperatura máxima para trabajar y exigieron una mayor regulación no sólo para las nuevas construcciones, sino también para los edificios existentes, en particular para las viviendas, los centros sanitarios y las prisiones.
Una evaluación de la Cruz Roja sobre esa misma ola de calor puso el foco en las deficiencias en los métodos de comunicación de las administraciones públicas a la hora de alertar sobre los episodios de calor, especialmente a la población más vulnerable. El estudio destaca que existe "una brecha entre la concienciación y la acción", y reclama un enfoque de comunicación "bien dotado de recursos, coordinado y transversal" a toda la administración pública para mejorar la comprensión del riesgo.

Trabajadores se resguardan del sol en un parque frente a la iglesia de Saint Botolph a la hora de la comida, este martes en Londres. / JOSE SARMENTO MATOS / BLOOMBERG
Otro informe, publicado por Climate Change Commitee (CCC) destacó a finales de abril las amenazas que el calor extremo supone para la salud pública y para las infraestructuras críticas del Reino Unido, ya que las altas temperaturas pueden provocar daños en las vías ferroviarias. La investigación sugiere que podrían producirse hasta 10.000 muertes anuales asociadas al calor a mediados de este siglo y que las temperaturas extremas tendrán un impacto en la economía de hasta un 7% del PIB.
A diferencia de otros países europeos, el Reino Unido no tiene una estrategia nacional para el uso gratuito de espacios públicos en casos de calor extremo, sino que la mayoría de estas medidas son implementadas de forma voluntaria por las administraciones locales o por organizaciones benéficas. El Ayuntamiento de Londres, por ejemplo, ha puesto a disposición de la ciudadanía un mapa en el que identifica varios 'cool spaces' (espacios frescos) repartidos por toda la ciudad, incluidos museos, bibliotecas e iglesias, a los que se puede acudir para resguardarse del calor.

Mapa anomalía de temperatura en el mundo (temp. máxima, 1/7/2025) / EL PERIÓDICO
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