Líbano

Crónica desde Beirut, la ciudad que perdió el tren

El transporte público en El Líbano es prácticamente inexistente y ha sido sustituido por una red informal de vehículos privados compartidos

Las vías del tren en Beirut

Las vías del tren en Beirut / Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

Andrea López-Tomàs

Beirut

A Elias Maalouf solo le hizo falta un pequeño fuego para enamorarse del tren. Hace 20 años, este cineasta libanés, nacido y criado en Ecuador, quería filmar la retirada del Ejército sirio de su país tras casi tres décadas de ocupación. La mayor base militar de Rayak, su pueblo natal en el valle de la Becá, se encontraba en la estación ferroviaria. Allí, los sirios tenían una cárcel, e instalaciones de inteligencia, donde se torturaba a la gente, pero también se construían misiles. Mientras grababa, Maalouf se topó con un pequeño incendio en uno de los vagones del tren. El cineasta lo apagó como pudo para descubrir que, antes de marcharse, los sirios intentaron quemar el archivo centenario del ferrocarril. Pero no lo lograron.

Esos papeles semiiquemados fueron la semilla para una lucha que le ha traído hasta hoy, dos décadas después. Entre esos documentos con tantos años de existencia como de olvido, Maalouf quedó fascinado con un país que desconocía. No sólo porque su familia había huído a Ecuador durante la guerra civil libanesa (1975-1990), sino porque ya no existe. “Teníamos autobuses, teníamos tranvías, teníamos locomotoras, trenes eléctricos urbanos, teníamos trenes interurbanos, teníamos trenes regionales de mercancías y ahora no tenemos nada”, lamenta el doctor Carlos Naffah, actual director de la oenegé Train/Train Lebanon, creada por Maalouf cinco años después de ese encuentro con el fuego con la intención de recuperar aquello que les habían arrebatado: el tren.

Mujer colgando la ropa frente a las vías

Mujer colgando la ropa frente a las vías / Andrea López-Tomàs

Muchos en el Líbano lo consideran una batalla perdida. Ponen los ojos en blanco cuando se menciona la posibilidad de que un transporte público eficiente conecte los escasos 10.542 kilómetros cuadrados que componen este país de mar y montañas. Pero hay unos pocos que no se rinden. “Amamos a nuestro país”, confiesa Naffah a El Periódico. “Esto es lo que nos motiva a luchar, a ofrecer a las futuras generaciones un país mejor, porque creemos que cuando tengamos un espacio público saludable, más amplio, habrá más participación, más estabilidad y más paz entre las diversas comunidades”, explica. “Ahora no tenemos un espacio donde la diversidad pueda encontrarse, porque el espacio público es cada vez más pequeño”, añade.

Dos millones de coches

En el Líbano, el transporte compartido se compone principalmente de 'services', es decir, taxis compartidos, y microbuses. Pero la mayoría de la población se mueve en coche. En este país de seis millones de habitantes, hay más de dos millones de automóviles. Sin embargo, no todo el mundo puede permitirse comprar uno o, incluso, mantenerlo desde que El Líbano está enfrascado en una de las peores crisis económicas en todo el mundo desde 1850, según el Banco Mundial. Por eso, ante la oportunidad, hace décadas que surgió un sistema semiformal de transporte público, integrado por destartaladas furgonetas y lentos microbuses. Estos vehículos siguen una ruta específica sin un horario concreto y se detienen en el lugar que el pasajero desea ante la ausencia de paradas oficiales.

Restos de las vías en Naqoura, en la fronetra con Israel

Restos de las vías en Naqoura, en la fronetra con Israel / Andrea López-Tomàs

Tras la guerra civil libanesa, el transporte público quedó en desuso. Una flota muy pequeña de autobuses estatales, muy antiguos y en mal estado continúa operando, aunque solo transporten a menos de 20.000 pasajeros al día. En paralelo, hay más de 4.000 autobuses y microbuses privados registrados, pero se calcula que en las carreteras libanesas circulan más del doble. “Mucha gente tiene miedo de coger esta red informal de vehículos por varios motivos, como el acoso sexual, la demora, por el hecho de no ser confiable, y porque es peligroso, ya que los conductores conducen de forma temeraria”, reconoce la arquitecta y urbanista Hala Younes, creadora del observatorio urbano Beit Beirut, a El Periódico.

Restos de las vías

Pero, por todo el país, quedan restos de otra forma de moverse. Las vías del tren que conectaban la capital libanesa con Siria, Irak, Turquía y Europa están llenas de malezas. En agosto de 1895, el primer tren de vapor partió de Beirut e inauguró los más de 408 kilómetros de vía férrea que cruzaron el país. Sin embargo, como la mayor parte de la infraestructura del país tras la guerra civil, el servicio ferroviario sufrió grandes pérdidas y sus operaciones fueron disminuyendo gradualmente hasta cesar por completo a principios de 1990.

Las estaciones están en desuso o han sido transformadas para otras funciones. La principal estación de Beirut en el barrio cristiano de Mar Mikhael, frente al puerto, ahora se usa como las cocheras de los pocos autobuses que hay en circulación. Antes de la crisis económica, era una discoteca al aire libre. “En los archivos que Maalouf recuperó de la estación de Rayak, descubrió que el tren no solo conectaba ciudades, sino que las construía por el enorme impacto antropológico que tiene el ferrocarril”, recuerda Naffah. Pese al escepticismo de la mayoría de la sociedad, los voluntarios de Train/Train Lebanon crearon un plan maestro nacional para reinstalar el ferrocarril en el Líbano.

Sociedad civil

Como gran parte de los avances en el país de los cedros, es la sociedad civil quién toma la iniciativa frente a la ausencia de una fuerte voluntad política para tener un sistema de transporte integrado. Las décadas de activismo para conseguir un transporte público eficiente en el Líbano se han traducido en iniciativas como el observatorio urbano de Beit Beirut, el plan de Train/Train Lebanon, o el mapeo de los autobuses informales realizados por la oenegé Riders’ Rights (derechos de los pasajeros, en inglés).

Ahora, el nuevo gobierno liderado por el primer ministro Nawaf Salam y el presidente Joseph Aoun parece haber empezado a escucharles. “Vemos una luz, un pequeño rayo de esperanza, porque el gobierno está tomando esta cuestión muy en serio y está poniendo en marcha una especie de servicio público de transporte”, confiesa Younes. En las últimas semanas, la Dirección de Ferrocarriles y Transporte Público del Ministerio de Obras Públicas y Transporte ha lanzado nuevas rutas de autobuses, “como parte de su plan continuo para mejorar los servicios de transporte público y ofrecer a los ciudadanos opciones de viaje más seguras y eficientes”, según un comunicado.

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