Lesa humanidad

Confesiones de un represor del Plan Cóndor: "Los desaparecidos son muertos"

El exmilitar ítalo-uruguayo Jorge Néstor Troccoli, ya condenado por haber secuestrado, torturado y asesinado a 26 personas en la época de las dictaduras sudamericanas, vuelve a sentarse en el banquillo de los imputados en Italia y por la primera vez decide hablar

El represor Jorge Troccoli habla con su abogado antes del inicio de la última audiencia del juicio que enfrenta en Roma por el asesinato de otras tres personas durante la dictaduras sudamericanas.

El represor Jorge Troccoli habla con su abogado antes del inicio de la última audiencia del juicio que enfrenta en Roma por el asesinato de otras tres personas durante la dictaduras sudamericanas. / IRENE SAVIO

Irene Savio

Irene Savio

Roma

Durante más de cinco horas de testimonio, el exoficial de la Armada uruguaya Jorge Néstor Troccoli, ya condenado (2021) a cadena perpetua por haber secuestrado, torturado y asesinado a 26 personas en la época de las dictaduras sudamericanas, hizo esta semana algo que nunca había hecho antes: romper el silencio. Troccoli quebró así esa estrategia, tan usada por represores imputados como él por crímenes cometidos durante las dictaduras sudamericanas, de no responder en un tribunal a las preguntas de los que les acusan.

"¿Está diciendo que usted cree que torturar es parte de la naturaleza humana?", le preguntaron en uno de los momentos más duros de un nuevo juicio, a puerta abierta, que se celebra contra él en Roma. "Sí", respondió impasible. "También ha dicho que los desaparecidos [personas secuestradas ilegalmente durante esas dictaduras, de las que se desconoce el paradero] en realidad son muertos", le insistieron. "Sí, son muertos", añadió el militar, de nacionalidad italiana y uruguaya.

Fue una de las escenas más emblemáticas de la última audiencia del proceso penal que el exmilitar enfrenta por el asesinato de otras tres personas, cuyo cadáveres fueron hallados en 2016 en Paraguay y que Italia (en virtud de la doble nacionalidad de Troccoli) empezó a investigar en 2019. En concreto: Elena Quinteros, militante del Partido por la Victoria del Pueblo de Uruguay y desaparecida en 1976, y la pareja José Augustín Potenza, argentino, y la italiana Raffaella Filipazzi en 1977. "

"Un juicio importante"

Una audiencia que, ya desde el principio, generó expectación. Vestido con un pantalón oscuro y un suéter desalineado, y cargando un portafolios gris, Troccoli ingresó —escoltado por tres policías— a las 10.47 del jueves en la sala 28 de la segunda planta de la Tercera Corte de Asís de Roma, cerca de la plaza Clodio. Posteriormente, Troccoli se afanó para hablar con sus abogados mientras la sala de vistas iba llenándose de estudiantes y curiosos, entre ellos Carlo Taormina, antaño uno de los abogados del (hoy fallecido) Erich Priebke, el criminal nazi y excapitán de las SS responsable del asesinato en 1944 de 335 personas en las Fosas Ardeatinas (Roma). "Es un juicio importante", dijo Taormina.

Troccoli no decepcionó. Tras una breve interlocución sobre unos documentos presentados por la defensa, el militar se sometió a las preguntas del fiscal Erminio Amelio, del representante de la Abogacía del Estado, Luca Ventrella, de Andrea Speranzoni, abogado de la familia de Filipazzi, de Alicia Mejía Fritsch, defensora de Quinteros, y de Silvia Calderoni, en representación del Gobierno argentino. Todos ellos hablaron ante la jueza Antonella Capri.

"No soy un delincuente, no soy un criminal y no he asesinado a nadie (...) Soy un hombre solo, sin patria, partido político ni fortunas, un enfermo al final de su vida sin nada que no sea mi mujer, que hoy vive sola en Italia por una tremenda injusticia. No tengo nada que perder", empezó diciendo, en una declaración leída ya desde el estrado, después de abandonar el recinto acristalado en el que se encontraba recluido inicialmente. "No quiero que mis nietos vivan en el odio", añadió. 

Plan Cóndor

Entonces el primero en cargar fue el fiscal Amelio. "¿Usted conocía el Plan Cóndor?", le dijo, en referencia a esta operación que los regímenes sudamericanos usaron para intercambiar información y crear a "unidades" que secuestraron a miles de personas en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. "Creía que no existía, lo he descubierto hace pocos años, en 2015, por la prensa. Hasta entonces no pensaba que fuera real", aseguró Troccoli, hoy de 78 años y encarcelado en la cárcel de Poggioreale, en la provincia de Nápoles. 

A continuación, a medida que le caían las preguntas, el represor fue esgrimiendo todas sus argumentaciones, ya usadas por sus abogados. Dijo que obedecía órdenes ("ningún oficial podía rechazar la orden de un superior"), señaló sus actuales problemas de salud, dio a entender que entonces no tenía potestad para tomar decisiones y, aunque no descartó que se cometiesen torturas en otros aparatos, dijo que eso no ocurría en el FUSNA, el Cuerpo de Fusileros Navales en el que operaba.

Sin embargo, también confirmó informaciones. Admitió que formaba parte del sector Inteligencia del FUSNA, el S2, que recopilaba y analizaba información con el nombre en clave de 'Federico' y que llegó a actuar de enlace con la OCOA, el Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas. Además, explicó, una de sus tareas principales era darle información al S3, los escuadrones operativos dirigidos por Juan Carlos Larcebeau. "Combatíamos a terroristas", sostuvo, en una intervención en la que siempre pareció lúcido y, a ratos, también irritado. 

Contradicciones

Sobre las dotaciones de esta unidad, Troccali incluso especificó que tenían automóviles modelos de Opel, Fiat 128, Chevrolet y Marcos GT. "¿Y Ford?", le preguntó entonces el fiscal, en una referencia implícita a los coches Ford Falcon en aquellos terribles años un emblema de la represión argentina pues a menudo eran usados para secuestrar a las víctimas. "No, eso en Argentina", respondió Troccoli, al argumentar luego que, según él, el régimen uruguayo tenía entonces "una relación normal" con países como Italia.

No faltaron las contradicciones. Por ejemplo, aunque Troccoli negó saber de la existencia del Plan Cóndor y de su carácter criminal, sí admitió que existían contactos e intercambios entre el FUSNA y la ESMA, uno de los más terroríficos excentros clandestinos de detención de la dictadura argentina. Y eso se lo hizo notar incluso la jueza Capri. En otro momento, a pesar de que anteriormente había dicho que todas las personas detenidos en la FUSNA había sido posteriormente encarceladas legalmente o liberadas, también se dejó escapar "a esos los dejamos vivir". 

Su llegada a Camerata, la localidad italiana del sur en la que vivió tranquilamente hasta la anterior condena definitiva en 2021, también fue obligada, contó. En 2007, "viajé a Italia porque estaban persiguiéndome judicialmente. Cuando llegó el Gobierno de izquierda [de Tabaré Vázquez, del partido Frente Amplio], el abogado me dijo que debía irme [de Uruguay]", afirmó, al calificar la decisión de italia de procesarle la de un país "verdugo". Marco Bastoni, uno de sus abogados, molesto por las preguntas, entonces decidió abandonar el aula. "Este juicio es una farsa", consideró el letrado.

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