Alto el fuego
Hizbulá afianza su influencia en las elecciones municipales del Líbano, a pesar de la guerra con Israel
El partido-milicia libanés no ha pagado un precio electoral gracias el apoyo cerrado que ha recibido de la comunidad chií

Un miembro de Hizbulá que perdió varios dedos y un ojo en las explosiones de los 'buscas' vota en las elecciones municipales, el pasado 24 de mayo en Nabatieh. / MOHAMMAD ZAATARI / AP

Los cambios no ocurren de la noche a la mañana. Y la sociedad libanesa lo sabe bien. Ya han perdido la cuenta de las veces en las que han cogido carrerilla, han aguantado la respiración y se han impulsado hacia las alturas para aterrizar, de nuevo, a la contra de los esperanzadores pronósticos, en el exacto mismo lugar. A menudo, el cansancio opaca la frustración. Casi siempre se acaba convirtiendo en resignación. Unos pocos románticos fantasean ya con el próximo salto. Pero la realidad es que todo sigue igual. Después de la guerra contra el país de los cedros, que arrasó con la cúpula política y las capacidades militares del supuestamente todopoderoso Hizbulá, llevándose a su paso miles de vidas libanesas, el pueblo sigue haciendo victorioso al partido político chií.
Durante el mes de mayo, el pueblo libanés ha podido finalmente votar a sus líderes locales por primera vez en casi una década. Las últimas elecciones municipales se celebraron en 2016 y, luego, se pospusieron tres veces consecutivas desde 2022 por razones logísticas, de seguridad o financieras. A lo largo de cuatro semanas, los libaneses han ido a las urnas en su región. Primero, votaron en Monte Líbano, al norte de la capital, que incluye los devastados suburbios sureños de Beirut, feudo de Hizbulá. Después, tocó el norte del país. Luego, Beirut y el también arrasado valle de la Becá. Finalmente, el sábado 24 tuvo lugar la prueba final con las votaciones en el sur del Líbano, destrozado por los continuos bombardeos del Ejército israelí, que continúan seis meses después del alto el fuego.
"Sin grandes sorpresas"
“No hay grandes sorpresas en estas elecciones”, reconoce Nicholas Blandford, investigador del laboratorio de ideas Atlantic Council y experto en Hizbulá. “La comunidad chií ha apoyado a Hizbulá a pesar del daño causado durante la guerra, porque ha habido esta sensación de que todo el mundo se estaba uniendo en contra del partido, lo que genera nerviosismo en la comunidad por si pudieran convertirse en blanco de otras comunidades libanesas, de Israel o de Estados Unidos y verse debilitados”, explica a este diario. En el sur del Líbano, las listas de Hizbulá, junto a su aliado el movimiento chií Amal, fueron elegidas sin oposición en 102 de los 272 municipios, de acuerdo al medio libanés 'L’Orient-Le Jour'.
La participación disminuyó respecto a 2016. En el sur del Líbano, precisamente, votó el 37% de la población, en comparación al 48% anterior. En la capital, aumentó un punto en relación a los últimos comicios, pero se mantuvo en un 21%. Muchos achacan esta baja participación a la inmigración de un gran número de personas del país desde las elecciones anteriores debido a la brutal crisis económica que ha afectado al país. Pero los reveses de la guerra, que han dejado a decenas de miles de personas sin hogar, y el empobrecimiento de la sociedad a raíz de la debacle financiera, no han impedido que la población siguiera dando su apoyo a los partidos del 'establishment'.
Desarmar a Hizbulá
“Entre la comunidad chií, se ha producido un cambio claro desde el alto el fuego”, explica Blandford, aludiendo al principal sentimiento de resentimiento por las masivas pérdidas en la guerra. A lo largo de estos seis meses, la formación de un nuevo gobierno, cercano a Washington, y los cambios regionales, como la caída del régimen sirio de Bashar el Asad, aliado de Hizbulá, han aumentado el sentimiento de aislamiento de los chiíes en el Líbano. “Hizbulá no ha tenido que esforzarse demasiado para instalar esta narrativa [de que todos se unían en su contra] para impulsar a la comunidad chií a movilizarse en apoyo de sus candidatos,” añade el investigador, señalando que “en muchas aldeas, fueron escogidos por aclamación, por lo que no fue necesario convocar elecciones”.
La alianza Hizbulá-Amal se ha mantenido firme y el apoyo entre la base chií no ha experimentado ninguna erosión dramática. Por mucho que, entre la clase política libanesa —y en sus fronteras más inmediatas, a la vez que en los despachos de Washington—, se hable abiertamente de desarmar a la milicia y hacerle perder influencia, la población chií se mantiene fiel a su protector. “Entre la comunidad chií, hay la sensación de que otras comunidades libanesas, Israel y Estados Unidos quieren convertirlos en una comunidad de segunda clase en el Líbano, como eran antes de la creación de Hizbulá”, señala Blandford. Los chiíes, sumidos en la pobreza y el abandono gubernamental, siempre habían sido apartados de los procesos de toma de decisión en el país.
Un año para las parlamentarias
“Sin embargo, si sus casas siguen en ruinas y no hay perspectivas de reconstrucción, este apoyo puede empezar a desmoronarse, empezarán a señalar y culpar a Hizbulá de su situación”, añade Blandford. Muchas cosas pueden cambiar en un año. Así de poco queda para las elecciones parlamentarias libanesas, previstas para mayo del 2026. Esa será la prueba definitiva para Hizbulá. Durante años, el partido chií había dominado junto a sus aliados la élite gobernante del Líbano. Pero la elección del presidente Joseph Aoun, apoyado por Washington, y la formación de un nuevo gabinete con rostros nuevos, tras casi tres años de bloqueo político, han reducido considerablemente su influencia en el país.
Tanto Aoun como el primer ministro, Nawaf Salam, han insistido en la necesidad de que las armas estén sólo bajo la responsabilidad del Estado. Hizbulá es la única milicia que conservó su armamento tras el fin de la guerra civil libanesa (1975-1990). “Este tipo de discursos públicos eran casi inconcebibles antes de octubre de 2023 [cuando Hizbulá empezó a lanzar ataques transfronterizos en apoyo a Gaza], y refleja el sentimiento general del país, salvo el de la comunidad chií”, subraya Blandfrod. “En general, en el Líbano, la gente está harta de verse arrastrada a guerras por las acciones unilaterales de Hizbulá”, concluye el investigador, experto en la política del país de los cedros.
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